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Bondad

Claudio Penso

Gandhi tenía una bondad increíble. Uno de sus discípulos sentía envidia y quería matarlo. El maestro estaba paseando por un camino solitario y desde la cima de una colina, el homicida deslizó una piedra que rodó por la ladera.

Pero la piedra se trabó con un árbol y se detuvo antes de dar en el blanco. Mahatma reconoció a su agresor pero no dijo nada y no lo contó a nadie. 

Días después, se cruzaron los dos hombres y Gandhi lo saludó con alegría y respeto. El hombre le preguntó muy sorprendido si no estaba enojado con él. Gandhi le respondió que no. 

• ¿Puedes decirme por qué no le has dicho a nadie y cómo haz hecho para no enojarte conmigo? • Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.

El agresor fue uno de los más fervientes defensores de Gandhi durante toda su vida. Bondad emana del vocablo bonitas que es el resultado de la suma del término bonus, que se puede traducir como bueno y del sufijo tat que equivale a cualidad.

Es una inclinación natural a hacer el bien. Si alguien es bondadoso tiene además una capacidad profunda para comprender a las personas.

El amor se expresa a través de la bondad.

No requiere discursos ni exclamaciones, la bondad es silenciosa, se devela mediante los gestos y los actos. Tiene un componente sutil y contundente a la vez.

Para ser bondadoso es necesario ser auténtico, no solamente parecer bueno.

En una antigua narración varios personajes se reunieron con una mujer y la interpelaron. Estaban la ira, la rabia, el enojo, el rencor, la venganza y otros. Le preguntaron cómo hacía para no reaccionar a las agresiones y a las presiones. La mujer sólo sonreía. Como insistieron tanto, les pidió que la siguieran.

Los llevó a un cementerio. Allí los animó a que gritaran insultos con todas sus fuerzas. Luego de hacerlo, les dijo que era necesario ahora que gritaran halagos.

En ese lugar parecían un grupo de locos. Luego, la mujer se sentó y les dijo a todos que era necesario aprender de los muertos. Como ellos, había que ser indiferentes a los insultos y también a los elogios. 

De esa indiferencia podía florecer la bondad.

¿Y tú, que tan bondadoso eres? cuéntame a [email protected] 

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