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PEQUEÑAS ESPECIES

UN INMENSO CARIÑO

Cuando vi por primera vez al "Pequeño Brauni" en los brazos de su dueña, me dio la impresión que se trataba de una mascota afortunada. Al contemplar la manera de hablarle a su perro corroboré mis ideas, su propietaria era una de esas personas que realmente se preocupa por sus animales.

Después de algunos años dedicados a la clínica de perros y gatos, me he dado cuenta que los veterinarios llegamos a desarrollar cierta perspicacia en lo que respecta a conocer la personalidad y carácter de las personas por la forma de tratar a sus mascotas.

"Brauni" es un pequeño perro de dos años de edad de la raza Dachshund, conocido como "Teckel" o "Salchicha", de color café, un excelente animal de compañía, tenaz, guardián, alegre, listo y algo celoso. Lo conocí cuando fue llevado a consulta por una enfermedad en la piel, mientras lo revisaba me di cuenta que en ningún momento abandonó los brazos de su dueña, como un niño que no se separa de su madre frente a un desconocido, temblaba nervioso pero sentía alivio cuando le hablaba su benefactora, siempre alerta para cualquier movimiento que yo hiciera, estaba tratando con un paciente que había ofendido su orgullo al tomar su temperatura rectal, no quitaba la vista de mis movimientos, se vuelve un juego de astucia y reflejos, se muestran aparentemente indiferentes y al menor descuido nos obsequian la dentellada, me hiciste aquello y yo recupero mi dignidad dejándote un recuerdo, así que tenemos que estar siempre alerta. Pasaron los meses y no supe más del pequeño Teckel, hasta que me visitó para la aplicación de vacunas, pero antes quise inspeccionar su piel para verificar si no había quedado secuelas de la dermatitis que había padecido, no sin antes colocarle un bozal, independientemente de que se trataba de una raza nerviosa, su mirada dejaba mucho que desear, estoy seguro que recordaba la visita anterior y por su expresión, el veterinario no era de su completo agrado, una vez más no se despegó de los brazos de su querida ama. Me extrañó ver a "Brauni" antes de la siguiente vacuna, ahora el problema consistía en una otitis, son razas propensas a estos padecimientos debido a la anatomía de sus grandes orejas que no permiten una ventilación adecuada. Mientras realizaba la limpieza de sus oídos y verificaba con el otoscopio el grado de la lesión, una vez más el pequeño salchicha fue amordazado difuminando así sus malévolas intenciones, toda la consulta se realizó en los sutiles brazos de su inseparable dueña. Al darle de alta del problema de oídos, su propietaria me explicó que amanecía con lagaña en ambos ojos, aproveché la oportunidad que me daba el bozal para checar su anterior otitis y a la vez confirmar su nueva conjuntivitis, una vez más en la mesa favorita de auscultación, los brazos de su ángel de la guarda.

Estando perfectamente de su piel, oídos y ojos, me explicaba su propietaria que al pasearlo por la calle, repentinamente presentaba accesos de tos, probablemente no era nada, me decía con una apenumbrada sonrisa. Después de revisarle, afortunadamente se encontraba en perfecto estado, a excepción de su dentadura que contaba con una placa abundante de sarro y gingivitis (inflamación de la encía), era necesario realizar una limpieza dental, le expliqué que era preciso sedar al paciente, pues la mayoría de los clientes se angustian por la aplicación de la anestesia, estuvo de acuerdo. Era la primera vez que "Brauni" se hallaba solo sobre la mesa de exploración, se encontraba sumamente nervioso, pues aún con el bozal al momento de inyectarle el tranquilizante trataba de morder a como diera lugar, pasaron los minutos y no se presentaba el efecto narcótico que esperaba, tuve que aplicar otra leve dosis, al parecer hubo respuesta después de unos minutos, se echó sobre la mesa de cirugía, retiré el bozal y al momento de sentir mi mano sobre su cabeza una vez más intentó morder, solo alcancé a escuchar el momento en que se cerraban las fauces en el aire, se puso de pie tambaleante, esperé unos minutos pues aún se encontraba lúcido y decidí aumentar la dosis, es mucho anestésico para su peso, pensé, apliqué la siguiente dosis con cierta suspicacia pero con seguridad de lo que hacía y al fin obtuve la respuesta deseada con el triple del tranquilizante para un perro de su talla, tardé más tiempo en dormir al pequeño salchicha que en realizar mi trabajo, afortunadamente existe un antídoto para el tranquilizante, así que en tres minutos se encontraba despierto.

Cuando volvió a casa al finalizar el día, me preguntó la dueña sobre su comportamiento, le respondí que había estado muy tranquilo (no le mencioné lo de la anestesia) tomándolo en sus brazos y susurrando al oído le dijo con voz maternal, se me hizo demasiado el tiempo sin verte "mi pequeño Brauni", ya te había explicado lo que te iba hacer el doctor, además fue por tu bien, nada malo te sucedió, sin prestar mucha atención por estar atento a mis movimientos, y no dejar de escapar la oportunidad de obsequiarme un recuerdo de su recién arreglada y reluciente dentadura, sin jamás abandonar los cálidos brazos de su protectora. No me equivoqué, mi receloso amigo se encontraba en un sitio privilegiado al tener como benefactora a una persona que cuando la vi por primera vez, me di cuenta que poseía un gran corazón.

Pasaron los meses cuando recibí una llamada de su dueña muy afligida, "Brauni" había salido de la casa y no había regresado, no estaba acostumbrado andar en las calles, preguntaba si lo habían llevado a la clínica como mascota extraviada, desafortunadamente no fue así, recuerdo que al cerrar la clínica busqué en los alrededores ya que siempre lo llevaban caminado con la correa. Cuando veía un perrito idéntico en la calle, me dirigía a saludarle por si me reconocía, estoy seguro que jamás olvidará a su veterinario que siempre quiso morder. Transcurrió el tiempo y jamás apareció mi pequeño amigo, el luto duró años, su ama jamás quiso adoptar otro perrito, que es el mejor antídoto para aliviar los recuerdos que deja la mascota cuando parte, conservaba la ilusión de que un día regresaría por el inmenso cariño que se tenían. Un buen día, tal vez "Brauni" desde el cielo de los perros, envió un simpático y enorme loro parlanchín a su dueña, que fue la herencia más preciada de una Tía muy querida, ahora es mi paciente y forma parte de la familia, el "Pequeño Periquín".

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