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DÓNDE COMIENZA EL CAMBIO

La noticia que ocupó los principales titulares de la semana fue la de las elecciones en Norteamérica. Difícil precisar que haya sido una sola causa, sino más bien la combinación de varios factores, lo que llevó a buena parte de la población digitalizada del mundo, a seguir día con día el avance de tales comicios. Si buscara definir los elementos causales para este seguimiento casi febril, mencionaría en primer lugar el tiempo que la contingencia nos da para estar conectados; en segunda, al mundo le interesa conocer qué implicaciones socioeconómicas representa el cambio o la permanencia de ese gobierno. Como vecinos de los EE. UU. sabemos lo que cada iniciativa gubernamental representa para las relaciones méxico-norteamericanas. Desde tratados como el T-MEC, hasta el simple cruce cotidiano de país a país. En la frontera coahuilense, las restricciones sanitarias para las ciudades hermanas han representado un declive marcado en la economía en ambos lados de la frontera: Para el sur de Texas parte del comercio se ha venido a pique, en tanto ha surgido aquel concepto sesentero de "los fayuqueros": Residentes o ciudadanos norteamericanos que surten la lista de encargos de los mexicanos y cobran por ello. De este lado también ha habido afectaciones: Los texanos pueden cruzar libremente, lo que inutiliza cualquier cerco sanitario para los coahuilenses. El turismo médico se mantiene, pero tal vez buena parte de las consultas tengan relación con el coronavirus, lo que dispara el riesgo para nuestro personal de salud. El giro recreativo sí lo ha resentido: Restaurantes y centros de diversión.

El tercer punto de la lista tiene que ver con redes sociales. A diferencia de lo que hacíamos años atrás, vaya, sin ir tan lejos, antes del inicio de la pandemia, la información que consultábamos provenía de distintas fuentes. Con motivo de las normas sanitarias de confinamiento, nos hemos inclinado hacia la tecnología para informarnos de lo que sucede más allá de nuestro hogar. Marco Antonio Paz Pellat, experto en políticas públicas y estrategia digital, señala en su colaboración del pasado viernes 6 para la revista digital Expreso, los efectos que las redes sociales vienen propiciando en los usuarios. Con frecuencia en sus exposiciones Marco alude a los algoritmos, fórmulas matemáticas que, con base en nuestras propias preferencias, nos van orientando como consumidores. Mediante leyes de probabilidad los algoritmos predicen mis gustos y necesidades, y comienzan a llevarme para hacer que yo consuma lo que la tecnología me sugiere, actividad por la que la plataforma será remunerada. Lo habitual es que yo, como internauta, no me percaté de que estoy siendo utilizado con fines mercantilistas. En palabras de Paz Pellat, cito: Hay que entender cómo funciona esta economía digital, donde el recurso escaso a explotar es la atención humana.

Otro singular fenómeno que propician las redes sociales es la polarización de opiniones. Detrás de ello hay intereses políticos y económicos muy poderosos, y nuevamente, caemos como moscas en trampa. Nos adherimos a quien emite apreciaciones que coinciden con las propias; comenzamos a seguir a otros generadores de contenidos similares, y nos vamos rodeando de personajes que piensan igual, llegando al punto de la ceguera intelectual: El momento cuando no veo en el horizonte otros contenidos que no sean semejantes a los míos, y así surge la falacia de que mi forma de pensar es la correcta. Se generan tribus digitales dispuestas a la guerra por defender lo suyo. Triste, tampoco estamos muy conscientes de que esa guerra que inicia frente a la pantalla propicia de manera progresiva odio y deseos de venganza. Así es como salimos a tomar las calles, a dañar sitios públicos y a violentar aquellos que identificamos como contrarios.

Si nuestro propio yo de hace diez o veinte años observara al yo que somos a finales del 2020, no dudo que se llevaría una sorpresa. Quizá no se reconocería en ese opinador que sube de tono y se violenta con tanta precipitación, en cuestión de minutos; ese que pasa del terreno de las opiniones a las descalificaciones contra el opositor por asuntos ajenos a la opinión, como serían rasgos físicos o vestimenta, hasta hallarnos, un rato después, recordando a su señora madre.

Esos mecanismos, que señala con maestría Paz Pellat, son las cuerdas negras de las redes sociales. Cuerdas que nos van llevando por caminos trazados por los amos del espacio digital, y que nosotros difícilmente alcanzamos a detectar. Cierto, para romper ese círculo vicioso se requieren cambios, legislaciones y regulaciones a nivel global. De lo que no hay duda, es de que estos cambios comienzan con nosotros, en este mismo instante.

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