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EL EXTRAVÍO ANTROPOLÓGICO Y SUS CONSECUENCIAS EN EL OBRAR HUMANO

Es cierto que siempre ha habido problemas, pero estos tiempos están especialmente complicados a causa del cambio de época que ya se estaba gestando desde antes de la pandemia, pero que ésta lo aceleró y le puso tintes especiales. El pluralismo, el relativismo y el subjetivismo que caracterizan nuestro tiempo han creado una grave crisis de identidad: ¿qué es el ser humano?, ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿A dónde va la humanidad? No obstante que estas preguntas fundamentales siempre han buscado ser resueltas por el hombre para dar sentido a su vida humana, sus esfuerzos para responderlas hoy parecen inútiles; los logros que había tenido se diluyen y desaparecen como una pompa de jabón a causa de este extravío antropológico.

Sin embargo, esto que pareciere pura especulación filosófica, en la práctica crea comportamientos que destruyen muchos de los logros y avances de la humanidad, afectando la cultura, la legislación, la ética, los hábitos de vida y de trabajo, las relaciones entre personas, las relaciones entre los sexos, la configuración familiar. Lo que antes nos daba seguridad se diluye, se derrite, se nos escapa de las manos como un hielo que se hace agua; se rechaza todo lo trascendente; todo es cambiante, no hay verdades eternas, no hay un futuro; el momento presente es lo único que existe. Las ilusiones, utopías, ideales y trascendencias desaparecen para dar paso a lo inmediato, a lo práctico a lo superficial, a lo sensible.

¿Hasta dónde llegaremos? Las tendencias se presentan dramáticas pues se pierde su identidad, su densidad de persona, en la inmensidad del cosmos del cual sólo es un punto. Una vez olvidada su grandeza de imagen divina, el ser humano puede entonces manipularse de mil maneras: genéticamente, comercialmente, políticamente; puede desecharse, modificarse caprichosamente, convertirse en instrumento de placer, en un medio para fines egoístas, en una mascota; se puede desechar "porque ya no sirve" (aborto, divorcio, eutanasia), "cambiarlo por otro modelo más nuevo o mejor" (manipulación genética, clonación, matrimonios inestables, relaciones prematrimoniales, infidelidad), "usarlo" independientemente de lo que sea (perversiones sexuales, prostitución, infidelidad, pederastia, relaciones sin compromiso…); "explotarlo" para fines egoístas (robos, secuestros, explotación infantil, explotación sexual); "controlar sus decisiones y gustos" (manipulación política, publicidad deshonesta, engañosa, tendenciosa, manipulación de masas); robarlo (corrupción, pobreza, injusticia), destruirlo (crimen, violencia de todo tipo). Desde esta perspectiva podemos descubrir y entender las situaciones actuales en el gobierno, en la educación, en la legislación, en la participación social.

Los errores en la identidad del ser de persona, afectan también a la concepción de Dios que, no obstante ser elemento esencial en el hombre, puede negarse (ateísmo, laicismo exacerbado, ateísmo práctico: como si Dios no existiera) o degenerarse (fanatismos, creencias mágicas, manipulación de la religiosidad para fines egoístas, errores, herejías), "creando" la divinidad a nuestra imagen y semejanza.

Sin la trascendencia, la imagen del hombre es errónea, incompleta, ya que sólo en Dios el hombre encuentra su identidad y vocación auténticas; entonces se construye una divinidad a nuestra medida, que complazca nuestros caprichos, que entre en el juego de los egoísmos, manipulable, divinidad metida en un sistema de corrupción. Un dios capitalista, que se le puede comprar, que admite competencias, que "bendice" con éxito económico. Que acepta sobornos y "mordidas". También la relación con la divinidad se ha convertido en un "supermercado de la religión" en la que, como en una gran tienda, se va poniendo en el carrito de las compras los elementos que más me gusten de las religiones, creando una religión que sincretiza las variadas preferencias. El hombre con una antropología en crisis se construye a sí mismo a su gusto y construye también un dios a su antojo.

¿Qué hacer? Después de un proceso de análisis, estamos invitados a intervenir en esas tendencias destructivas de la persona; para modificarlas con acciones concretas que cambien las tendencias destructivas del hombre. Sin duda habrá que hacer una verdadera conversión de todos, volver no sólo a la unidad sino a la verdadera comunión. Superar diferencias y perdonar deficiencias para entrar en un proyecto común de humanidad. Que los alejados regresen, que los dormidos despierten.

Retomar la identidad cristiana, a fin de cuentas, es la identidad más humana, porque le da al hombre la plenitud de su ser. La religión no es un asunto privado e individual. El hombre no puede perder su trascendencia pues es parte de su antropología, que lo sitúa no solo como el ser más maravillosos de la evolución sino como hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, partícipe de un proyecto amoroso que se le ha revelado.

Este proyecto se concretiza hoy en esta mística que supera la angustia y mantiene la coherencia con lo que somos. Invita a una comunión, a una continua conversión, una permanencia y profundización de la fe, que al proponer la comunión se sitúa en medio del gran reto del individualismo y de la intrascendencia del posmodernismo para superarlo.

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