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Moda y vestuario a la medida, a prueba de pandemias

Desde hace más de tres décadas, Téofilo Segura se desempeña como sastre y hace unos meses aterrizó en el Mercado Francisco I. Madero

El taller de Teófilo Segura, al interior del Mercado Madero en Torreón, cuenta con los instrumentos y el conocimiento para hacer sacos, pantalones y camisas. (FERNANDO COMPEÁN)

El taller de Teófilo Segura, al interior del Mercado Madero en Torreón, cuenta con los instrumentos y el conocimiento para hacer sacos, pantalones y camisas. (FERNANDO COMPEÁN)

IVÁN HERNÁNDEZ

Teófilo Segura, de 52 años de edad, acumula más de tres décadas de buenas hechuras. La cercanía con la cinta de medir, la remalladora, la recta y demás instrumentos del oficio inició a los 13, cuando se incorporó como mandadero a la rutina del 519 de la avenida Matamoros (Centro de Torreón), domicilio de la Sastrería Rodríguez.

Cuando rondaba la mayoría de edad vino su ascenso a la categoría de aprendiz. Se fue metiendo en el traje de sastre poco a poco. Lo dejaban poner un botón por aquí, un cierre por allá.

Su examen final consistió en hacer un pantalón para un cliente muy especial: él mismo.

El maestro le dijo: "Así es como aprendes, echando a perder lo tuyo". Desde luego, recibió la guía del mentor, marcó la medida sobre la tela, las tijeras entraron en acción y de ahí p'al real todo ha sido coser. "El pantalón sí me quedó bien", recuerda con orgullo.

Ya bien curtido en telas y puntadas, Segura se independizó. Hace unos meses aterrizó en el Mercado Francisco I. Madero; un conocido que tenía una ferretería le facilitó el local ubicado sobre la calle Juan E. García, entre avenidas Zacatecas y Artes Gráficas.

La pintura exterior todavía posee las señas del giro anterior. Basta con echar una mirada dentro del establecimiento para confirmar que ahí se hacen trabajos a la medida.

CAMBIO DE PIEL

Desde su mesa de trabajo, Téofilo ha observado los cambios en los gustos de la población torreonense a la hora de vestirse para la vida en sociedad.

Hace 20 años, comparte, era común que los hombres usaran trajes hechos por un sastre de confianza. Hoy día, la gente ya no manda hacer ropa a la medida; prefiere usar, por diversos motivos, prendas que no le quedan al detalle.

En aquellos días, rememora, la mezclilla era de lo más corriente que podía usarse: "Todo mundo andaba trajeado, si te veían con mezclilla, decían que eras albañil".

El taller de Segura cuenta con los instrumentos y el conocimiento para hacer sacos, pantalones, camisas. Sin embargo, la mayoría de sus clientes le piden ajustes.

"Ahorita tengo cuatro trajes para arreglo, hay que ajustar la manga y el ancho", comenta. "Chamba no falta, la sastrería da para vivir y de vez en cuando me cumplo uno que otro capricho", confía.

ETIQUETA

Sus clientes principales son vecinos de colonias como la Navarro o Torreón Jardín. Que le lleven buenas prendas no modifica su concepción del atuendo ideal.

"No hay como lo hecho a mano", dice y mira de reojo la máquina de coser.

En una tienda, expone, un traje fino cuesta unos 15 mil pesos; en su negocio, entre materiales y mano de obra, sale en 7 mil pesos.

La marca encarece el producto; también, reconoce, es lo que vende. A manera de evidencia extiende un saco que le llevaron para adecuar las medidas. "La etiqueta dice Hugo Boss, pero la tela es corrientita", declara mientras sus dedos palpan el material. "Yo hago uno así y me lo avientan en la cara", cuenta entre risas.

¿Cómo reconoces una tela fina? Porque está suavecita, dice Teófilo. Mientras más áspera, más corrientita. La seda lana, continúa, es un material de excelente calidad, no por nada cuesta unos 2 mil pesos el metro.

Para hacer su magia, el sastre ocupa que el cliente le entregue tres metros de tela; la confección reclama unos 2,500 pesos; el traje (saco y pantalón) de seda lana viene saliendo en 8,500 pesos. Aunque se trata de un buen precio, expone, las personas prefieren gastar una cantidad similar o mayor en una tienda, solo por la etiqueta.

En la sastrería de la Madero también se elaboran pantalones de mezclilla. Para ello, Teófilo ocupa un metro y medio de tela vaquera. El precio del material depende de la calidad: 30 pesos por metro en el rango bajo, 80 pesos en el alto.

Recuerda con agrado, por su dificultad, la manufactura de un pantalón de charro. Poner la botonadura de plata reclamó toda su pericia.

Los arreglos le dan para chivear. Reducir un pantalón (hacerlo una o dos tallas más pequeño) sale en 200 pesos; por coser la bastilla o un cierre cobra 70 pesos.

Segura disfruta de ayudar a que los clientes luzcan al puro trancazo.

UN ACCIDENTE

El oficio le dio para mantener a la descendencia, empero, ninguno de sus hijos quiso seguir ese camino de puntadas. "Nunca me he aburrido, soy mi propio jefe, me la paso tranquilo, avanzo en los trabajos a mi ritmo", comparte.

La vertiente moderna de los alfayates no está exenta de riesgos. Una vez, relata, la aguja de la máquina de coser se rompió y uno de los fragmentos salió disparado hacia su ojo. Él retiró la esquirla y, como parecía estar bien, no hizo por buscar atención médica. Cuando le contó lo ocurrido a su mentor, este lo mandó al médico. El profesional sanitario destacó la buena suerte del accidentado: el pedazo de metal había impactado la esclera (parte blanca del ojo); si hubiera atinado en la pupila o el iris, el resultado habría sido muy distinto. Le recetó unas gotas y ahí acabó la historia.

Tres décadas de esforzar la coordinación mano-ojo solo han mermado un poco su visión. Ocupa anteojos para enhebrar la aguja.

ELEGANCIA

La mayoría de los tratos se ejecutan con suavidad y contento. Sin embargo, no faltan los casos atípicos.

Por ejemplo, un cliente le dejó un saco para arreglo. En el bolsillo interior de la prenda, Segura encontró la billetera, en ella había efectivo y plásticos bancarios. Al cabo de unos días, el hombre volvió por la prenda y recibió su cartera intacta. "Cómo eres menso, te hubieras quedado con el dinero, ya cancelé las tarjetas", le dijo al sastre.

Teófilo no se tomó a mal aquel regaño. Después de todo, había cumplido con su misión, una que no ha cambiado: contribuir a que la gente se vea bien alineada, con prendas que recubran y estilicen su figura.

Acerca del contexto vírico de estos días, asegura que los clientes siguen acudiendo a su taller, van protegidos y él también acata las recomendaciones sanitarias. Su percepción es que la COVID-19 ha respetado la necesidad de vestir bien. Con pandemia o sin ella, sentencia, la elegancia tiene que seguir.

DÉCADAS

se ha mantenido Téofilo Segura en su labor como sastre en Torreón.

200

PESOS

es el precio que cobra Teófilo por reducir una o dos tallas un pantalón.

'Ahorita tengo cuatro trajes para arreglo, hay que ajustar la manga y el ancho', comenta el sastre. (FERNANDO COMPEÁN)
'Ahorita tengo cuatro trajes para arreglo, hay que ajustar la manga y el ancho', comenta el sastre. (FERNANDO COMPEÁN)
Don Teófilo comparte que hace 20 años era común que los hombres utilizaran trajes hechos por un sastre de confianza. Hoy prefieren adquirirlos en las tiendas. (FERNANDO COMPEÁN)
Don Teófilo comparte que hace 20 años era común que los hombres utilizaran trajes hechos por un sastre de confianza. Hoy prefieren adquirirlos en las tiendas. (FERNANDO COMPEÁN)
Téofilo ha observado los cambios en los gustos de la población en Torreón desde hace más de 20 años. (FERNANDO COMPEÁN)
Téofilo ha observado los cambios en los gustos de la población en Torreón desde hace más de 20 años. (FERNANDO COMPEÁN)

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Escrito en: sastres sastre Torreón crónica urbana

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