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Trabajadores de la salud regresan a sus labores sin certezas ni garantías

Bajo la condición de anonimato, las entrevistadas relataron sus testimonios y las condiciones en que se reincorporaron a trabajar en medio de la pandemia

Una trabajadora de la Clínica 18 del IMSS en Torreón relató que antes permitían faltar más de 21 días en caso de resultar contagiado de COVID, lapso que se ha ajustado según informes de los epidemiólogos. (EL SIGLO DE TORREÓN)

Una trabajadora de la Clínica 18 del IMSS en Torreón relató que antes permitían faltar más de 21 días en caso de resultar contagiado de COVID, lapso que se ha ajustado según informes de los epidemiólogos. (EL SIGLO DE TORREÓN)

IVÁN HERNÁNDEZ

Desde las entrañas de los hospitales que enfrentan al COVID-19, trabajadores de la salud relatan sus experiencias al ser parte de la primera línea de batalla y todas las dificultades que han tenido que atravesar durante esta pandemia. Estos son los testimonios.

TESTIMONIO DE UNA TRABAJADORA DEL IMSS EN GP

Cuando di positivo a COVID-19 en mi trabajo dijeron: "no puedes venir hasta que la prueba salga negativa".

A las tres semanas recibí el alta. Los controles todavía mostraban presencia del virus y yo aún sentía molestias. Solo estaban autorizados 21 días de ausencia como máximo. No era necesario, me dijeron, ni hacer más exámenes ni prolongar el periodo de recuperación.

El asunto fue muy distinto para compañeros que enfermaron antes que yo. Sus incapacidades se alargaron y se alargaron. Superaron el mes. Nadie les puso trabas.

Ahora, aunque el resultado de la comprobación no sea el deseado, aunque todavía traigas malestar, si no estás para ser intubado, si no andas en las últimas, regresas a trabajar.

No te dan ningún documento donde diga que ya te curaste, no es necesario porque se trata de una enfermedad general y no de un riesgo laboral.

El pasado 14 de julio se emitió un oficio (número 09 54 43 61 2700/0519, firmado por Ramón Alberto Rascón Pacheco, titular de la Coordinación de Vigilancia Epidemiológica del IMSS) que fija la incapacidad por coronavirus en 14 días, es decir, en dos semanas te recuperas y ya eres apto para volver a la chamba aunque tu organismo diga otra cosa. Si no te has compuesto en ese periodo, es un calvario, no aguantas el ritmo de la jornada.

Durante mi cuarentena, ningún doctor me revisó adecuadamente, todo fue a través de mensajes por WhatsApp. No a todos nos pega igual. A veces, los efectos del virus ameritan un examen físico. Ese fue mi caso. Un médico familiar determinó con facilidad que algo no andaba bien.

"Tienes que atenderte, lo tuyo amerita incapacidad pero, por sistema, ya no puedo darte más días", me dijo.

Confían la salud de los trabajadores a un algoritmo. (El nombre completo es Algoritmo diagnóstico y de alta sanitaria para personal de salud en unidades de atención y que presentan sintomatología de infección respiratoria aguda. Está disponible en la página coronavirus.gob.mex, en el menú Personal de salud, sección Documentos de consulta. El oficio ya mencionado contenía precisiones sobre este protocolo.) Si ya existiera la vacuna para este mal, otra cosa sería. Todavía falta para eso. Además, ignoramos mucho sobre las secuelas.

El virus se comporta de forma muy distinta en cada paciente. He sabido de adultos mayores que la libraron, también de adultos jóvenes que fallecieron. Recuerdo el caso de un hombre menor de 40 años. No era hipertenso ni diabético. Su estado empeoró en 72 horas y murió al cuarto día.

Que una persona vuelva al trabajo sin haberse aliviado va contra el sentido común. Así te reincorporan al trajín: todavía con la carga viral y dolencias. También depende mucho de cada quien, tú puedes decir: "Salí positivo, me siento bien, voy al trabajo", pero eso está mal.

En el hospital me dijeron que a los 10 días del inicio de los síntomas ya no propagas el virus. Yo he leído sobre personas que hasta 28 días después todavía lo transmiten.

REBASADOS

Me contagié durante o después de un procedimiento. Un compañero andaba con síntomas, dijo que ya se había hecho la prueba. Al día siguiente ya no fue. Esa misma semana, varios de los que estábamos con él empezamos a sentirnos mal.

Después, ya como parte de la estadística, atestigüé de primera mano que el cerco sanitario (la búsqueda de posibles portadores del virus en el entorno cercano del enfermo) no es verdad. Ni la clínica que te atiende ni tu centro de trabajo quieren aplicar los test a la gente que espera por ti en casa. Recurres a otras instancias para saber a ciencia cierta si tus seres queridos están sanos.

Desde que empecé con los síntomas he acudido varias veces al sitio de las pruebas. En cada ocasión he visto a muchos compañeros y siempre son personas distintas, pero no del área COVID, ellos están mejor protegidos.

Creo que la enfermedad ya nos rebasó. Una vez me tocó hacer fila junto a otros 30 compañeros. Unos esperaban para la toma de muestra. Otros acudíamos a cita de control porque ya nos habíamos contagiado.

Los internos también han engrosado la estadística. Aunque son estudiantes los obligan a ir.

LICENCIAS

El personal disponible es insuficiente. Antes que la enfermedad, nos pegó el tema de las licencias.

Muchos se fueron con permiso por hipertensión, obesidad mórbida, diabetes. Embarazadas y lactantes son otras ausentes. (Esto por un acuerdo entre el IMSS y el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social que entró en vigor el pasado 23 de marzo. Más grupos considerados dentro del acuerdo fueron los empleados mayores de 65 años, aquellos que viven con VIH o con inmunosupresión y quienes padecen enfermedades respiratorias). Ignoro la cifra exacta. Escuché que se fueron cerca de cien.

Ahora, con buena parte de la plantilla contagiada, los jefes quieren recuperar a quienes andan de permiso, hallar el modo de que esa gente regrese. Han entrado compañeros nuevos pero varios ya se infectaron. Los que estamos ya no podemos.

La última vez que revisé, el área COVID estaba saturada. En piso tuvimos pleno de pacientes, una veintena, porque desalojaron Urgencias. Terapia Intensiva también estaba llena de afectados por el virus.

CÓMO CAMBIÓ

Cuando comenzaron las noticias de la pandemia en la clínica había mucho escepticismo. Decíamos que la enfermedad no iba a llegar a La Laguna.

Atendemos a víctimas de la COVID-19 desde marzo. En los primeros días de abril se abrió la zona de aislamiento.

Hoy en día, quienes laboramos ahí sabemos que fuera del área asegurada el mal respiratorio encuentra víctimas con relativa facilidad.

Sucede, por ejemplo, que una embarazada llega con fiebre a las instalaciones y así la ingresan. La ponen junto a otras gestantes. No trae la prueba y va por una cesárea urgente. El parto no espera a que el personal médico sepa qué trae la mujer.

No ayuda que coronavirus, pacientes y personal del hospital circulen por los mismos espacios. Menciono un ejemplo: el ascensor es el mismo para todos. Aunque no ingreses en la sección a la que nadie quiere entrar, la posibilidad de infección está latente.

Hay cosas que sencillamente no deberían suceder, como llevar casos sospechosos al área COVID. Lo digo por experiencia propia. Un día, entré en la sala reservada. En ese momento ya sabía que era positiva. Había otras dos personas cerca de mí. Ellas eran sospechosas, dijeron que traían fiebre y dolor de cabeza. Al instante sentí pena. Pensé: ¿Y si ellos no tienen y yo los contagio?

GASTOS PARA INSUMOS

Sé que la clínica ha recibido donaciones para proteger al personal. A mí nunca me ha tocado nada. Resguardan el material y lo entregan conforme se va necesitando, eso nos dicen.

Me ha pasado que adquirir artículos (tapabocas, lentes de seguridad, caretas, overoles) acaba con mi quincena. Desde el inicio de la pandemia he gastado cerca de 10 mil pesos.

Una cajita con 50 cubrebocas de triple capa cuesta mil pesos. Aunque no son mascarillas n95 protegen más que los tapabocas hechizos que nos dan en el trabajo, digo hechizos porque son delgaditos, transparentes y no traen elástico sino hilo.

Las jefas dicen: "Protégete, compra tus cosas, nosotras no tenemos para darte". Si empezamos a exigir materiales la respuesta es: "No hay y no va a haber".

En mi área no hay jabón para lavarse las manos ni agua para tomar. Los compañeros nos organizamos y compramos desinfectantes (cloro y lysol).

Estoy en un puesto donde me expongo a contraer alguna enfermedad por contacto directo con pacientes, sin embargo, no me dan el concepto de infectocontagiosidad. Trabajo en un hospital COVID, no me entregan el bono respectivo. Sé de compañeros de la sección restringida que no han recibido la bonificación. También sé que el bono le llegó a personas que siguen de permiso.

SALUD MENTAL

Sería bueno recibir asistencia psicológica. En varios momentos me he sentido a punto de colapsar.

Muchos factores pesan sobre tu ánimo. Temes por ti, por tu familia. Cuando das positivo y alguien cercano a ti sale contagiado, te sientes fatal.

He pensado varias veces en dejar mi hogar por un tiempo. Es difícil digerir que le llevaste el mal a un familiar. Sabes que fuiste tú porque tus seres queridos no salen a ningún lado, siguen resguardados, eres tú quien ha recalcado la importancia de quedarse en casa.

Ahora mismo me preocupa el asunto de la reinfección. Me han dicho que mientras más leve sea el efecto de la COVID-19 en tu organismo menos anticuerpos generas, es decir, ya saliste de una, mas puedes sufrir de nuevo a causa del virus en cualquier momento.

También afecta el hecho de que mucha gente todavía no cree. Ver las redes sociales causa depresión.

Cuidar la parte mental del personal sanitario no es un asunto baladí.

Hace unas semanas, un médico anestesiólogo dio positivo. Fue a cuarentena. Volvió al trabajo. Todo normal. A los pocos días, se suicidó (5 de julio en Lerdo, Durango). Se dijo que tenía problemas en casa, que el coronavirus no lo mató pero, cómo no ver una relación entre la enfermedad, el confinamiento y la decisión que tomó a los pocos días de su regreso.

TESTIMONIO DE UNA TRABAJADORA DE LA CLÍNICA 18 EN TORREÓN

En mi área, según los jefes, no hay riesgo de contagio. Comencé a mostrar síntomas y me dieron una incapacidad por 72 horas. El resultado de mi test tardó cinco días en llegar. Duré en cuarentena poco más de dos semanas. Varios compañeros recibimos el aviso de que ya no iban a extendernos la baja laboral.

El protocolo de actuación en el IMSS tiene un problema. Dicta que las cosas ocurren de un solo modo. Por ejemplo, en cuánto tiempo ya estás recuperado y puedes regresar a la clínica. Volví al trabajo con secuelas.

Antes permitían faltar más de 21 días, hasta que la prueba saliera negativa. Como los epidemiólogos siguen investigando y supuestamente han reunido más evidencias para sustentar sus conclusiones, introducen ajustes. Tú no sabes si es cierto. Notas fácilmente que no se unifican criterios.

Debo hacerme un estudio para determinar si ya no tengo el virus en mi cuerpo. Me han dicho que espere a que se cumpla un mes desde la aparición de los signos de la enfermedad. Nadie me pide ese análisis. Lo haré para sentirme más tranquila.

Leí en algún lado que es posible seguir dando positivo hasta dos meses después de que confirman tu contagio. El rastro del mal persiste aunque ya no lo propagues.

Se supone que superé al agente infeccioso, igual soy precavida. Mantengo la distancia con mis compañeros, intento cuidarme y cuidar a las personas a mi alrededor.

Hay mucha información circulando, muchas opiniones, muchas versiones.

Un médico me dijo que no creamos inmunidad. En un lado dicen que dejas de ser fuente de transmisión después de X o Y días. En otro difunden que la reinfección puede ser mortal. ¿Cierto? ¿Falso? No sé.

ANGUSTIA

En la clínica me dijeron que pesqué el mal respiratorio fuera de las instalaciones y me dieron la incapacidad por enfermedad general, no por riesgo de trabajo.

Cómo no enfadarse. ¿Qué creen (los jefes) que andamos haciendo fuera de la chamba?

Al concluir cada turno, muchos compañeros nos lavamos y nos cambiamos de ropa ahí mismo, en la clínica; para mayor seguridad, hemos adaptado algún espacio en casa donde desinfectarnos antes de acercanos a nuestras familia; no queremos trasladar el microorganismo a nuestro hogar.

Yo no estoy en el área COVID pero laboro en un hospital COVID. Tomar las debidas precauciones durante la jornada a veces no alcanza.

Pienso que contraje el virus en un área por la que circulan tanto pacientes como trabajadores. Ubico en específico el momento en que un compañero vestido con todo el equipo de protección de la sala restringida pasó muy cerca de mí. Solo después, cuando comencé a sentirme mal, recordé la tercera vía de transmisión, la aérea.

Un ascensor es especialmente peligroso. La clínica tiene dos: uno exclusivo para coronavirus y otro para, digamos, servicio general.

El triaje respiratorio (área ubicada en el sótano de la 18 que canaliza a individuos bajo sospecha de portar el virus al nivel de atención adecuado) manda casos probables a Rayos X (planta baja) por una placa de tórax con el fin de observar la condición del pulmón.

Como los aquejados traen dificultad para respirar, los suben por el elevador más cercano al triaje, el de servicio general.

Una modificación que ha venido bien es separar a sospechosos y confirmados. Antes los mezclaban. Ahora, cada grupo tiene su espacio en el segundo piso. El ala oriente para los primeros, la poniente para los segundos. Sin embargo, como no hay suficientes camas en ese nivel, Urgencias se convirtió en otra sección para la pandemia.

ROL COVID

La plantilla en activo es bastante corta. Muchos compañeros se fueron con licencia.

Hace unos días nos avisaron que todo el personal de la 18, los que sí andamos circulando, ingresará al área COVID. Los jefes harán un rol y el trabajador no tendrá otra opción que acatar la orden. Esa noticia me tiene muy nerviosa.

Hace tiempo nos dijeron que todos los empleados del sector salud recibirían un bono. La idea me pareció injusta porque no todos ingresamos a la primera línea de atención. Quienes cuidan a los pacientes en aislamiento, decía, merecen esa retribución.

Con la novedad del rol entre ceja y ceja, ahora pienso: "No me importa, no lo busco, ojalá no me llegue, ojalá con eso pueda decir que no me pongan ahí porque a mí no me ha llegado ese dinero".

En verdad creo que no podría portar todo el equipo de protección en este momento. Hay ocasiones en que apenas si tolero el cubrebocas, me falta el aire.

El rol COVID me tiene angustiada. Cargar contigo el virus, las dificultades en el trabajo, el temor por dañar a tu familia, todo contribuye a que te sientas abatido.

(Otra empleada de la clínica mencionó que las rotaciones en la zona restringida se efectuarán cada 15 días y que todo el personal recibirá la bonificación por pandemia. El concepto se verá reflejado en el pago de nómina posterior al término de su guardia COVID. A propósito de los permisos, otra sanitaria del IMSS dijo que en agosto concluirá el periodo de gracia pero, no es seguro el retorno de esos trabajadores, aún pueden presentar un documento que diga que están enfermos y ameritan incapacidad.)

UN NÚMERO

Ahora que atravesé por todo esto, cambió el modo en que percibo a la gente que no cree. Duelen todavía más comentarios como el de que nos pagan por matar a la gente. Poner tanto empeño, tanto amor en sacar adelante al prójimo y que te digan ese tipo de cosas.

Hasta hoy no me ha tocado sufrir discriminación por causa de mi profesión o por haber contraído la enfermedad. Solo he sabido de una compañera que batalla con el transporte público. Los operadores ven su uniforme y no la quieren subir al camión.

También me he enterado de casos, no aquí en La Laguna sino en algunas partes de Coahuila y en el sur del país, de compañeros sancionados, castigados incluso con la rescisión (anulación) de su contrato, por manifestarse contra la falta de equipo de protección.

Si supero esto (la pandemia), lo tengo claro, voy a ocupar una muy buena terapia.

En el Seguro no me han brindado ningún tipo de ayuda psicológica. La voy a buscar por mi cuenta. Invertir en el personal sanitario debería ser un asunto prioritario. Hace poco me platicaron lo que hace una empresa de la región para cuidar a sus empleados. Primero me sorprendí ante la seriedad con la que han abordado el escenario infeccioso. Luego, me dio tristeza, me vi como un número más.

Mientras haya con quien cubrir tu vacante, a mis jefes no les importa si regreso o no.

TESTIMONIO DE UNA TRABAJADORA DE LA CLÍNICA 16 EN TORREÓN

Hoy en día, las dificultades del sector salud no se originan dentro de las clínicas. Nacen afuera, con aquellos que al no creer en la gravedad del COVID-19 desoyen las recomendaciones. Si a eso agregamos la falta de controles fuertes para impedir que el virus se propague, el resultado es la saturación que ya vemos.

En marzo pasado llegaban uno o dos casos, era noticia para nosotros (los trabajadores sanitarios), la gente estaba asustada y no salía.

En abril, la gente seguía resguardada, la cantidad subió un poco, dos o tres personas.

Al mes siguiente, después del 10 de mayo, subió el índice, siete, ocho pacientes, nosotros pensábamos: "Ya empezó a caer la gente del Día de las Madres". La situación aún era manejable.

Junio trajo la reactivación económica y con ella, el número de encamados se disparó.

Estar resguardados funcionaba, nosotros lo veíamos, pero la gente no. Ya en julio, 40 pacientes internados, es decir, con algún grado de complicación. La cifra no baja porque hay lista de espera, al menos diez enfermos aguardan por un sitio.

Cuando declararon a la 16 hospital COVID habilitaron 24 camas, todo el primer piso. Luego, cedieron siete lugares en el quinto nivel. Ahora, la mitad del quinto piso también está reservada para aquejados por el mal respiratorio.

Abrir cupo ha causado que el virus esté presente en otras secciones, en otros pisos, donde no había al inicio. Sucede que a veces ingresan a personas aquejadas por síntomas confusos. Son acomodadas en uno u otro nivel de la clínica con base en la información disponible, por ejemplo, en el tercer piso, entre las embarazadas. Cuatro o cinco días después son clasificadas como víctimas de la pandemia.

Para introducir a quienes requieren la asistencia de las áreas COVID, pacientes que ya tienen tiempo dentro de las zonas de contención son enviados a otras salas de la clínica. A esos desalojados al principio los aislaban, ahorita ya no. El aislamiento riguroso se respeta, calculo, en un 70 por ciento de los casos.

CONTAGIADERO

La moral de la plantilla anda baja. A principios de marzo comenzamos a quejarnos por la falta de garantías de protección y seguimos igual.

Además, muy pocos estamos trabajando. En un turno, digamos el nocturno, si la plantilla completa es de 200 elementos sólo 70 pasan lista de presente. Muchos de los ausentes están de licencia (el permiso acordado entre el IMSS y el SNTSS). A esas bajas hay que agregar las causadas por el virus.

Las infecciones del personal se han disparado. Curiosamente, los primeros en contagiarse fueron aquellos que no tenían contacto con los pacientes, hablo de jefas y subjefas de piso.

Existe la sospecha de que entre nosotros hay compañeros asintomáticos. La duda persiste porque sin signos del mal respiratorio no se justifica hacer la prueba.

Si te pega el COVID-19 recibes una incapacidad por enfermedad general. El concepto se mantiene a lo largo de la cuarentena.

Cuando traes fiebre, tos, cansancio, etcétera, pero tu resultado sale negativo, te descansan una semana. Si persiste el malestar, extienden la incapacidad a 14 días. Terminado ese periodo, regresas.

A últimas fechas ocurre que dar positivo no te manda a casa: "¿No te sientes mal? Bueno, mientras no muestres síntomas, sigue trabajando". Esa postura, a mi parecer, es propiciar un contagiadero bárbaro. Pienso que el COVID-19 ya nos sobrepasó, ya superó el límite que podemos permitirnos. Por eso no le están dando la importancia de los primeros días, ya es más como decir "el que sigue, el que sigue, el que sigue".

La gente cree que por ser de la casa nos atienden muy bien en las clínicas. No es cierto. Normalmente recibimos el peor de los tratos.

Mi opinión es que deberían cuidarnos. Los sanitarios disponibles somos escasos. En ocasiones, apenas hay diez trabajadores para atender un piso durante un turno de 12 horas seguidas. La carga de cada uno es enorme.

RIESGO

Insistir para que el Seguro nos proporcione el equipo que usan en otros lados no sirve de nada. Por eso empezamos a comprarlo de nuestra bolsa.

Desde marzo pasado he invertido unos cuatro mil o cinco mil pesos en artículos para mantenerme sana. Todavía tengo material pero, como esto se va a extender, debo ir juntando para más.

El instituto solo nos da overol cuando caen donaciones. Lo normal es que te den una bata muy transparente, que no te cubre nada y que a veces se queda corta, llega hasta la rodilla. Algo similar ocurre con las botas. No son para nada gruesas. También te entregan dos pares de guantes, se requiere otro par.

En síntesis, el EPP (equipo de protección personal) no es el adecuado. Es algo que peleamos. La respuesta institucional dice que nos entregan el equipo estipulado. Y todavía nos recuerdan que el contagio es por contacto.

Un beneficio de la lucha, el bono por pandemia, sí lo han depositado, pero no a todos los que corren el riesgo de infectarse. Sí les llegó, en cambio, a compañeros de permiso.

Ahora tenemos un compromiso. El Seguro entregará ese concepto especial con efecto retroactivo. Ya depositaron lo de una quincena. Quedan varias pendientes.

ABASTO

Todo el personal disponible ya está pasando por las áreas COVID. Nos toca una semana sí y una semana no.

Hay que ingresar bien preparado y mentalizado. Una vez puesta la armadura sanitaria no puedes quitártela para nada, no comes, no tomas agua, no vas al baño. Son ocho (para los turnos matutino y vespertino) o doce horas (en el nocturno) seguidas.

Sabemos que esto nos va a pasar factura algún día. Es algo que hace daño a nuestros cuerpos.

Nuestras jefas vigilan que nadie se escabulla del sector aislado y que no adoptemos ningún tipo de organización, por ejemplo, si somos seis, que tres ingresen de tal hora a tal hora y que los otros tres completen la jornada. La instrucción es: todos entran y todos salen al mismo tiempo.

Al estrés de pasar los días en un hospital COVID debemos sumar el agotamiento físico y las dificultades para cumplir con nuestra labor.

La tensión es demasiada. Un simple error al quitarnos el EPP y ya nos contagiamos. Luego, vamos a la casa, con nuestras familias.

En el tema de la salud mental del trabajador sanitario nadie hace nada. ¿Qué podemos esperar si no recibimos ni una palabra de aliento de quienes nos dirigen?

CAUSA Y EFECTO

Lo más trágico es la muerte. Un compañero acaba de fallecer por COVID-19. Contrajo el virus y tenía hepatitis.

Otra colega estuvo a nada de sufrir una trombosis pulmonar. Ya regresó al trabajo. Todavía no se siente bien. Se está arriesgando.

Otros, que volvieron pronto porque no desarrollaron síntomas serios, suben de un piso a otro y lo resienten.

Queda daño pulmonar. No recuperas el total de la oxigenación.

Es preocupante que no se prolongue la baja laboral hasta que la recuperación sea completa, pero lo entiendo. La plantilla disponible es muy corta. A eso atribuyo tanto la decisión de acortar las incapacidades como la orden de que todos pasemos por el área COVID.

Mucho compañero sigue de licencia y van a continuar los contagios del personal, con su carga de bajas temporales, si es que las autorizan. Así como vamos puede que nos nieguen ese derecho.

Ya se habla de que el escenario de pandemia se extenderá hasta noviembre. Cuando lleguemos a noviembre nos dirán que seguiremos en las mismas hasta enero.

Como esto va para largo, el instituto debería contratar más gente. Los refuerzos llegados en estos días de pandemia son insuficientes. No sé la cantidad exacta de contratados en fecha reciente. Con base en lo observado durante mi turno, puedo asegurar que no se satisface la demanda de servicios sanitarios.

Algoritmo de acuerdo al Seguro Social

Al interior del Instituto se maneja la siguiente información con respecto al algoritmo:

a) La prueba PCR (el test estándar para COVID-19) puede salir positiva hasta ocho semanas después del inicio de los síntomas. Esto no significa que se registren complicaciones o que persista la enfermedad. La PCR detecta material genético del virus aunque este ya no se encuentre presente y la persona ya no sea transmisora.

b) Cuadros leves (los que no requieren hospitalización) son contagiosos durante 10 días. Los casos graves alcanzan los 19 días con capacidad para propagar el agente nocivo.

c) Ante el avance en la investigación de la enfermedad y su transmisibilidad, la toma de una segunda muestra para determinar la reincorporación -requisito al inicio de la pandemia- ha perdido su razón de ser.

d) En el protocolo vigente, agotados 14 días del inicio de la sintomatología, el sanitario puede regresar a laboral. Si el empleado considera que los signos de la enfermedad justifican extender la incapacidad, debe solicitar que su condición sea valorada en el triaje respiratorio.

Las entrevistadas accedieron a dar su testimonio bajo condición de anonimato. El Reglamento Interior del IMSS prohíbe revelar o dar a conocer asuntos de carácter privado o confidencial del Instituto (artículo 64, sobre las obligaciones de los empleados, numeral VII).

Este medio buscó a las autoridades del IMSS en la Comarca para que ofrecieran su versión sobre los temas aquí expuestos, como la cantidad de trabajadores de permiso o el número de empleados que han dado positivo a COVID y que, al mostrar síntomas leves, siguen laborando. Hasta el cierre de la edición no habían dado respuesta a ninguno de los planteamientos formulados.

(EL SIGLO DE TORREÓN)
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