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LOS OBISPOS DE MÉXICO CONTRA LA INCULTURA DE LA MUERTE (PARTE II)

ARTURO MACÍAS PEDROZA

El pasado 16 de julio sale a la luz una declaración conjunta de los obispos mexicanos, manifestando la doctrina sobre la vida y la dignidad de la persona humana. Su importancia radica en que se puede considerar una clara oposición a las tendencias ideológicas que están buscando imponerse. De hecho, algunos pedían desde hace tiempo esta toma de posición por parte de la jerarquía católica, otros no creían que lo haría, otros lo temían y los más ni lo esperaban.

Este documento, aunado a uno publicado 15 días antes, en el que los obispos "abrazan", al pueblo mexicano (y cuyo contenido se comenta en la entrega anterior), define la posición de la Iglesia y lanza a la acción y participación de los fieles, sabedores de su capacidad de influir fuertemente en la reorientación de tendencias que están produciendo muerte, hambre y miseria. Se recomienda recurrir directamente a los textos originales (Cfr. "Abrazar a nuestro pueblo en su dolor" y "Declaración conjunta de los Obispos de México sobre el don de la vida y la dignidad de la persona humana" www.cem.org.mx).

La declaración del 29 de junio señalaba, entre otras cosas, la falta de trasparencia en la información, la necesidad de fortalecer el sistema de salud y de protección de los valores familiares, la pérdida de puestos de trabajo y la urgente necesidad de promover una economía solidaria. En ella se llama a alzar la voz y a participar para solucionar los problemas de violencia, de democracia y de fragmentación social.

En la declaración del 16 der julio sobre el don de la vida y la dignidad humana que ahora nos ocupa, elenca algunas de las manifetaciones más visibles de la "anticultura de la muerte" como el aumento del número y crueldad de los actos de violencia, el considerar la vida de un hijo como un derecho de un adulto, la insensibilidad ante la eutanacia y el divorcio, los intentos de legalizar las drogas, la visión pobre y distorsionada de la sexualidad, la corrupción, la explotación sexual y laboral de personas, la indiferencia ante la pobreza y el daño de la naturaleza.

Con claridad alude directamente a las propuestas de programas, leyes y criterios judiciales contrarios a la vida y dignidad de la persona humana, declarando su compromiso por sustituir la anticultura de la muerte por la cultura de la vida con una participación constructiva y propositiva.

El documento hace un llamado a servidores públicos, artístas, representantes de la cultura, médicos, abogados y otros profesioniales, a promover en corresponsabilidad la agenda social en favor de la vida, de la dignidad de la persona, del bien de la familia y del desarrollo de la sociedad. La Iglesia toma así el liderazgo para unificar fuerzas y crear contrapesos que tanto hacían falta en el país y que no se veía hasta ahora de donde pudiesen venir.

Los fundamentos de doctrina son puestos con claridad, oponiéndose expresamente a tendencias contrarias que desde el gobierno y la legislación se están promoviendo y liberando también de ambigüedades dentro de los mismos fieles que, ante la fuerza de los medios y las modas y ante la falta que había de definiciones claras, estaban coqueteando con opiniones y prácticas contrarias a la vida y a la fe.

Algunas de las declaraciones del documento son:

• La persona humana, merece ser amada por si misma y por tanto nunca debe ser usada como un medio;

• De acuerdo con la evidencia científica, la vida de cada ser humano comienza con la concepción, por lo cual, debe ser reconocido su derecho inalienable a ser tratado como persona en todo momento, sin limitar ese derecho por su grado de desarrollo, su salud, su origen o su condición social o económica;

• Denuncian todo intento de legalizar el aborto, la eutanasia y las drogas;

• Se comprometen a atender a los más vulnerables, a anunciar el matrimonio hombre-mujer como espacio de realización de la persona humana y de apertura a la vida;

• Proclama la adopción de niños por un hogar heterosexual;

• Se opone a la explotación de la mujer que supone la renta de vientres; denuncian también la doble vida; llaman a no destruir la naturaleza;

• Se oponen a limitar los derechos a la libre expresión y a la libertad religiosa;

• Exhortan a los asesinos, secuestradores y extorsionadores a abandonar el camino del mal, a las autoridades les exige la vigencia plena del Estado de Derecho y los fieles invitan a construir una sociedad en paz y respetuosa e las leyes justas;

• A quienes han participado en la promoción o procuración del aborto, les recuerda que caen en excomunión y exhortan al arrepentimiento.

Ciertamente los obispos no podían quedar indiferentes ante los grandes atropellos que se cometen contra la vida y la dignidad de la persona humana. Las familias, ante la vulnerbilidad de la que son víctimas, necesitan experimentar la presencia de Dios en la persona de sus pastores. La promoción de una cultura de la vida desde la comunión orgánica transversal y participativa de la Iglesia, podrá crear vida en abundancia y no solo sobrevivencia, como respuesta a un pueblo traicionado y desesperanzado.

Ante esta declaración, las reacciones en su contra son previsibles, pero puede ser también la oportunidad de quienes en verdad buscan el bien del país, de sumares a esta agenda social en favor de la vida y la dignidad de la persona, como respuesta a la incertidumbre y el miedo al futuro que la época actual nos propone, mutilando y desdibujando la figura humana.

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