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CONTRALUZ

FRENTE COMÚN

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

En sus inicios la ciencia partió de la suposición. Imagino a los primeros investigadores de la historia observando los hechos alrededor suyo; reflexionando, viendo y tomando apresuradas notas, o quizá archivando en la mente suposiciones que más delante tratarían de probar una y otra vez. Muchas habrán sido las hipótesis descartadas, otras darían pie a nuevas investigaciones para comprobarlas de manera sistemática, hasta llegar a la verdad.

Frente al COVID-19 vivimos tiempos de incertidumbre que nos remiten a pensar en los inicios de la investigación científica. Con relación a esos ancestrales investigadores, el panorama es halagüeño; ahora contamos con múltiples procedimientos que vuelven más sencillo y acertado el estudio de una enfermedad. Con todo y lo anterior, nos hallamos, en este caso particular, azorados, alarmados y descubriendo nuevas cosas cada día. Entre los hallazgos más recientes está la conclusión que presentan a la OMS más de 200 investigadores de 32 países alrededor del mundo. Concluyen que el virus es tan ligero, que resulta capaz de desplazarse a grandes distancias y penetrar estructuras que suponíamos impermeables a su paso. A raíz de este nuevo conocimiento las medidas sanitarias se intensifican; es recomendable evitar espacios cerrados, dentro de los cuales la exhalación producida al hablar, puede transmitir el virus a personas situadas más allá de la considerada "sana distancia". Así pues, se recomienda evitar los espacios cerrados, aun si utilizamos cubrebocas.

Los más grandes investigadores tienen la humildad de reconocer que cada día se aprenden cosas nuevas, es parte de su formación profesional. Se dejan de lado los egos personales para someterse al rigor metodológico, en aras de encontrar la verdad. Ninguno de ellos podría afirmar, hasta el momento, que conozca todo sobre la enfermedad ni sobre cómo prevenirla. Por desgracia allá afuera abundan los seudocientíficos de inspiración, quienes nos quieren vender la idea de tal o cual producto o procedimiento milagroso, para ponerse a salvo de la enfermedad, misma que ha cobrado millones de vidas por el mundo. Otras conductas de alto riesgo tienen que ver con la ignorancia supina en determinados grupos de población, como son -por desgracia-- diversas comunidades chiapanecas, donde hay la creencia de que las medidas sanitarias de desinfección son un modo de sembrar el virus para que la gente enferma y muera. Tanto así, que se han negado a que se fumiguen sus comunidades para evitar la proliferación del mosquito productor del dengue.

No es de extrañar: Con el temor como escenario de fondo, una idea llega y prende, hasta volverse incendiaria. Actuar en grupo empodera a cada individuo, éste se vuelve capaz de hacer mucho más daño que si actuara solo. El grupo pasa a convertirse en una masa que alcanza niveles irracionales en su avance. Así han atacado a otros seres humanos, en algunos casos hasta terminar con su vida; han incendiado inmuebles; ambulancias; material y equipo. La masa es movida por un disparador: una simple frase que alguno de ellos lanzó en voz alta y cundió de inmediato.

Actualmente nos hallamos parados en un punto histórico que demanda la participación ciudadana. Está visto que la autoridad es paternalista y blandengue. Ante una emergencia como el COVID pide las cosas de favor en vez de imponer el cumplimiento de normas precisas. En la gran mayoría de estados y municipios no se obliga al uso de cubrebocas. Hemos visto casos en los que un uniformado solicita a un civil someterse a medidas higiénicas, y por hacerlo termina insultado y golpeado, algo de lo que dan cuenta varios videos en redes sociales. Así poco o nada va a lograrse.

Viene a mi mente el movimiento #MeToo, que finalmente puso en la cárcel a Harvey Weinstein. Una primera mujer que sufrió abuso sexual por parte de este personaje externó su situación particular; de ahí una segunda y una tercera… hasta que fue todo un grupo de hollywoodenses, y más delante avanzó como una onda imparable alrededor del mundo. Ninguna de las mujeres que expresó su agravio tuvo miedo; ninguna pensó que su participación no serviría de nada…Y entre todas lograron que se hiciera justicia.

Así, de esta manera, quiero imaginar: ¿Qué pasaría si a quien circula en lugares públicos sin cubrebocas, comenzamos todos a comunicarle nuestra reprobación? Que no sea una ni dos voces las que se levanten, sino uno tras otro todos aquellos que sí utilizamos cubrebocas. Un frente común y solidario de reprobación, que a donde quiera que vaya lo perciba. Tal vez no llegue a generarle conciencia, pero sí lo desanimará a seguir haciendo lo mismo.

En esta etapa la molicie es nuestro propio "Carón". De nosotros depende permanecer o partir.

https://contraluzcoah.blogspot.com/

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