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Un nuevo capítulo en la integración regional de América del Norte

ANTONIO MICHEL

En medio de la crisis sanitaria producida por el COVID-19, América del Norte tiene un motivo para celebrar: el paso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Los gobiernos concretan un paso en la relación trilateral, mientras que los empresarios festejan la continuación del mercado libre en la región y la modernización de aspectos clave. Todos los sectores de los tres países sentirán alivio tras la materialización de años de negociaciones. Los esfuerzos han fructificado este acuerdo que hoy entra en vigor. El 1 de julio marca la culminación de un proceso largo y a la vez el comienzo de un nuevo capítulo. La pregunta es: ¿qué pasa a partir de este día?

Por supuesto que esta fecha debe consagrarse como un logro. El valor comercial de América del Norte asciende a los 1.2 billones de dólares, afecta a 500 millones de consumidores norteamericanos y sustenta 14 millones de empleos. Más del 80% de las exportaciones mexicanas se dirige hacia Estados Unidos y Canadá. Cabe mencionar que el TLCAN aumentó el comercio regional en más de 600% en los últimos 25 años. Al homologar reglas y abrir los mercados, la integración de las cadenas de valor se fortaleció significativamente. México y Estados Unidos comercian aproximadamente 1 millón dólares por minuto y comparten la frontera más transitada del mundo.La Inversión Extranjera Directa (IED) en México ha dado un salto enorme gracias a las garantías y los beneficios del TLCAN: en 1993 era de 4.9 miles de millones de dólares (mmdd), dos décadas después llegaba a casi 45 mmdd.

Por ejemplo, el comercio de productos agrícolas entre EUA y México se ha multiplicado por siete desde el acuerdo original. Las exportaciones agrícolas de Estados Unidos a América del Norte representan más de la mitad de su producción de soja, trigo y arroz, así como el 70% del algodón y 25% de la carne de cerdo. De acuerdo con el Departamento Agrícola de ese país, cada dólar de exportaciones de esta industria genera $1.27 de actividad económica. Más de 1 millón de empleos estadounidenses dependen de este aspecto comercial. Este sector es sólo un ejemplo de los que serán beneficiados por la modernización del acuerdo. Habrá que estar preparados para adaptarse al cambio.

Muchos se preguntarán por qué, ante tantos beneficios, corría peligro el acuerdo que los respaldaba. Las conjeturas políticas tras el triunfo electoral de Donald Trump pusieron en riesgo la vigencia del TLCAN. En algún momento Trump acusó a México de sacar provecho por el superávit comercial que obtenía de la relación bilateral. Insistía en que el acuerdo no beneficiaba a Washington. Incluso, en algún momento amenazó con salirse. Ante ese escenario, la alternativa más viable era modernizar aspectos de propiedad intelectual y tecnología después de más de dos décadas, añadir mecanismos que amplíen la transparencia y modificar aspectos para incrementar la certidumbre. Fue así en 2017 inician las negociaciones para el nuevo acuerdo.

Después de dos años, más de diez viajes, decenas de encuentros multisectoriales (empresarios, legisladores, secretarios de Estado, etc.) y cabildeos intensos, en diciembre de 2019 se firmó la versión final. México fue el primero en ratificarlo, después el Congreso estadounidense lo aprobó en enero de este año y la contraparte canadiense concluyó el proceso en marzo. El primero de julio de 2020 se materializan estos esfuerzos. ¿Qué sigue?

La asimetría no ha desaparecido. México es el socio más disparejo en esta alianza comercial, lo cual genera preocupaciones en sus contrapartes. Los congresistas estadounidenses, sobre todo los demócratas, manifestaron inquietudes en cuanto a la capacidad de México de adherirse a los lineamientos y cumplir con los compromisos adquiridos. Al igual que su antecesor, este acuerdo obligará a México a mejorar procesos internos de rendición de cuentas, actualizar marcos normativos, fortalecer la coordinación entre todos los actores para generar confianza a los otros miembros del acuerdo. De entrada, en estas semanas el congreso mexicano convocó a un período extraordinario de sesiones para aprobar reformas a varias leyes que deben armonizarse para la entrada en vigor. Si el gobierno mexicano desea recibir las inversiones nuevas y aprovechar el crecimiento derivados del T-MEC, es necesario ofrecer certidumbre y no tomar decisiones que ahuyenten a los inversionistas.

Después de la fiesta hay que limpiar y dejar todo listo para continuar con las actividades cotidianas. La entrada en vigor del T-MEC no será la excepción. El término de un proceso es el comienzo de otro. Este nuevo capítulo estará lleno de oportunidades, que a su vez conllevan retos. Si México no supera esos retos no podrá capitalizar los beneficios. No basta con negociar el acuerdo. Hay que estar preparado para sus implicaciones. ¿Lo estamos? Mañana pensemos en la respuesta. Hoy celebremos.

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