QUE NO TE LA RAYEN
El primer día de clases de cada año, la libreta nueva tenía para mí una característica especial. No era sólo la emoción del estreno; simbolizaba proyectos, sueños, un nuevo año, nuevos conocimientos, la emoción de comenzar, pasar a un grado más de la escuela (en los primeros años de escuela hay tantas diferencias de un año a otro), crecimiento, compromiso, progreso. El esfuerzo de un padre para comprar útiles a siete hijos también me hacía apreciarla más.
Uno de esos primeros días de un nuevo año, un niño rayó mi libreta nueva. Aún recuerdo la ola de sentimientos encontrados que me causó ese hecho: desde enojo, culpabilidad, impotencia, tristeza: "Me rayaron mi cuaderno" reclamaba lloroso al profesor que sólo me miraba.
Esta pandemia ha sido un catalizador de un cambio de época, (mucho más que una época de cambios) iniciado hace ya algunos años, con transformaciones tan profundas que no podían enfrentarse con modificaciones superficiales sino con un cambio cultural que implicaba la transformación de las estructuras económicas, políticas, sociales, educativas y religiosas que ya estaban obsoletas. Simplemente era una nueva época y necesitaba una nueva libreta para reescribirla.
Sin embargo, esta nueva época tiene también "niños traviesos" que amenazan con rayarla. Las fuerzas e influencias de quienes tenían el control del poder económico y político quieren seguir influyendo. Por otro lado, grandes extravíos antropológicos con concepciones erróneas o parciales de la naturaleza y dignidad de la persona estaban siendo fuertemente implementados en esta nueva realidad, queriendo rayar la liberta nueva con amenazas destructivas contra la humanidad.
Providencialmente la pandemia coincidió con las celebraciones de Semana Santa, en un pueblo que se caracteriza por su religiosidad. Las celebraciones fueron vaciadas de sus tradiciones, pero no de sus frutos. El confinamiento fue marcado por la vivencia profunda de las celebraciones pascuales y por tanto los frutos redundan en la vivencia de una novedad de vida, que busca construir el hombre nuevo, inaugurado por Cristo resucitado que ahora, en esta nueva época, invita a "hacer nuevas todas las cosas".
Pero la pandemia nos metió en un "retiro" más que en un confinamiento. Puso a la gente no solo a pensar y reflexionar, sino a contactarse con su conciencia y con la trascendencia. Experimentando humildemente su fragilidad, percibió también con claridad meridiana los errores y deficiencias de sus dirigentes y los suyos propios. Habiendo puesto su esperanza en cosas o personas que manifestaron su inutilidad y traición, han descubierto desde la experiencia religiosa una posibilidad de protagonismo que no había visto. Sabe que la libreta es nueva y no dejará que nadie se la ralle.
Armado con la fuerza de la fe, su esperanza está marcada por la paz interior, por no tener miedo, por la alegría, por la confianza en que no será defraudado. Estas actitudes se concretizan en una tendencia a hacer el bien. No solo para ayudar sino también para ayudarse a sí mismo; porque en ello encuentra sentido su vida y alegría su existencia.
Quienes en estos días no han vivido la experiencia de Dios, también se privan de esta convicción que lleva a construir la nueva humanidad. Vacíos siguen confiando en falsas esperanzas que al final no les dejan sino miedo, tristeza y desasosiego.
El nuevo cuaderno está abierto para escribir en él nuestro futuro. Habrá algunos que quieran rallárnoslo, creyendo que la pandemia ha creado pusilánimes, timoratos y superficiales, propensos siempre al contagio. Sin embargo, la apertura a la trascendencia que los individuos y el pueblo en general han experimentado, ha creado, tal vez aún sin saberlo, a un pueblo poderoso que, organizado como Iglesia, será portador de una verdadera reconstrucción del hombre, como Dios lo había pensado en la primera libreta del Génesis, en la que Dios formó el proyecto original del hombre que ahora hay que restaurar, según ese proyecto creador. La libreta es nueva y es tuya. Que no te la rallen.