Columnas la Laguna

VIDA CAMPIRANA

EL MAESTRO RURAL

MVZ MARTHA LOURDES ROBLES ARELLANO

El pasado viernes 15 del presente, celebramos en México el "Día del Maestro", el cual data desde el 15 de mayo de 1950. El Día del Maestro es una fecha muy importante en el calendario de los mexicanos, es el día en el que se tiene la oportunidad de reconocer esta importante actividad profesional que está ligada a las familias, pues los padres confieren la educación escolar de sus hijos y son ellos los maestros quienes entregan con amor y dedicación gran parte de su vida, ya que muchas veces se ganan la confianza, respeto y cariño de los alumnos quienes llegan a confesarles cuando tienen problemas en la familia y los maestros los ayudan haciéndola de padres y amigos.

En esta ocasión deseo destacar la importancia que para la sociedad tienen los maestros, pero muy especialmente enfocado al maestro rural, para lo cual tuve la oportunidad de entrevistar para los lectores de Vida Campirana a Mario Eduardo Olvera Aldama, quien es catedrático de nivel medio superior en Tlahualilo, Durango, lugar de donde es originario. Él es una persona con 19 años de experiencia laboral, pero con una gran visión de lo que es la educación rural, el maestro Olvera Aldama complementa su actividad magisterial con otras actividades relacionadas con el campo, ya que es asesor en la producción y comercialización del melón y la sandía, apicultor y también persona autorizada para realizar labores de vigilancia en la zona del silencio; con honda satisfacción me relato la manera de cómo logra mantener el interés de los alumnos por la vida campirana y es que él les organiza viajes campestres con el fin de conocer la riqueza agrícola, forestal, pecuaria, histórica y turística de ese hermoso y productivo municipio, el también con alegría me dice que ha enseñado a sus alumnos a aprovechar los recursos naturales del lugar los cuales no son aprovechados tales como hacer composta con el estiércol para fertilizar naturalmente las tierras, también como hacer huertos familiares y poner árboles frutales en sus casas, para lograr una mejor vida en las familias rurales; sin embargo a pesar de tener muchas satisfacciones se cuenta con ciertas limitantes como es la falta de tecnología que no todos los jóvenes tienen en los poblados en donde viven, no obstante el sigue luchando por lograr la ambición entre sus alumnos y sigan desarrollándose y no se queden estancados ya que al decir de él la mayoría al graduarse ambicionan irse a una maquiladora o al igual que muchos mexicanos el irse fuera de nuestras fronteras. Yo concluyo muy honrada al reconocer que al igual que el maestro Mario Eduardo Olvera Aldama existen muchísimos más maestros en nuestro México que dan su mejor esfuerzo en donde la pandemia los ha puesto en un punto crucial pues no pueden dar un cabal cumplimiento en donde la tecnología limitante los pone en un conflicto pues sí a veces no se tiene para comer en el medio rural, mucho menos para tener internet, hoy herramienta muy importante en la educación escolar, finalmente enfático concluyó en que aún falta mucho por hacer en los jóvenes para promover el amor y el arraigo en sus lugares de origen.

A continuación una bella poesía alusiva a la temática de hoy.

AL MAESTRO RURAL

Al canto del gallo emprende el camino,

subiendo veredas, bajando hasta el río;

en su sendero sólo lo acompañan

los luceros y el canto del grillo.

Llega a su escuela cansado y sudando,

lo esperan alumnos con mucho cariño;

trabaja entre risas, murmullos y cantos,

practican y estudian con férreo ahínco.

Regresa a su casa contento y tranquilo,

subiendo veredas, bajando hasta el río;

en su camino sólo lo acompañan

el rumor del viento, la lluvia y el río.

Volaron los días, los meses, los años,

subiendo veredas, bajando hasta el río;

incansable, jovial y sonriente

fue labrando la conciencia del niño.

Treinta generaciones ha visto pasar,

sonríe con orgullo por aquellos

que con mucho esfuerzo lograron triunfar

y sufre callado en sus adentros

por todos aquellos

que se quedaron atrás.

Pasaron los años, la vista perdió,

su paso cansado lento se tornó

y en su cuartucho sólo, ciego y sordo

con sus recuerdos quedó.

En una noche fría el tecolote cantó,

fue en el invierno cuando el maestro murió;

de sus más de mil alumnos

ninguno al panteón lo llevó.

El canto del gallo, los luceros y el grillo

le honran en su olvidado sepulcro;

y el rumor del viento, la lluvia y el río

parece que dicen: ¡Gracias Maestro!

PROFR. J. C. RUBÉN SÁNCHEZ MEZA

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