Me habría gustado conocer a don Cirilo de la Maza y Oria.
Fue minero en tierras de Guanajuato y Zacatecas. Buscador de plata ("El oro es hombre -solía decir-, la plata es mujer"), dio varias veces con la veta madre y se volvió rico. Seis fortunas hizo, las mismas que deshizo festejando a sus amigos y gozando a sus amigas.
Con lo último que de sus riquezas le quedó mandó construir una casona solariega con traza conventual en tierras que fueron de sus antepasados. Ahí se retiró en compañía de unos pocos libros: el Quijote, la poesía de San Juan de la Cruz, algunos textos de Azorín...
Cuando sintió cerca de sí a ese otro libro que todos leeremos algún día, el de la muerte, llamó a un escribano y en presencia de testigos le dictó disposiciones por las cuales repartía entre sus jornaleros todas sus posesiones terrenales.
Al día siguiente fue a la ventana de su habitación -la que daba al oriente-, y en el momento del amanecer pronunció dos palabras en voz alta: "Gracias, Señor". Su criado alcanzó a oírlo. Entró en la habitación y lo halló muerto.
Me habría gustado conocer a don Cirilo de la Maza y Oria. Supo vivir y supo morir. Muy grandes son esas dos sabidurías.
¡Hasta mañana!...