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ADOPTA UNA CAUSA

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

Lo que no lograron los grandes iluminados de la historia, lo ha conseguido una micrométrica estructura llamada coronavirus. La humanidad metió freno de mano a su alocada carrera; las prioridades cambiaron en un corto período de tiempo, y todos comenzamos a vivir un estilo de vida que jamás habíamos experimentado, un encierro que aún va para largo. Vamos aprendiendo formulismos y, por supuesto (como en todas las tragedias), hemos sacado la vena cómica para embromarnos. Lo más maravilloso, hemos puesto en práctica la generosidad.

El actual es un período de tiempo con invitados de diverso carácter, algunos son benévolos, otros indeseables. Nuestro espíritu se llena de buenos deseos para ordenar la casa, depurar guardarropa y terminar tareas pendientes. Destinamos un mayor tiempo a navegar en la red. Deseamos estar informados, y quisiéramos que en cualquier rato se anuncie con grandes titulares que se ha hallado la cura para la enfermedad. A ratos nos abate la desesperanza, o nos engañan los falsos milagreros. Exploramos en redes como una forma de reafirmarnos, de decir "aquí estoy", de no sentirnos tan solos con nuestra angustia.

Hemos observado cómo, en distintas partes del mundo, la enfermedad ha rebasado la capacidad instalada de los hospitales. A la par, hemos sido testigos de casos de curación. Tal vez utilicemos las redes sociales para expresar nuestros estados de ánimo, procesar nuestro pasmo, ante el avance en el combate a la enfermedad, como yendo sobre arenas movedizas. Muy probablemente ahí nos quedamos, nos polarizamos, quizá nos violentamos contra aquellos que no coinciden con nuestra forma de pensar. Como dar golpes al saco de arena para sacar la ira. ¿Y después de eso, qué?

Es maravilloso atestiguar cómo muchas personas con iniciativa han aprovechado la cuarentena para compartir lo que saben hacer. Hallamos en línea obras de teatro, música y literatura, o gastronomía para descargar. Hay gimnasia, yoga, sana alimentación… la lista sería interminable. Cada uno de los participantes ha asumido un papel activo para volver más ligero y productivo el encierro. Hay quienes se han puesto a elaborar mascarillas o cubrebocas para obsequiar al personal médico y paramédico, o bien, inician campañas de recolección de donativos económicos o en especie para los grupos más necesitados.

A poco más de cuatro semanas de iniciada la cuarentena, hemos entendido diversas realidades: los humanos sí somos capaces de prescindir de elementos, que antes de la contingencia nos hubieran parecido indispensables. Aprendimos a recogernos dentro de las cuatro paredes del hogar y a conocer mejor a nuestros seres queridos, a convivir con ellos. La tolerancia ha sido un elemento crucial para sobrellevar diferencias de temperamento o de hábitos; surgen momentos de irritabilidad, junto a enormes recompensas emocionales. Lo más importante, ésta ha sido una muy valiosa oportunidad de reencuentro de mí-conmigo.

De una u otra forma, todos debemos permanecer en el encierro. Aun así, hay mucho que podemos hacer desde casa por contribuir a hacer del planeta un mejor lugar, y de nuestra sociedad un espacio con más calidez. Bien puede ser ocasión de poner en práctica habilidades que siempre hemos deseado probar, pero jamás nos lo hemos permitido. Podemos capitalizar elementos que tenemos dentro de casa para convertirlos en algo que pudiera servir a terceros. Estar al pendiente de personas que viven solas, ya sea a través de una llamada, o hasta de un saludo de ventana a ventana. Compartir recetas de cocina; modos de resolver un problema; música que atrapa los sentidos. Podemos localizar o elaborar textos que inyecten entusiasmo a quien los lea.

Aunado al problema infeccioso que nos acomete, está el problema mediático, que han dado en llamar "infodemia". Recibimos y tal vez compartimos (hasta con cierta urgencia), contenidos de dudosa confiabilidad, que poco o nada apuestan a la paz mental. Mensajes caóticos, que llevan a la suspicacia, a sentir que nos estamos hundiendo más cada día. Se nos olvida que (por desgracia) hay mentes ocupadas en atormentar a otros, no sé si por un torvo placer o atendiendo a intereses económicos, pero están ahí para desacreditar y confundir, y a fin de cuentas generar la sensación de ser aún más vulnerables frente al virus, de lo que ya somos.

Propongo ocupar nuestro tiempo y nuestros afanes en hacer aquello que nos apasiona. Adoptar una causa hacia la cual canalizar las energías, algo que nos mueva a explorar, crear y compartir. Contagiar esa buena vibra con quien más pueda necesitarla. La percepción del tiempo es de lo más subjetiva, éste pasa volando cuando nos hallamos ocupados.

Cada cual decide cómo vivir el encierro. ¿Tú qué eliges?

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Escrito en: contraluz

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