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En La Laguna hubo pánico hace 25 años (2)

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

La noche del 15 de septiembre de 1968, torrentes de la presa de El Palmito vía presa Francisco Zarco, rebasaron y destruyeron los bordos de contención levantados por gente de la secretaría de Recursos Hidráulicos en las márgenes del río Nazas, inundaron comunidades rurales y entraron a Gómez Palacio por la parte sur poniente, convirtiendo en un arroyo de aguas caudalosas el bulevar Miguel Alemán. Se desparramaron por el bajo sector urbano, trasminaron el bordo de las vías del tren, anegando los alrededores de la Jabonera La Esperanza y la Mantequera. De aquella se desplomaron las bardas perimetrales y de ésta salieron flotando cientos de pacas de borra y algodón cual plumas en el río; la avenida cayó en cascada en el paso a desnivel de la calle Urrea después de encharcar a las colonias Sánchez Álvarez y Santa Rosa.

Derrumbaron viviendas e inhabilitaron una noria y el equipo de bombeo de agua potable aledaño al paso a desnivel e hicieron inútiles los esfuerzos de las autoridades para desalojar oportunamente las viviendas. Y contrariamente a los efectos que se buscan con la campaña "Quédate en tu casa" enfocada a evitar los contagios por el coronavirus, en aquel entonces la arenga había sido a la inversa: "Salgan de su casa" hecha por los representantes civiles y militares que asumieron el mando para controlar el desastre que se avecinaba.

En una tentativa de última hora, enviaron a Santa Rosa un carro de sonido a fin de exhortar a las familias a abandonar sus habitaciones en peligro, mensajes que se difundieron también en el día pero a los que nadie, o muy pocos, hicieron caso. La urgencia se acentuó a partir de las nueve de la noche, una hora después de la llegada del aluvión, pero el vehículo del sonido Meraz igualmente quedó bajo las aguas y algunos vecinos afirman que el micrófono hizo "glu glu glú" y enseguida se apagó, lo mismo que las luces y el alumbrado del resto de la población.

Voces de alarma de tono exagerado, habían sembrado el pánico en la comunidad, pero ese equipo de sonido afirmaba que la situación se hallaba bajo control y no había nada que temer. El locutor dijo eso mientras el agua seguía su derrotero a borbotones y el sonido dominante provino del desplome de viviendas de adobe en la colonia Santa Rosa. En León Guzmán se dio un acto heroico en el momento en que Ramón Sotomayor Woessner, fotógrafo de El Siglo de Torreón, se descalzó y rescató a una viejecita que se negaba a abandonar su vivienda rodeada por las aguas. Minutos después la casa se derrumbó y mi compañero salvó a la mujer de morir sepultada en vida.

En Torreón, mientras tanto, había miedo y terror, porque se difundieron noticias falsas en el sentido de que la presa de El Palmito estaba a punto de reventar a causa de las aportaciones extraordinarias de los ríos Ramos y Oro, por lo cual "la ciudad se hundiría irremisiblemente". Lo cierto fue que a la presa le habían entrado seis mil metros por segundo, un gasto sin precedente, pero Recursos Hidráulicos, siempre pendiente de la situación, desalojó tres mil metros cúbicos por segundo, derivándolos a la presa reguladora Francisco Zarco. Los vertederos de ésta, rebosantes, los enviaron al río Nazas, provocando su desborde en varios puntos de su larga y accidentada trayectoria.

Miles de familias dejaron apresuradamente sus casas y buscaron la protección de los centros de damnificados que ya habían sido habilitados de antemano, se refugiaron con familiares radicados en los sectores a salvo o treparon a los cerros cercanos, improvisando techos de lona y carrizo. Luego del desbordamiento en Lerdo y Gómez Palacio, las aguas broncas inundaron las colonias del norte de la ciudad de Torreón y la Ampliación Los Ángeles, luego de superar por mucho la capacidad volumétrica del canal del Coyote y tajos auxiliares.

Hubo desalojo en esa parte de la ciudad y la noche del 15 de septiembre del 68, apareció desierta y silenciosa, esperando su destino. Las autoridades habían ordenado la evacuación inmediata de las viviendas y hubo un acatamiento general que puso a salvo vidas y bienes. Mientras tanto otra parte de la población se divertía con "Los Polivoces" en la colonia Torreón Jardín y en Durango, el nuevo gobernador Alejandro Páez Urquidi negaba toda clase de ayuda a los damnificados de Santa Rosa, alegando que su gobierno no era casa de beneficencia. Igualmente y mientras el equipo de sonido se ahogaba y caían hogares como fichas de dominó, el nuevo y flamante alcalde de Gómez Palacio abandonaba a sus conciudadanos para irse al "besamanos" de la toma de posesión de nuevo mandatario, cancelando la tradicional ceremonia del Grito de Independencia. El 16 de septiembre los laguneros se agolparon en las riveras del Nazas temiendo que la corriente se hubiera llevado el puente plateado pero su estructura soportó el golpeteo y salió indemne, "una maravilla y una bendición porque lo encontramos vivo" declaró el licenciado Rafael Díaz Alvarado, cazador de anécdotas y testigo de lo sucedido. Por lo tanto, concluyó, La Laguna, con anterioridad, ya había entrado en pánico y el miedo comunitario actual, generado por el coronavirus, sería el segundo en 52 años.

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