Nosotros eventos Columnas editorial

Viaje a París, una crónica

YEUDIEL INFANTE

DESPEGUE.

I.

Hay que pasar primero por un pasillo que me hizo sentir Bruce Willis antes de ir al espacio en la película Armagedon. Este pasillo une el mundo que conozco con algo así como una cápsula-portal que, sin que haga yo nada, eventualmente habrá de convertir el exterior en el auténtico París.

Todo ocurre muy rápido. Al subir tomo un ejemplar de La Jornada y después de leer mientras camino que "El gobierno actual recibió a Pemex en deuda técnica" se termina el español; todo lo que se pronuncia es francés en el vuelo 179 de Airfrance.

Mi cabeza comienza a sentirse como en un frasco al vacío. Estoy por primera vez dentro un avión. Noto que cada centímetro está aprovechado, no hay un solo asiento más porque no cabe. Descomunal bicho por fuera es por dentro escrupulosa antología de rinconcitos.

Estar aquí es como no estar. El avión se parece a un espacio sin sitio. Unos güeros llevan sombrero charro y me miran porque llevo cubrebocas. Leí hace unas horas que fue confirmado el primer caso de coronavirus en Latinoamérica. En México hay una veintena de sospechosos.

Voy junto a una ventana que me costó 40 dólares y que en realidad no deja ver nada. Refleja el interior solamente. Después de mucho esfuerzo logro ver una turbina a mi lado y es tan inmensa que quedo aterrorizado un instante. Me decido por no mirar en esa dirección.

Es menos feo de lo que pensaba. Una bebé llora en francés. Me descubro tocando todo. De pronto tengo tres años. La misma emoción y el mismo miedo por lo nuevo. Casi todo me es nuevo. Digo casi porque Hollywood me ha enseñado muchísimo de vuelos. Todo lo de plástico es liso y graso. El sillón de adelante está muy cerca y tiene una tele que debió ser moderna hace pocos años. Mi asiento es duro, pero tengo 12 horas para acostumbrarme y traje conmigo una almohada de los Bare Bears que compré en el Miniso del aeropuerto.

Primero se movió un poco, luego dio un par de giros. Se mueve un poco más. Lento, estable. Frena. Se queda detenido. Vuelve a moverse un poco. Para de nuevo. Me estremezco en cada falsa alarma de despegue. Nunca he volado y se me da confundir el orden con el caos.

De pronto el piloto dice algo. Quién sabe qué dice porque habla francés. Se mueve de nuevo. Más, se mueve cada vez más. En un segundo sé que es el despegue. Miro por la ventana y descubro a la ciudad de México inclinada. Imagino el lago de Chapultepec desbordándose sobre su bosque y Reforma convertida en tobogán. Pobrecitos. Qué bueno que estoy a salvo aquí, a la altura de las nubes.

II.

Bueno, fue menos espantoso de lo que esperaba. La parte que se sintió terrible duró apenas un instante. Experimento ya la materialización de uno de los sueños más ambiciosos en la historia de la humanidad. En realidad, fuera de la poesía, volar no se siente nada. No, sí se siente algo. No se siente nada. Carajo, sí que se siente. El avión parece por un instante que se desploma y al siguiente avanza estable y suave como resbalando sobre mantequilla celestial. Yo estoy tranquilo porque todo mundo luce tranquilo; de otra manera pensaría que el piloto psicópata necesita atención urgente porque se debate intermitente entre suicidarse asesinando 370 personas y volver a París para ver a su gato. ¿Cómo se llamarán los gatos en Francia?

El piloto se decide por el gato. Pronto se vuelve estable el recorrido. Hasta nos dan permiso de quitarnos el cinturón. Exploro las opciones de entretenimiento en la pantalla frontal que los de clase económica tenemos frente a la nariz. Nada parece interesante excepto el "moving map". Puedo ahora saber exactamente sobre qué ciudad volamos en tiempo real. Pienso que seguramente pusieron esta opción para pasajeros con claustrofobia y problemas de ansiedad quienes, si algo parece no ir bien, pueden pasar en segundos de la tranquilidad a una severa crisis en la que sin duda pondrían en riesgo la seguridad del vuelo.

Luego pienso que es muy agradable cuando otras personas piensan en uno. Tan pronto como las luces de la ciudad se hacen pequeñas, la tripulación se apresura para servir la cena. Son amables pero no pacientes. No hablan español y su inglés parece más bien un extraño dialecto del francés. Pido en inglés de Ciudad Nezahualcóyotl la opción en la que distingo pollo y vino blanco porque parece la cosa con más alcohol disponible.

La cena está buena. Son trocitos de pollo hirviendo en una espesa y rojísima salsa de tomate con algunas papas a la francesa (detalle emblemático) probablemente rescatadas de un plato del vuelo anterior. Las papas son mi parte favorita. Son lo más delicioso y aromático del plato. Decido desde el principio dejarlas al final por eso. También trae un minúsculo pan con cuatro semillas de ajonjolí, una mini cápsula de aluminio con queso Philadelphia, un cuadrito de mantequilla (también en aluminio), un extraño recipiente de plástico con aluminio que dice jugo pero parece traer agua, un cuadrito de mousse de coco de 4 x 4 centímetros, dos cucharadas de una sopa de verduras seca hecha con cuadritos de 2 x 2 milímetros tan perfectamente cortados que da tristeza comerlos, unos breves cubiertos de poliuretano en una bolsa que parece de ídem, una servilleta y una botellita de vino blanco con 12 preciosos grados de alcohol.

Me como y bebo todo. El jugo es agua. Todo es tan rico como pequeño. Nos retiran los platos y piden que cerremos las ventanas. Eso aplica también para mi ventana de 40 dólares. Obedezco porque aprendí de Adam Sandler en Anger Management que no puedes desobedecer a nadie en un avión. Apagan pues las estrellas y luego las luces. Ya es de noche arriba en el cielo.-

III.

Me puse la chamarra que subí por si hacía frío como en los ETN, la almohada de Bare Bears, los audífonos, el Spotify y me quedé dormido. Una hora después me despierta el movimiento. Quito un track de Art Blakey & The Jazz Messengers y veo que las cortinas de la carpa de azafatas se mueven. Todo da pequeños brincos. Luego no tan pequeños. Las luces apagadas. La gente descansa. Escucho a lo lejos algo que parece dos alarmas distintas sonando a la vez. La gente descansa. Pasa una asistente de vuelo caminando con tranquilidad. Bueno, al menos no está encendida la luz que indica el uso de cinturón de seguridad. El chofer dice algo. Quien sabe qué dice porque habla francés. Después dice algo en el inglés más francés del mundo y solo entiendo la palabra "seatbelt". Se enciende la luz de cinturón. Toda mi vida pasa frente a mis ojos mientras el resto del avión disfruta de plácidas siestas y comedias románticas. Un instante después se estabiliza el avión, aunque las alarmas siguen sonando por un rato. Volamos sobre Portland, Ontario.

Esta vez me parece que la bebé llora en español. Se me destapa un oído. ¿O se me tapó el otro? Vuelvo a dormir y se me pasan rápido las horas. El aterrizaje comienza a sentirse 32 minutos antes de la hora de llegada estimada en la computadora. Recién pasamos Brighton rumbo al sur. Cada tanto parece que nos caemos y luego que no. Ya no me asusta porque he sentido lo mismo las últimas 12 horas. El piloto dijo algo en una variedad de francés que no conoce el entusiasmo. Otra rutinaria victoria, imaginé que decía. Luego dio información sobre la página de Airfrance y sus increíbles promociones.

El descenso se vuelve más claro. Se me destapan ambos oídos. Regresa el bajo de Busted and blue de Gorillaz. No puedo dejar de ver las nubes por la ventana. La escena la he visto decenas de veces en el cine. Ninguna antes tan insólitamente bella y tan terrible.

Pisé el suelo del aeropuerto Charles de Gaulle a las 14:20 de París. Sano y salvo. El pronóstico anticipó lluvia y posible nieve, pero el cielo estaba completamente despejado. La temperatura de seis grados centígrados. El sol deslumbrante y heladísimo. El aire se percibía húmedo y soplando fuerte. Eran más o menos las siete de la mañana en México y por primera vez yo no estaba ahí.

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1691047

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx