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La amenaza global y la reacción tardía

La Comisión Europea incluso calló ante el llamado de auxilio de Italia

Contra la enfermedad. (AGENCIAS)

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AGENCIAS

El pasado 21 de enero, el Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos detectaba un primer caso de coronavirus en el país: una persona en Washington que había regresado de Wuhan, China, epicentro del brote.

Más de un mes después, con medio mundo en alerta máxima por la expansión de un virus desconocido e imparable, el presidente Donald Trump minimizaba la crisis. "Los casos descenderán sustancialmente, no van a aumentar", dijo el pasado 26 de febrero.

Al preguntársele si estaba preocupado por la expansión, respondió: "No, porque estamos preparados para ello". Horas después, afirmó que el COVID-19 "desaparecería algún día, como un milagro". La realidad le estalló en la cara y agarró a su gestión poco preparada y no era que no hubieran tenido las herramientas para hacerle frente.

The New York Times reveló esta semana que, a finales de 2019, concluyó un simulacro de catástrofe de las mismas características que se viven ahora (una epidemia mundial de un virus nuevo y sin vacuna), que mostraba que el Gobierno es una máquina descoordinada, infrafinanciada y subpreparada.

En gran parte, quizá, porque en mayo de 2018 desmanteló el equipo de seguridad de salud global, parte de su grupo de asesores nacionales, al no reemplazar a su jefe de respuesta a pandemias.

"Pasaremos dificultades enormes", auguraba Jeremy Konyndyk, del Centro para la Seguridad Sanitaria Johns Hopkins. "Hemos perdido muchísimo tiempo. Deberíamos haber empezado cuando vimos lo que sucedía en Wuhan, la forma en la que sus hospitales se veían superados", señaló.

No fue hasta finales de la semana pasada cuando Trump pareció tomarse en serio la situación, si bien desde principios de enero vetó los vuelos desde China. Empezó prohibiendo vuelos desde Irán y lo expandió a la zona Schengen europea. Ayer domingo cerró las fronteras norte y sur, de forma parcial y para los viajes de turismo y ocio, pero se excluyeron los intercambios comerciales.

La mayor aceleración de medidas se produjo estos días, alarmado por sus colegas del G7 y por un informe presentado por sus asesores que le advertían que sin acciones drásticas podrían acumularse la cifra de muertos hasta los 2 millones.

El pasado 15 de marzo, el CDC recomendaba no hacer reuniones con más de 50 personas. Menos de 24 horas después, reducía la cifra a 10, parte de un "plan de 15 días para desacelerar la propagación". Se ha hecho famosa la frase: "Distancia social", los 1.8 metros de separación de cualquier otra persona. El lunes empezaba lo que serían conferencias informativas diarias. El tono conciliador y sobrio duró dos días. "Nadie sabía que iba a ser una pandemia de esas proporciones", se defendió Trump.

En esta semana se han multiplicado las medidas propuestas por el gobierno federal, aunque han carecido de detalles o necesitaban de la aprobación del Congreso. El acceso a las pruebas no se generalizó hasta apenas, hecho que provocó que los casos positivos crecieran. El Congreso trabaja en un tercer paquete de asistencia: más de un billón de dólares para inyectar en la economía, desde ayudas a empresas y cheques hasta dotar de efectivo a las familias. El Sistema de la Reserva Federal (Fed, por sus siglas en inglés) no para de sumar dinero y redujo los tipos de interés a 0%.

ESFUERZOS INDIVIDUALES

A falta de una iniciativa federal concreta, los gobiernos estatales y locales han tenido que poner manos a la obra. Además de gritos desesperados de más inversión, se han visto obligados a pararlo todo y declarar cuarentenas obligatorias a su población; sólo permiten dejar abiertos negocios "esenciales" como supermercados o farmacias.

El efecto dominó parece imparable. Al cerrar esta edición, California y Nueva York iniciaron la carga; siguieron Illinois, Connecticut y Nueva Jersey. Más de 84.34 millones de personas -5.77% de la población- están en cuarentena, acción que Trump no cree que deba aplicarse a todo el país. Su director nacional de Salud, Anthony Fauci, dijo que son medidas que comparte y apoya.

La crisis será también una prueba de fuego para el deficiente y caro sistema sanitario. La Unión Americana encaraba la crisis como uno de los peores esquemas del mundo, con una ratio de camas de hospital y médicos por cada mil habitantes inferior a la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Muchos estados aseguran que sus modelos, especialmente las unidades de cuidados intensivos, están al doble o triple de su capacidad.

En la ciudad de Nueva York se calcula que se necesitan 3 millones de mascarillas, 50 mil quirúrgicas, 15 mil respiradores y 25 mil conjuntos de guantes y batas médicas. Hay material para tres semanas más.

"Necesitamos una movilización como en tiempos de guerra", exigía Tom Inglesby, director del Centro para la Seguridad Sanitaria Johns Hopkins. A eso hay que añadir que 28 millones de personas no tienen seguro médico, de los cuales 6 millones están en alto riesgo de contagio y uso del sistema de salud, un servicio que la mayoría, con trabajos de bajos ingresos y afectados por los masivos despidos, no podrá costearse. A pesar de todo, la última encuesta de Ipsos daba 55% de apoyo de los estadounidenses a la gestión de Trump de la crisis.

El vecino del norte, Canadá, pareció ponerse las pilas. En parte porque Sophie Trudeau, la esposa del premier Justin Trudeau, dio positivo tras unos síntomas leves de gripe, obligando al líder a autoimponerse un aislamiento voluntario con toda su familia. Su cuarentena le impedirá asistir a la votación de su multimillonario plan de rescate para su país.

'AL DEBE PREPARARSE PARA MUCHAS VÍCTIMAS'

Un antiquísimo refrán podría servir para comprender la magnitud de la realidad personal, familiar, social, nacional y regional en América Latina y El Caribe frente al impacto del COVID-19: "No cabíamos en la casa y parió la abuela".

Tras la confirmación en Brasil del primer enfermo, el pasado 25 de febrero, el coronavirus se propagó por el resto de la zona.

En un corte realizado hace dos días, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) reportó la presencia de la pandemia en 37 países y territorios de América -con Canadá y Estados Unidos-.

La región tiene mucha experiencia en epidemias y brotes, pero debe prepararse para recibir gran cantidad de víctimas del COVID-19, advirtió el médico dominicano Marco Espinal, director del Departamento de Enfermedades Transmisibles y Análisis de Salud de la OPS.

"Si [los casos] pasan en naciones muy ricas, con una gran infraestructura, como Europa que es el centro de atención ahora, no podemos descartar que vaya a pasar en nuestros países", alertó.

Aconsejó acelerar las capacidades básicas del reglamento sanitario internacional, con áreas de aislamiento, hospitales preparados y puntos de entrada listos para cortar la cadena de transmisión, para una cuarentena.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) pronosticó el pasado jueves que, por efecto de la enfermedad, habrá una contracción de -1.8% del PIB de la región, así como un alza en la zona de la pobreza y de 10% en el desempleo.

El pronóstico de diciembre pasado del crecimiento económico de América Latina y El Caribe, de sólo 0.1% en 2019, fue de 1.3% para este año, pero sin COVID-19, y "las proyecciones" fueron revisadas "a la baja", anunció Alicia Bárcena, secretaria Ejecutiva del organismo.

Con respuesta en los países de la región, las vías son diversas: imponer cuarentenas nacionales y toques de queda de confinamiento; blindar fronteras aéreas, marítimas, fluviales y terrestres; restringir la movilidad humana, así como suspender clases y cancelar actos públicos sociales y políticos, entre otras acciones.

Las reservas de fármacos, insumos, equipos médicos, alimentos y otros artículos de consumo esencial fueron reforzadas. Además, ante el brote de coronavirus, América Latina y El Caribe sufrieron la caída de sus mercados comerciales, financieros o bursátiles.

PEGA A CRUCEROS Y AEROLÍNEAS

La calidez de México es incomparable. Ni con la pandemia de COVID-19 prohíben el desembarque de cruceros en Cozumel, Quintana Roo, y tampoco restringen la entrada de pasajeros provenientes de países con un alto número de contagios, como China, Estados Unidos, España e Italia.

El pasado 26 de febrero, un crucero de la compañía MSC, que fue rechazado en Jamaica e Islas Caimán por sospechas de coronavirus, hizo tierra en esa zona, pero el estado recibió la cancelación de algunos de esos barcos.

La directora General de la Administración Portuaria Integral de Quintana Roo, Alicia Ricalde, anunció que cinco cruceros de la naviera Princess Cruises no iban a llegar a Cozumel entre el 13 de marzo y el 30 de abril.

Esas embarcaciones tenían considerados, en conjunto, a 21 mil 546 pasajeros a bordo. El año pasado, de los 2 mil 951 unidades que llegaron al país, 46% desembarcaron en Cozumel. La Asociación Internacional de Líneas de Cruceros ordenó que se niegue el embarque a quienes hayan visitado o transitado por aeropuertos en Corea del Sur, Irán, China, incluidos Hong Kong y Macao, y cualquier municipio de Italia sujeto a cuarentena.

En otro escenario, la Asociación Latinoamericana y del Caribe de Transporte Aéreo estimó pérdidas por 8 mil millones de dólares en la región, incluyendo a las aerolíneas Aeroméxico e Interjet, pero a nivel internacional las pérdidas serán más.

En tanto, la organización internacional en el rubro pronosticó hasta 113 mil millones de dólares de merma, eso sin considerar el veto de la Unión Americana a naciones europeas.

En el caso de la movilización de carga en el país, aún no hay cálculos de las afectaciones.

'CRISIS PUEDE DAR VIDA A EUROPA'

La soledad y el asilamiento ya le pasan factura a Lazzarina, quien vive en un condominio dúplex ubicado en Cesena, en la región italiana de Emilia-Romaña, en la zona nororiental del país y epicentro de la pandemia del coronavirus en Europa.

Desde que el premier Giuseppe Conte reconoció que el COVID-19 se había propagado más allá de los focos confinados, el pasado 23 de febrero, la abuela italiana decidió voluntariamente aislarse del exterior y alimentarse de lo que su nieto le deja a la puerta de su casa. "¿Qué hice para merecer esto? ¡Cuánta soledad!", cuenta llorando por teléfono la mujer de 83 años.

En el exclusivo balneario belga de Knokke, Annabel padece insomnio a partir de que internó en cuidados intensivos a su madre de 80 años por problemas respiratorios. Desde el pasado 14 de marzo, ella no la ve por las restricciones de acceso impuestas a los visitantes externos a la clínica. "No hay mayor angustia que pensar que tu madre puede morir sola", dice. El mundo enfrenta la propagación pandémica más rápida desde la gripe española en 1918.

El ojo del huracán del brote se encuentra en Europa y no más en China, donde se descubrió la enfermedad en diciembre de 2019, en la ciudad de Wuhan, y el 19 de abril marcó en su calendario como el día en el que no registró ningún nuevo caso de contaminación interno, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El virus entró a la Europa rica por el norte de Italia. La tesis que se maneja es que llegó a Lombardía y Véneto, a las localidades de Codogno y Padua, respectivamente, a través de los residentes asiáticos que habrían retornado del Año Nuevo chino.

"Estamos en manos de autoridades incompetentes, confundieron el racismo con la seguridad sanitaria. No introdujeron ningún tipo de control y ahora vivimos un caos", dijo en su momento a EL UNIVERSAL Elisabetta Briganti, doctora italiana que desde el comienzo lucha en primera línea contra la pandemia.

La situación se salió de control cuando el Gobierno preguntó: "¿Dónde quedó el paciente cero?", y los visitantes volvieron a sus países. A partir de ese momento, Italia se volvió el laboratorio de occidente.

La cuarta economía europea comenzó con la política de "nadie entra ni sale" en las tres provincias más golpeadas, pero extendió el confinamiento a todo el territorio. El pasado 19 de marzo, el país superó a China en cuanto a cifra de muertes.

España y Francia siguieron el método de Roma de restricción absoluta de movilidad para limitar al máximo el riesgo de contagio. Todos reforzaron el régimen de excepción con castigos, incluyendo la cárcel, en el caso italiano. En un escalón más abajo de la estrategia contra el COVID-19 se encuentra Bélgica. A diferencia de España, en esa nación "la actividad al aire libre está permitida, incluso aconsejada", precisó la premier Sophie Wilmes. La gente no necesita un documento para ir a trabajar.

La tercera fórmula de inmunización empleada entre los europeos la ejemplifica Holanda. Incluye el paquete básico de respuesta, como cerrar escuelas, universidades, restaurantes e instalaciones recreativas; suspender eventos masivos, conferencias y foros, así como mantener abiertas tiendas que venden comestibles, supermercados y farmacias, pero no restringe la libre circulación de las personas.

Se limita a invitar a la gente al teletrabajo, a quedarse en casa y evitar el contacto físico. Tampoco frena totalmente la economía, las fábricas y los negocios siguen abiertos, desde ropa y calzado hasta perfumería.

Adicionalmente miembros de la zona Schengen han reforzado su combate: optaron por el cierre completo o parcial de sus fronteras. Son Finlandia, España, Austria, Hungría, República Checa, Suiza, Dinamarca, Polonia, Lituania, Alemania, Estonia y Noruega.

La Comisión Europea incluso calló ante el llamado de auxilio lanzado por el premier Giuseppe Conte al comienzo de la "hora más oscura" de Italia. Fue hasta marzo cuando el Ejecutivo comunitario puso en marcha su equipo de respuesta. A partir de ese momento, la comisión de Ursula von der Leyen ha alertado de la profunda fractura que provocó el brote en la UE. Consiguió poner candado a las fronteras externas del bloque, bajo el argumento de que "cuanto menos viajes, más podremos contener el virus".

Por 30 días sólo entrarán ciudadanos comunitarios, personal sanitario, investigadores y diplomáticos. En el frente económico, la comisión anunció máxima flexibilidad a las reglas fiscales y las ayudas de Estado, así como la inyección de 37 mil millones de euros a la economía. El Banco Central Europeo comprará bonos públicos y privados por 750 mil millones de euros.

"El aspecto que tendrá Europa tras esta extraordinaria emergencia de salud pública dependerá de la capacidad de los Estados miembros para enfrentarla como un bloque.

"[La forma de respuesta] se puede argumentar que la pandemia de COVID-19 tiene el potencial de dar nueva vida al proyecto europeo, pero también tiene el de debilitarlo hasta el punto de hundirlo", sostiene Simona Guagliardo, analista del European Policy Centre.

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