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Chile: a 10 años del terremoto

El 27 de febrero de 2010 vivió su segundo sismo más fuerte desde 1960

El terremoto inclinó el eje terrestre en 2.7 milisegundos de arco y cada día comenzó a ser más corto en la Tierra en 1.26 microsegundos. (ESPECIAL)

El terremoto inclinó el eje terrestre en 2.7 milisegundos de arco y cada día comenzó a ser más corto en la Tierra en 1.26 microsegundos. (ESPECIAL)

AGENCIAS

A los chilenos jamás se les olvidará la cadena de omisiones y de errores de comunicación de alerta temprana y urgente en las horas de confusión y dolor luego de que su país sufrió, el 27 de febrero de 2010, su segundo terremoto más fuerte desde 1960 y el octavo más potente en la historia de la humanidad.

El fenómeno, de 8.8 en la escala de magnitud, sacudió a Chile a las 3 horas, 34 minutos y ocho segundos, liberó una energía de unas 800 mil bombas atómicas como la que Estados Unidos detonó en 1945 en la ciudad japonesa de Hiroshima y dejó 525 fallecidos, unos 2 millones de damnificados y una conmoción interna generalizada.

Sobre los escombros del sismo, con un epicentro en el mar frente a la costa del sector central de Chile en un área de unos 13 millones de los 17 millones de habitantes de entonces en esa nación, emergió un alud de reclamos y dudas sobre la respuesta de los aparatos militares y civiles chilenos de monitoreo: nadie activó las alarmas de tsunami o de maremoto.

Al cumplirse 10 años de la calamidad el próximo jueves, nadie tampoco olvidará que, aunque la entonces presidenta de Chile, Michelle Bachelet, decretó estado de catástrofe, lanzó llamados a la calma y, víctima de la secuencia de fallos en las instancias que debieron avisar de peligros inminentes, descartó la posibilidad de tsunami. Los yerros de esa fecha desconocieron el impacto global del terremoto, que inclinó el eje terrestre en 2.7 milisegundos de arco y, a partir de esa madrugada, cada día comenzó a ser más corto en la Tierra en 1.26 microsegundos.

La realidad mostró que en los primeros minutos posteriores al movimiento y pese al clamor gubernamental de tranquilidad y al silencio de las redes de alerta, un maremoto se abalanzó sobre el archipiélago chileno de Juan Fernández y las costas de territorio continental de Chile en el área del terremoto, con su secuela de muerte y destrucción.

"La gente se confió", narró la costarricense Elena Blando, residente en Chile desde 2009. Bachelet "repitió lo que le dijeron y fue un desastre", recordó. El ejemplo chileno de 2010 reafirmó la añeja aspiración de América Latina y el Caribe de tener depurados mecanismos de preparación, prevención y reacción ante las amenazas naturales. A diferencia de los escenarios meteorológicos, como lluvias, huracanes o tornados o inundaciones y sequías, y de las erupciones volcánicas, los temblores son eventuales, imprevisibles y sorpresivos, por lo que obligan a desafíos mayores para asimilar su siempre inesperado saldo de desolación y sufrimiento.

Transcurridos 20 años del siglo XXI, las 10 más graves sacudidas de tierra ocurrieron en El Salvador con dos en 2001, Perú en 2007, Costa Rica en 2009 y 2012, Chile y Haití en 2010, Ecuador en 2016 y México con dos en 2017, con un balance total aproximado de 320 mil muertos y 6.5 millones de damnificados, según registros oficiales actualizados.

"América Latina y el Caribe están expuestas a los desastres y al cambio climático que generan oleadas migratorias", con "altos grados de vulnerabilidad" en infraestructura y persistente desigualdad social, dijo Pablo Escribano, especialista de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Al reconocer "avances", Escribano indicó que "falta más trabajo preventivo" con las poblaciones americanas, para reforzar la preparación más que sólo la tarea reactiva.

PREVENCIÓN

América Latina y el Caribe adoptaron medidas de contingencia, pero sin desatarse de los desaciertos del pasado que siempre costaron gran número de vidas humanas. La Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) planteó que, aparte de impulsar nuevas y costosas infraestructuras, existe la creciente necesidad de reacondicionar las más antiguas y más frágiles, como viviendas, edificios, puentes, hospitales y fuentes de abastecimiento de agua, entre otras.

"La región aprende" en su capacidad de adaptarse a eventos naturales, admitió el peruano Raúl Salazar, jefe de la oficina de la UNDRR para las Américas y el Caribe, al mencionar que México creó una alerta temprana para prevenir de la inminencia de un terremoto, bajo ciertos rangos y con casi un minuto de preaviso. "Hay avances y todavía brechas por cubrir" para reducir pérdidas humanas y económicas, adujo.

"En 15 de los 35 países de América hay marcos legislativos y de gobernanza para reducir el riesgo de desastres de manera comprensiva: de enfocarlos como atención de emergencias a abordar factores que generan la vulnerabilidad", como inversión en infraestructura, calidad de construcción de edificios, casas y obras públicas, rediseño de ciudades y carreteras o condición de suelos, puntualizó. "La amenaza natural siempre ha estado ahí", aclaró, al advertir: "Los desastres no son naturales. Se generan por los procesos de crecimiento y de orientación del desarrollo que son los que construyen la vulnerabilidad".

'PERDIMOS TODO, PERO RECATAMOS A NUESTRA HIJA'

Bajo los desechos del edificio Don Luis, en la populosa localidad de Maipú de Santiago de Chile, quedaron vajillas, muebles, ropa, juguetes, electrodomésticos y gran cantidad de bienes materiales del matrimonio de los chilenos Jénnifer Vega y Fabián Alarcón, tras el derrumbe de la estructura en menos de 10 minutos por el terremoto en ese país del 27 de febrero de 2010.

“Allá quedaron fotografías y videos del nacimiento y cumpleaños de Celeste y de la boda. Nos quedamos sin recuerdos: fue como borrar una vida pasada”, evoca Vega. “Pero rescatamos a Celeste, nuestra bebé, de dos años”. Numerosas pertenencias se perdieron ahí arremolinadas en los escombros de un inmueble de cuatro pisos que cayó por el temblor.

“No teníamos ni un biberón para la leche de Celeste. Vivíamos de la solidaridad de los amigos y la familia”, relató. “Cuando el edificio cayó, llegó la policía e impidió el ingreso al local, por riesgo de desplome. No teníamos nada. Perdimos casi todo: lo único que rescatamos fue ropa de la niña, teléfonos celulares, billeteras e identificaciones. Nos metimos al apartamento casi como delincuentes”, recuerdó Vega, periodista, ahora de 37 años y ya separada de Alarcón. Celeste tiene 11. El 27 sería especial: los tres se irían de vacaciones a partir del día… del sismo.

“Planeábamos irnos por primera vez a la playa por 10 días con Celeste. Como buenos padres primerizos, compramos alimentos y víveres. Como recién casados teníamos equipo nuevo en apartamento nuevo”, recordó. Emocionada, describió: “Nos acostamos. Maletas, todo listo. Vivíamos en el segundo piso. Celeste dormía en el cuarto de al lado en su cuna. De repente empezó a temblar”.

“Fabián se levantó muy rápido, tomó en brazos a la niña y se quedó en el marco de una puerta. Me dijo: ‘Jénnifer, levántate’. No, esto va a pasar, contesté. ‘Jénnifer, levántate’, insistió. Le contesté lo mismo pero el temblor siguió más fuerte”.

Con su hija en brazos, Alarcón caminó hacia la puerta principal y la abrió, por temor de que se trabara. “Yo seguí acostada, porque dije: ¡Esto va a pasar, qué alharaca! De pronto, empezó un remezón tan fuerte que el armario se abrió y cayeron los cajones en la cama. Y me levanté, en pijama y pantuflas, él solo con pijama, descalzo y nuestra bebita de dos años con su pijama y nada más. Así bajamos.

“¡Fue tan rápido! Bajamos por las escaleras y nos caímos en los peldaños. Y todo sin electricidad”.

Los tres salieron a la calle. Alarcón regresó de inmediato al edificio a sacar ropa de Celeste.

“Se fue al estacionamiento y sacó el automóvil. Segundos después, el edificio se desplomó. Fabián quedó con secuelas. Duerme mal. No puede sacarse esas imágenes de la cabeza. Tiene marcas de las heridas en los pies con escombros y vidrios que se enterró”.

Finalizó: “Empezamos de cero. Ahora lo contamos como anécdota, pero algo bien triste porque se borra todo. Estamos bien. Vivo en otra comuna con mi hija. Me separé. Celeste no se acuerda de nada”.

525 MUERTOS El fuerte sismo dejó 525 fallecidos y unos 2 millones de damnificados.

Otros sismos

 

Las 10 más graves sacudidas de tierra en el siglo XXI:

*El Salvador, con dos en 2001.

*Perú en 2007.

*Costa Rica en 2009 y 2012.

*Chile y Haití en 2010.

*Ecuador en 2016.

*México, con dos en 2017.

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