Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que contempló Las Meninas de Velázquez, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y dijo:
-Soy católico. Creyente, no practicante. Y soy casado. Practicante, no creyente.
Prosiguió:
-En alguna forma los solteros y los ateos se parecen: ni unos ni otros tienen en quien recargarse. La fe y la esposa son un apoyo para el hombre en horas de dificultad.
Dio Cusset un nuevo sorbo a su martini y prosiguió:
-Admiro a los que pueden ir por el mundo sin una creencia y sin una mujer. Yo no podría vivir si no creyera en alguien superior a mí -me refiero a la mujer-y si no creyera en algo muy superior a mí - me refiero a la divinidad-. Voy por la vida sosegadamente porque de una mano me lleva Dios y de la otra una mujer. Con esa doble compañía tengo la certidumbre de que no me perderé.
Eso dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...