Permítanme mis cuatro lectores recordar hoy aquella tarde que cambió mi vida. Era yo reportero joven en un pequeño periódico de mi ciudad, Saltillo. Cierto día mi cochecito se descompuso, y entonces tuve que ir a mi trabajo en autobús. Unas esquinas después de haber subido yo subió al camión una hermosísima muchacha de ojos de luz y larga trenza rubia. "Con ella te vas a casar", me dijo una voz íntima. Cuando la muchacha bajó del autobús la seguí. "¿Me permites que te acompañe?". Ella, algo desconcertada: "Está bien". Y yo: "Pero que te acompañe toda la vida ¿eh?". Sonrió la muchacha. Salimos los siguientes días. Una semana justa después de haberla conocido le propuse matrimonio. Y asómbrense ustedes: me aceptó. Hoy, 19 de diciembre, mi adorada esposa María de la Luz y yo cumplimos 55 años de casados. Este día le doy gracias por haberme dado vida con su vida; por haberme llevado de la mano para que no me perdiera; por los dones que de ella he recibido: el consejo, el aliento en las horas de desánimo, el perdón de mis debilidades, el consuelo en la aflicción.
Le doy gracias, sobre todo, por los cuatro hijos que me dio, y por gozar junto conmigo a nuestros nietos. Gracias, mi amor. Te quiero. Te seguiré queriendo hasta el último de mis días. Y doy gracias a Dios por ti.
¡Hasta mañana!...