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Decidir un día para morir

JUAN MANUEL GONZÁLEZ

La campeona de juegos paralímpicos Marieke Vervoort de Bélgica, obtuvo en el año 2008 la papelería para someterse a la eutanasia -muerte asistida por un médico-, después de haber estado luchando con una enfermedad degenerativa de los músculos. Esta enfermedad le impidió el uso de sus piernas, la hizo dependiente y le causaba un dolor constante. El haber obtenido este documento le devolvió a Marieke cierto sentido de control de su vida. De acuerdo con las leyes de Bélgica, podía poner fin a su vida en cualquier momento que ella eligiera.

Y sintiéndose así, con más control de su vida, se aferró a la misma con un nuevo vigor. Llegó a destacar en su carrera como competidora de velocidad en silla de ruedas. Se volvió celebre en Europa y después en el resto del mundo, apareciendo en revistas, diarios internacionales, entrevistas en programas de televisión, y viajó por todo el mundo contando, en una narrativa inspiracional, la historia de su vida.

Marieke había estado a punto de programar su eutanasia en varias ocasiones, pero siempre había encontrado una razón para posponerla a pesar de su creciente dolor el cual aminoraba con los logros que podía experimentar en el tiempo que le quedaba. Decía: “Sigues albergando la esperanza de que algo más sucederá”.

El momento en que Vervoort saltó a la fama esta capturado en un tríptico de fotos que tiene en su casa: la meta de la final de 100 metros femenil en los Juegos Paralímpicos de Londres en el 2012, donde frustró el sprint tardío de la campeona defensora Michelle Stilwell, para llevarse la medalla de oro. Marieke cautivó a sus fans con su impresionante poder en la pista y los encanto con su singular entusiasmo más allá de la línea de meta y su colorida personalidad, así como la presencia de su perro de ayuda, Zenn.

Junto con la medalla de oro en Londres, ganó una medalla de plata en 200 metros, después logró tres medallas de oro en Doha, Qatar en 2015 y después, una de plata y una de bronce en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro en 2016. Fue nombrada Gran Oficial de la Orden de la Corona por el Rey Felipe, uno de los máximos honores en Bélgica. La vida de Marieke inició con una infancia feliz, padres amorosos, una hermana menor y practicando deportes a diario. En sus años de adolescencia apareció el dolor. Comenzó con un hormigueo en los pies que con los años se convirtió en un dolor ardiente en sus piernas, necesitando de muletas para moverse; a los 20 años se postró en silla de ruedas.

El diagnóstico: distrofia simpática refleja, cuadriplejía progresiva y con deformidad entre la quinta y sexta vértebras cervicales. Dolor intenso fallas en su vista y convulsiones. Sus sueños de convertirse en maestra se frustraron. El dolor constante y el miedo la hundieron en una profunda depresión. A los 29 años decidió que su carga era demasiado pesada. Un psiquiatra le recomendó hablar con el Dr. Win Distelmans, principal defensor de la eutanasia en Bélgica -la práctica de la eutanasia esta aprobada en este país desde el año 2002-, esta practica se aplica en pacientes que tienen una condición médica sin esperanza y con sufrimiento insoportable. Con 11 millones de habitantes, en el año 2018 Bélgica tuvo 2, 357 casos de eutanasia.

La perspectiva de la eutanasia no le había pasado por la mente a Muriere, hasta la charla con el Dr. Dístelmans, antes de ello, aún acogía la vida casi como una niña. A la gente le encantaba su risa fácil y sus bromas. Recibió la aprobación preliminar para poner fin a su vida, pero no parecía estar completamente lista “Simplemente quiero tener el papel en mis manos para cuando llegue el momento en que esto sea demasiado para mí, cuando alguien tenga que cuidarme día y noche, cuando ya no soporte el dolor, no quiero vivir así”.

Marieke decía que el saber que algún día decidiría quitarse la vida con la eutanasia le estaba ayudando a abrirse paso a través de su dolor y depresión. “Más países deberían permitir el suicidio asistido por un médico”, decía. Sus padres lloraban al verla sufrir, pero también vivían con el temor de recibir una llamada avisándoles que ella había hecho, por fin, los planes definitivos para realizar el procedimiento. La postura de ellos se complicaba más a medida que su hija se acercaba a ella. “No la apoyamos” dijo su padre, “pero la comprendemos”.

Marieke trataba de disfrutar la vida, disfrutar las cosas pequeñas, pero “Las cosas pequeñas, se están volviendo muy pequeñitas”, decía. Escoger un día para morir resultó difícil. Convocó a una “fiesta” de despedida en el hospital para un sábado de octubre, tenía planeado morir el martes siguiente. Tres días después sus padres la llevaron a casa para morir. Once años después de la aprobación de la eutanasia, Marieke pasó un último momento con sus padres, con su sobrino recién nacido, su madrina y dos de sus mejores amigos. El Dr. Win Distelmans le preguntó “¿Estás segura de que deseas continuar?”, “Si, quiero continuar”, contestó. La hora de la muerte fue registrada a las 20:15 horas del día 22 de octubre de 2019 en Diest, Bélgica. Descanse en paz.

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