Llegó sin más, y aun antes de presentarse me dijo, cautelosa:
-¿Lo he ofendido?
No entendí la razón de su pregunta. Seguramente advirtió mi desconcierto, porque entonces sí se presentó:
-Soy la duda.
Le pregunté:
-¿Y por qué piensa usted que me ha ofendido?
Respondió:
-Por la frase que dice: "La duda ofende". Vivo con el temor de ofender a alguien.
-A mí no me ha ofendido -la tranquilicé-. Por el contrario, estoy agradecido con usted.
-¿Por qué? -quiso saber.
-Porque la duda enseña más que la certidumbre. El que está seguro de algo no pregunta; en cambio el que
duda investiga, y de eso derivan útiles aprendizajes.
-¿Está usted seguro? -preguntó la duda.
Le respondí:
-La duda ofende.
¡Hasta mañana!...