Los transportistas de Torreón y de otras partes del país guardan un cariño especial por la Virgen. (SOFÍA GAMÓN)
El bullicio provoca que las personas tengan que hablar un poco más alto de lo normal. No es un día cualquiera, justo como no lo han sido el último par de semanas. Las calles del centro de Torreón han sido vestidas con danzas y cantos que glorifican a quien desde hace siglos se convirtió en la madre de todos los mexicanos. El rostro de la Virgen de Guadalupe abunda en los carteles, los globos y las playeras de los que año tras año transitan su ya típica peregrinación para festejar el día de su santa adorada.
Cerca de los más de veinte camiones que no dejan descansar sus claxons mientras llevan una imagen de la Virgen adherida en su medio de transporte, se encuentra un punto importante de compra lagunera durante las épocas decembrinas. Ni los vendedores ni las personas que van puesto por puesto buscando luces para adornar sus árboles de Navidad parecen inmutarse con el ruido que inunda la mañana, dan la impresión de estar cómodamente acostumbrados.
Entre la peregrinación que ocurre sobre la Juárez y la venta de nacimientos y esferas brillantes, se encuentra el puesto del señor Antonio Aranda. Su mesa está repleta de figuras del niño Dios, como se le llama comúnmente, y de la Virgen María junto a José. En medio de dichas representaciones, que abarcan todos los tamaños, se encuentra una de la Virgen de Guadalupe en su máximo esplendor, rodeada de destellos dorados. "La virgencita vende todo el año", dice mientras niega que durante estas épocas se aumente su venta.
Afuera del mercado momentáneo, sigue la peregrinación. Aunque es un evento que fielmente sucede cada año, incluso en varias ocasiones, los transeúntes se detienen para tomar fotografías y observar detenidamente los movimientos de los danzantes, los mismos que celebran con dicha la fecha especial de su virgencita.
Dentro del emblemático Mercado Juárez todavía es posible escuchar lo que sucede en la calle. Ahí se encuentra el taller de Juan Severo. Tiene una pequeña lona que dice que arregla aires acondicionados pero también tiene otro trabajo: restaurar figuras del niño Dios y, en menor medida, de la Virgen Guadalupana.
Durante los últimos meses del año, entre noviembre y diciembre, es cuando comienza su labor. Sin embargo, reconoce que disminuyó en comparación con otros años. Solamente ha restaurado, hasta ahora, 10 figuras de la Virgen María y el momento fuerte de su venta está por terminar.
"Es nuestra madre, nos ha hecho milagros", es su respuesta ante la pregunta de por qué los mexicanos tienen un fuerte lazo con la Virgen María. No importa que la venta baje, sobre una pequeña mesa, a un costado de donde está parado, se encuentran varios envases de pintura que rodean una de las 10 figuras que le han pedido que mejore. Los claxons no cesan y el amor por la Guadalupana tampoco.