¡Huérfana!, "Sancha" como dice mi gente, con mi mano la alimenté.
Por eso y por tan bonita, en la preferida se convirtió.
Verla crecer daba gusto, crecía ella y con ella la ilusión... De mejorar la situación.
Una mancha en la frente, otra más en el lomo y... ¡Pa'qué ponerle mi fierro!
Orejana quedó pa´ siempre, pero esas claritas señas y su temperamento y caráiter,
hacía que cualquier vecino, reconociera la propiedá.
Al potrero corría en las aguas y el corral la aguardaba en la seca.
Y uno de esos retornos, ya no lo hizo sola… Retozón y alegre con ganas de libertad, como ella, era su acompañante.
El fruto de su naturaleza, ese blanco nutriente, Jué el único sustento, pa´l suyo y pa´l mío... ¡Pa´ nuestros hijos!
Creo que hasta de acuerdo, ella y Martha se ponían... Una seca... Una cría. Otro año... ¡Otro retoño!
Pasó aquél crudo invierno y todos los días empezaban, con hartas ganas de verla.
Era tanto el deseo, que ese tan frío día, agarré el morral y el sombrero y al potrero mesmo,
pronto a buscarla me juí.
A la sombra de un huizache, en trabajos de parto la hallé.
Mangas arriba, a cuclillas, y solo tres juerzas unidas: Diosito, Lucero y la poca Fé que me quedaba.
Las horas pasaban y todo más feo se ponía.
Su edad y lo mal acomodao del fruto… ¡Le hacían difícil parir!
El último rayo de luz, de aquél tan aciago día, me dejó ver su mirada, que angustiada parecía decirme… ¡Haz que se logre mi cría!
Una navaja campera y una triste fogata, jué todo lo que tenía…
Ni sogas, ni amarres, ni eso que quita el dolor.
Solo su enorme valor y el saber que todavía su corazoncillo latía...
Una becerra retozona y alegre, con una mancha en la frente y otra más en el lomo, ansiosa por los calostros...
Lamía un tibio cadáver, y a un hombre cansado.
Lamía a mi querida "Lucero" y al mesmo tiempo… Limpiaba mis lágrimas
J.B. CEDILLO A.
