Columnas Social

PEQUEÑAS ESPECIES

EL PERRO Y SU VIDA DE PERRO

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Quienes tenemos uno a más perros sabemos bien de su capacidad para identificarse con nosotros cuando estamos irritados, nerviosos, tristes o alegres, sabemos de su intuición de cómo parecen anticiparse incluso a nuestros propios sentimientos. Y quizá por eso entre otras muchas cosas nos sentimos tan unidos a ellos, tanto como unidos están ellos a nosotros. Y sabemos también de cómo cada perro es diferente, de cómo cada cual expresa de manera distinta lo que siente, lo que vive, lo que aprende y de cómo interpreta también de manera diferente lo que nosotros le transmitimos, le indicamos, le pedimos. Pero también es cierto que en ocasiones cuando volcamos nuestras emociones en ellos, esos perros entregados y fieles que parecen entendernos mejor que nuestros padres, nuestros hijos, nuestra pareja, lo hacemos de forma equivocada, y es entonces cuando empiezan los problemas. Problemas que pueden estropear una relación estupenda, problemas que pueden tener como consecuencias graves para el comportamiento animal, para su capacidad de adaptación al medio en el que ha de vivir, que es el nuestro, no el suyo, un medio que dista mucho de ser aquél en el que en condiciones de total libertad, habría de vivir el perro con sus congéneres.

Lamentablemente una propietaria de una pareja de perros, perdió a su bebé en el cuarto mes de embarazo, sufrió un gran trauma durante meses por cuanto ese hijo era muy ansiado y esperado, como consecuencia de la enorme pérdida, volcó sus emociones en sus dos perros y especialmente en la hembra, con la que estableció una relación de gran convivencia, como si percibiera que la perra por el hecho de ser de su mismo sexo, la entendía mejor que el macho. Volcando esas emociones en la perra, le traspasó de alguna manera sus inquietudes, el sentimiento de su pérdida, de tristeza y frustración sin darse cuenta de ello, y se agarró de la hembra con la desesperación que provoca la sensación de incomprensión por parte de la sociedad y de los amigos, que si en primera instancia estuvieron muy pendientes de ella, con el tiempo pasaron a otras cosas y olvidaron. Pasó entonces que la perra se convirtió en su mejor y casi única aliada y compañera, recibió todos los mimos, las atenciones y los estímulos afectivos de todo punto excesivos, que sin darse cuenta la fue atosigando hasta el punto de que cuando el animal tenía que quedarse solo, pues su dueña salía a trabajar, vivía auténticas crisis de soledad, destrozando todo lo que encontraba a mano. Y no sólo eso sino que se convirtió en un animal irascible y protector en exceso de su ama, hasta el punto de que cuando salían a la calle para los habituales paseos, cualquiera que se acercara a su dueña para saludarla era recibida con gruñidos destemplados y una actitud amenazadora, cosa que no hacía antes de los mimos. Sin quererlo la dueña había ejercido con el exceso de mimos y de atención, un efecto equivocado en el animal, y ese efecto equivocado estaba teniendo como consecuencia un cambio muy negativo en el comportamiento de la perra, tanto así que el animal necesitó de un largo período de readaptación, lejos de su casa y de su ambiente, para recuperar las buenas viejas costumbres y volver a ser el animal equilibrado, dócil y fiable.

Es indudable que los perros necesitan de nuestra atención, de nuestros cuidados, de nuestro cariño, totalmente cierto, pero también de su espacio vital, de una cierta distancia, desde donde puedan vivir su propia vida de perros.

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Escrito en: La columna del perro

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