Columnas Social

PEQUEÑAS ESPECIES

LA CARRETA DE LA MUERTE

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Hace años leí una leyenda típica de nuestras tradiciones mexicanas relacionada con "El día de muertos", donde aparecía un esqueleto vestido con una túnica negra con su típica guadaña, montado en una carreta tirada por un par de briosos corceles azabache, llegando por el alma de la persona que estaba destinada a morir.

Precisamente así me sentí, cuando llegue con "Hans" para aplicar la eutanasia con una sobredosis de anestesia, se trataba de un viejo Pastor Alemán de catorce años de edad, quién lo dio todo para sus amos, sufría de artritis, dolor, anorexia, visión casi nula, úlceras dérmicas, estaba seguro que la decisión de los dueños fue lo más acertado. Conocí a "Hans" hace algunos años cuando enfermó, perdía el equilibrio al caminar, así que sus dueños muy preocupados me llamaron para que fuera a examinarlo, al auscultarlo, uno de sus oídos me hizo corroborar mis sospechas, se trataba de una infección en el oído interno, específicamente de los canales semicirculares, que es el órgano de equilibrio de nuestro cuerpo al igual que el de los caninos, después de unos días recuperó su andar con el tratamiento, pasaron meses para volver a saber de él. Al llegar a su casa, permanecía en el mismo lugar donde lo vi por primera vez, echado junto a la puerta principal de la casa como un celoso guardián, su enorme tamaño imponía con el solo hecho de mirarlo. Recuerdo que uno de los jóvenes dueños de "Hans" había ido a la clínica a preguntar por los servicios de eutanasia y me solicitaba ir a su domicilio, no sin antes hacerle una serie de preguntas encaminadas a evitar injustificadamente la eutanasia; Edad, enfermedades, apetito, camina, algún tratamiento, y lo más importante, ¿está sufriendo?. Es necesario preguntar que la decisión sea definitiva, y si está de acuerdo la familia, de no ser así, no realizamos la privación de vida de la mascota. En ocasiones nos han solicitado algunos propietarios la eutanasia de su mascota, sólo por el hecho de no poderlos atender, de ahí la razón de este cuestionamiento. Cuando llegué a casa de los dueños de mi paciente para realizar "mi trabajo", con el solo hecho de verme llegar, los dueños de "Hans" afloran los sentimientos hacia su querida mascota, y es donde también a los veterinarios se nos parte el corazón, compartir esos momentos solemnes de tristeza y llanto, tratamos de hacerles sentir que tomaron la decisión correcta, una vida con dolor y sufrimiento es un martirio, tanto para el perro como para ellos, en ocasiones sentimos que las palabras no se escuchan, debido a la angustia por la que están pasando, me solicitan unos minutos con su perro y se despiden haciéndole algunas caricias en la cabeza, parecía comprender su destino, tranquilo y resignado como agradeciendo ponerle fin a su sufrimiento. "Hans" llegó a casa por primera vez cuando su joven dueño contaba tan solo con tres años de edad, donde la inocencia a esa edad inmortaliza a sus seres queridos, incluyendo a su mascota, ya que para ellos no son animales, son también familia, crecen juntos y se dan cuenta que la muerte de su perro es tan dolorosa como la de un pariente. Permaneció unos segundos a solas con él y haciéndole algunas caricias se despide para siempre, recordando los momentos alegres de toda una vida, pues desde que tuvo uso de razón "Hans" siempre estuvo en casa. El resto de la familia no quieren ser testigo de ese momento tan difícil, desean estar a solas para desahogarse, así que uno de ellos es quién toma la decisión de estar por última vez con su mascota, y cubrir mis honorarios, por el único servicio de mi profesión, que no es de mi agrado realizar, y que corresponde al… Carretonero de la muerte.

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