No hay quietud más quieta que la de un gato en sueño.
Miro dormir a este gato y pienso que si el universo lo viera bostezaría.
El gato duerme como si no hubiera mundo. Su sueño es total. Es el sueño del inocente. Si los ángeles duermen, así duermen.
Ignoro si el gato duerme como duerme porque es muy rico o porque es muy pobre. La riqueza, contrariamente a lo que los moralistas dicen, tiene el sueño tranquilo. La pobreza duerme el sosegado sueño de quien no pide nada porque está acostumbrado a que nada le den.
Yo no deseo para mí el sueño de ese gato. Es un poco la muerte. Yo quiero que mi sueño esté lleno de sueños, no importa que sean malos sueños. Quiero soñarlo todo: a la mujer; a Dios y a su eterno acompañante; al cielo y a la tierra; a los monstruos que habitan ambos reinos.
Quiero soñarme a mí mismo y al despertar volver al sueño que se llama vida.
El gato sigue durmiendo.
Y yo sigo soñando.
¡Hasta mañana!...
