
Pasa por buen momento. El actor Víctor Trujillo se siente complacido de que la gente vaya a ver este montaje, pues asegura tener un lugar en el gusto del público. (ESPECIAL)
El actor Víctor Trujillo regresa a los escenarios, después de cuatro años de ausencia, con la puesta La desobediencia de Marte, de la autoría de Juan Villoro, la cual significa un gran desafío en su carrera y un importante ejercicio teatral.
La trama, en primera instancia se desarrolla en el año 1600, cuando el enfermizo Johannes Kepler es reconocido como uno de los más agudos matemáticos de la época y Tycho Brahe es el creador de las mejores tablas de medición estelar que existen hasta el momento.
El actor compartió sus impresiones de lo que encontró en este texto, el primero que Villoro escribe para teatro, para que decidiera con él regresar a la actuación encarnando al engreído Brahe y compartiendo escena esta vez con Mauricio Isaac.
"Cuando leí la obra dije, 'pues de aquí soy', me encantó, me divirtió mucho, me pareció que era un desafío importante, porque además se deben manejar varios tonos, varios momentos, tienes que trabajar con una muy buena contención, hay partes profundas, trágicas, cómicas, históricas, negras, entonces me dieron muchas ganas de estar aquí".
La desobediencia de Marte es también un ejercicio actoral de teatro dentro del teatro: "Creo que en el fondo es un debate generacional en varios sentidos, primero porque estos dos hombres en aquel lejano 1600 se hacían la pregunta eterna de ¿qué hay allá arriba?, para luego cuestionarse para qué preocuparse de lo que pasa en el cielo si no se está viendo lo que pasa en la Tierra y no se ve lo que pasa en uno".
Acostumbrado a que le hacen llegar proyectos que han sido escritos para que los estrene en teatro, Trujillo habla de si le genera algo el que no haya sido él quien arrancó dicha puesta en su primera temporada:
"A lo mejor me hubieran dado ganas de estrenarla hace dos años si la hubiera visto con Joaquín Cosío y José María de Tavira, pero por cuestiones de trabajo no pude, así que todo es nuevo para mí, además tengo la tranquilidad de que con ellos debió ser estupendo, no se trata de un duelo de actuaciones sino de mostrar una galería de posibilidades de abordar nuestros personajes", agregó.
El actor de otras obras, como Rojo y El dedo del señor considera que Joaquín Cosío usó sus herramientas y él hace lo propio con las suyas, "y no, no tuve resquemor al no haber sido el primero en actuar en esta puesta, ahora estamos en el Teatro Milán, y eso es lo que cuenta".
Trujillo dice sentirse complacido de que la gente vaya a ver este montaje que ya estuvo en cartelera hace poco más de dos años, pues asegura tener un lugar en el gusto del público.
"Han sido 40 años de trabajo, creo que hay una muy buena relación con la gente, para muchos de ellos suelo ser algo así como un familiar y ahora que estamos viviendo tiempos tan polarizados, tan rijosos, el teatro es un oasis maravilloso.
Yo he trabajado toda mi vida para contar historias y me siento pleno que el público se ría de cosas que ven en el escenario que no tienen absolutamente nada que ver con lo cotidiano de sus vidas".
Y aunque sabe que suena a un lugar común, Víctor Trujillo admite sin falsos rubores que sigue experimentando esa sensación de nerviosismo, igual que a principios de los 80, cuando inició su carrera, cada vez que escucha que se está dando la tercera llamada anunciando su entrada al escenario, e igual que le pasó en sus primeros años, encuentra nuevas maneras de entender y abordar a su personaje conforme va desarrollándose la temporada.
"Una vez que va corriendo la obra se va volviendo más orgánico todo hasta que llega el momento en el que el texto se dispara solo y esto te da el chance de ver otras cosas, otros acentos, otras reacciones en tu compañero y tu compañero está también viendo otras actitudes en ti que no había visto por los nervios, por el estrés, por la incertidumbre que hay al inicio de cada temporada, eso es invariable".
Dice, además, que igual que esos nervios que le invaden al iniciar cada función hay, al ver bajar el telón frente a él, un gran gozo:
"Termino agotado pero con una satisfacción interior que no te la da nada porque estuviste haciendo vibrar a la gente por cuatro horas en dos funciones, me gusta saber a través de sus expresiones que están contentos, que me están siguiendo y al percibir eso me atrevo a irme más hondo porque sé que estamos en esa atmósfera que propone ese texto del autor que de entrada no es fácil pero que por tener esa arquitectura emocional en su estructura no falla".