"Honrar al padre y a la madre".
Eso prescribe el cuarto mandamiento del Decálogo.
La ley divina está cumplida cabalmente en el hermoso libro que Salvador Ramírez Bravo, tamaulipeco, escribió acerca de sus padres, don Jesús y doña Ana.
"Mis viejos", se llama ese conmovedor testimonio que lleva un expresivo subtítulo: "La vida ordinaria de dos seres extraordinarios".
Larga y abundante en frutos fue, en efecto, la existencia de los padres del autor, por eso no sorprende que él les haya dedicado páginas al mismo tiempo bien escritas y llenas de emoción. Con ellas ha honrado a sus padres y se ha honrado él mismo, pues en su obra demuestra poseer dos nobles sentimientos: el del amor filial y el de la gratitud.
Agradezco a Salvador el generoso envío de su libro. La lectura de su texto me trajo el recuerdo de mis propios padres y el agradecimiento que les guardo por haberme dado el don de la vida y de su ejemplo. Libros como éste de "Mis viejos", a más de contener memorias entrañables, llevan también entre sus hojas la enseñanza de lo que debemos dar a los que todo nos dieron.
¡Hasta mañana!...