Puesta en escena. Ayer el actor Rafael Perrín presentó en el Teatro Isauro Martínez la obra Esquizofrenia. (EL SIGLO DE TORREÓN/ Ernesto Ramírez)
Rafael Perrín, el aclamado director teatral, lo ha vuelto a hacer. En esta ocasión, no visitó tierras laguneras con su obra La Dama de Negro, sino que teniendo al teatro Isauro Martínez como testigo, se adentró en el personaje de Emile Tuck, un doctor que se jactaba de haber conseguido la cura para la esquizofrenia. Esquizofrenia es una obra ambientada en 1914. Surge gracias a un sueño de Perrín, en el que se vio atrapado en un hospital psiquiátrico. Los pormenores de tal vivencia fueron plasmados por la pluma de Mauricio Pichardo en la puesta en escena que disfrutaron los laguneros ayer.
Humo blanquecino se apodera del escenario mientras los espectadores buscan sus asientos. De un momento a otro, no solo se pierde de vista el pizarrón y el escritorio viejo que sirven como escenografía, sino que se vuelve imposible distinguir las facciones de quienes están sentados en las primeras filas. La tercera llamada se anuncia por todo el recinto y la obra comienza.
Durante los siguientes noventa minutos, el Doctor Tuck convierte a los espectadores en médicos oyentes de una conferencia. Con una seguridad que poco a poco va perdiendo fuerza, los adentra en la consciencia de quien no sabe con certeza si se ha vuelto loco. Gritos apremiantes y susurros escalofriantes acompañan al doctor durante su monólogo.
Finalmente, después de provocar que nadie dentro de la sala pueda apartar su mirada de lo que está ocurriendo sobre el escenario y con una sensación de tensión y angustia palpable en el ambiente, las luces se prenden y los aplausos se hacen presentes.
Perrín interactúa en todo momento con el espectador, haciéndolo partícipe de cada quiebre que su personaje experimenta. Se despide agradeciendo a su fiel público y pidiendo un aplauso para todos los involucrados que hacen posible que su obra sea todo un éxito.
