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Al Larguero

Los Jefes

Alejandro Tovar

Comentaba en rueda de café, Don Carlos Miloc (qepd) en un monólogo exquisito, sin desperdicio, producto de mil experiencias, visión del juego de futbol y un vigoroso amor por su deporte, que él se hizo entrenador gracias a los muchachos del Irapuato (Alvirde, López Zapiáin, Palatto, Antuñano, los Ruiz, Mario Rey, Belmonte, etc.), que luego reforzó esos avances en Pachuca con Ceballos, Pollo Castillo, Chucho Zárate, Lizaola, Corona, Arredondo y otros).

Sin embargo, donde cimentó su etapa larga de técnico, fue en Torreón con los Diablos Blancos, pues Chuleta Aguilar, Caica Zamora, Toro Gómez, Genaro Torres, los hermanos Estrada, Vizcaíno, el difunto Navarro y los argentinos Gennoni, Tarabini, Cibeyra, lo hicieron crecer hasta llegar a la consagración en Tigres a donde se llevó a Talavera y Raúl Ruiz. Ahí, decía, ya estaba bien formado.

Decía Martín Lutero, que “la fé, por sí misma, salva”. Miloc siempre fue agradecido con los jugadores que tuvo y muchas veces con ellos superó la angustia de la esclavitud, porque antes de la élite tuvo que dar varios viajes de ida y vuelta al infierno y cada vez que regresó lo hizo mirando de frente al mundo del futbol, pues sabía perfectamente de los caminos que enseña la depresión.

Los técnicos se fríen dentro de un caldero, no importa su notable pasado ni el color de su presente, sino el omnipotente poder de la razón. Tienen la obligación de poseer agudeza intelectual y osadía, virtudes que si no aparecen, nublan todo el planteamiento, porque la necesidad es un muro de piedra, sin opción a la autoindulgencia, aunque se crea merecerla.

A Martín Palermo le sobran las ganas de entrar a cabecear pero sabiendo que los jefes Martínez y Fasci han comprado sogas para su cadalso, estudió a Santos y lo sometió en veinte minutos de ensueño, con dos goles y grilletes sobre Brian, Furch, Castillo y Arteaga. Dejó el camino abierto para las contras y diseñó un estilo donde sus fieras cazaban gente como la CIA a los hijos de Bin Laden, sabiendo que Almada no siente obsesión por la seguridad y el plan está para ofender.

En la abundancia de dos equipos irregulares, sobresalía el espíritu de todos, para dar un buen espectáculo, que no estuvo a salvo de imprecisiones y de algunos que intentaban algo extra, en vez de lo justo, de ahí que se refleja más el tiempo perdido por Almada en dar ingreso al talentoso Valdés, que cambió el escenario, sin ser secundado por Garnica que sigue buscándose a sí mismo.

El futbol es indestructible y en su vida paralela, los protagonistas suelen intentar cambiarlo, porque no todo es cuestión de liderazgo, sino de identidad y en esa lucha por controlar la ansiedad, solo llegan a hacer la diferencia cuando aparecen los instantes eléctricos, llenos de sabor y aunque el juego brillante parece un artículo de lujo, lo salvan latigazos de alegría. Cuando uno espera tanto, en la vida y en el futbol, habla con uno mismo y eso siempre, da miedo.

Alejandro Tovar

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