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LA ACTITUD SOBRE LA

DESHONESTIDAD

El pasado 5 de septiembre apareció una nota en El Siglo de Torreón informando que el municipio empezaría la campaña "Torreón dice no a la mordida" en la cual se tomarán acciones "para evitar que se entreguen dádivas a funcionarios públicos por la realización de algún trámite, para evitar alguna multa o para obtener algún favor de parte de la administración municipal". Aunque la campaña no anuncia detalles operativos, la intención del gobierno local sin lugar a dudas es plausible y por supuesto merece reconocimiento, con la esperanza que se obtenga resultados de acuerdo a las metas de la campaña. La nota quizás parezca poco realista para muchos escépticos, sin embargo, logró estimular una reflexión sobre la necesidad de difundir valores y actitudes en relación a la tendencia desmedida de muchas personas quienes utilizan conscientemente la deshonestidad y corrupción como un estilo de vida personal.

Los actos deshonestos se encuentran en cualquier parte del mundo. Los vemos a diario de una forma u otra, en cualquier nivel socioeconómico y político y tipo de organizaciones públicas o privadas, pero también prevalece en otros sectores. Casi a diario leemos en las noticias sobre corrupción y deshonestidad en pequeñas y grandes dimensiones, y en una gran variedad de ámbitos. Se observa deshonestidad cuando alguien vende un automóvil sin mencionar fallas o defectos, cuando se alteran los medidores de electricidad, cuando se alteran las bombas de gasolina, cuando se falsifican documentos médicos, cuando se roban materiales y equipos del trabajo, y muchos otros ejemplos, incluyendo aquellos individuos quienes se perciben a si mismos como "moralmente superiores". Casos que ilustran claramente que la deshonestidad es un problema sociocultural con un gran impacto moral y económico.

La deshonestidad es un acto sin honestidad, esto es, un acto sin honradez, integridad, decencia, decoro, pudor, rectitud. Es un problema moral, específicamente de tipo ético, y muchas veces no necesariamente ilegal. Por ejemplo, un gobernador que roba de las arcas del gobierno definitivamente ha violado la ley descaradamente, pero un maestro que se ausenta frecuentemente e injustificadamente viola principalmente sus códigos de ética profesional o políticas de empleo, pero no necesariamente la ley. La revista Scientific American reporta en su edición de septiembre de 2019 (Dan Ariely y Ximena García, p.63) que, de acuerdo a una encuesta a nivel mundial, una de cada cuatro personas ha sobornado cuando solicita servicios públicos. En México, y basado en un estudio desarrollado por la UNAM en 2017, un 92 por ciento de la población encuestada reporta corrupción a lo largo y ancho del país. De ese grupo el 70 por ciento cree que la corrupción es el principal problema socioeconómico que agobia a la nación. Deshonestidad o corrupción, en grande o pequeña escala, es uno de los factores principales que retrasa el desarrollo de muchos individuos, sociedades y/o naciones.

El psicólogo Dan Ariely y colegas reportan en su articulo Dishonest Behavior, from Theory and Practice (septiembre 30, 2016, Frontiers in Psychology) sobre las raíces de la honestidad. Sus estudios sugieren que la gente tiende a valorar su nivel de moralidad y por lo mismo trata de resistirse a la tentación de actuar deshonestamente. La gran mayoría tendemos a ciertas conductas deshonestas en actividades de la vida diaria, sin embargo, esa deshonestidad está muy por debajo de lo máximo posible. Esto se debe a cierta tensión psicológica que proviene del conflicto entre el deseo de aprovecharse de una situación, y de la motivación de mantener una imagen moral positiva ante otros. Es decir, deseamos vernos como personas honestas, pero también queremos beneficiarnos de una oportunidad de hacer trampa.

Según el Dr. Ariely, la deshonestidad es contagiosa en el sentido de que se pasa de persona a persona. Cuando los hijos desde edad temprana ven a los padres, el joven profesionista al mentor o jefe, el jugador a su entrenador, etc., actuar deshonestamente, se asimila la conducta, y se puede transformar en costumbre y cultura. He escuchado y leído por diferentes fuentes de información que la deshonestidad y corrupción en México tiene su origen en la cultura sembrada por el virreinato español después de la conquista, y que través de la historia se desarrolló en lo que es ahora. Sin embargo, esta hipótesis es complicada de confirmar objetivamente. La realidad es que por muchas generaciones la deshonestidad y corrupción ha existido, y solo difiere en su naturaleza y magnitud. Quizás la solución pueda estar en las nuevas generaciones que puedan ver el impacto destructivo de la deshonestidad y la corrupción, desarrollar valores y actitudes hacia una forma de vivir mas honesta, e implantarlas a las generaciones que siguen. Gracias por su interés en esta columna.

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