
Humano. Con esta película, el realizador ahonda en las relaciones personales en la frontera.
El escritor y cineasta mexicano Guillermo Arriaga explora desde el punto de vista humano la frontera entre México y Estados Unidos en su último trabajo, No one left behind, presentado fuera de concurso en la Mostra de Venecia.
La cinta, de media hora de duración, se ha proyectado como evento especial junto a Electric Swan, de la griega Konstantina Kotzamani, y la noche del viernes logró llenar la sala de cine del festival, incluso numerosas personas quedaron fuera de la sesión.
En su regreso diez años después de The burning plain (Lejos de la tierra quemada, 2008), con esta película protagonizada por Jorge A. Jiménez y Danny Houston, el realizador ahonda en las relaciones personales en la candente frontera entre su país y Estados Unidos.
Lo hace mediante un grupo de soldados estadounidenses que acceden a territorio mexicano para desempeñar una misión secreta, encontrándose una realidad humana distinta a la que prefijada, alejada de los prejuicios, lo que cambia su perspectiva.
El director, que fue el guionista de las primeras películas de Alejandro González Iñárritu y de filmes como Amores perros (2000), asegura que el vínculo entre ambos países "es más fuerte de lo que muchos piensan", subraya en las notas de dirección.
No solo "por temas como la economía o la inmigración, sino por toda una serie de relaciones territoriales que se forman incesantemente bajo la superficie".
Una temática, sostiene, que siempre le ha interesado y que ha explorado como guionista, como demuestra en Los tres entierros de Melquiades Estrada (2005) y Babel (2006) y como director en la mencionada The Burning Plain.
"He escrito y dirigido este proyecto a la luz de eventos trágicos (en la frontera) con el objetivo de mostrar, de forma respetuosa, hasta qué punto estos vínculos pueden ser profundos", zanja el cineasta.
SE FILMÓ EN COAHUILA
La película es una proeza en su factura si se toma en cuenta que para su realización Arriaga sólo contó con tres días de filmación para rodar 10 minutos cada jornada. "Ese era el tiempo para el que daban los recursos que teníamos", dijo el realizador.
Arriaga, que siempre ha estado muy cerca de la frontera, "porque soy cazador y ahí es dónde suelo cazar" conoce bien a las familias del pueblo de Zaragoza, Coahuila en donde rodó a 20 kilómetros de la frontera con muchos no actores.
"Varios de ellos son amigos míos del pueblo muy queridos".
La historia surgió cuando fue a Nuevo México a hacer la búsqueda de locaciones y entró a muchas casas de migrantes.
"En la mayoría de ellas tenían sus altarcitos con sus hijos muertos en batalla.
Y muchos de ellos pensaban que iban a tener la residencia americana porque si luchas en el ejército obtienes la green card para ti y tu familia pero muchos de ellos fueron deportados y su familia se sentía muy decepcionada.
De ahí es de dónde vino esta idea porque el tema es muy complejo.
Es algo que me tocó profundamente", aseguró el realizador, quien en Venecia se siente como en casa.