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Feliz día del Abuelo

Antes de abordar el tren en el andén de mi partida, llegó el milagro más grande de la vida, la dicha bendita de ser abuelo, llegué con sabiduría a esta misión, cuanta satisfacción me dio el Creador de lo que hice con mi vida, borrando una sonrisa en mi parecer, que quisiera el tiempo retroceder y haber disfrutado más a mis hijos, los quise ver adultos y no gocé su formación, cuanto arrepentimiento siento haber trabajado tanto tiempo sin haber saboreado su niñez, en cambio ellos que grande me veían y en héroe me convertían, bendita inocencia de mis retoños, me perdí sus primaveras, estación efímera que pasó fugaz por mi jardín. Ahora entiendo porqué de viejos somos abuelos, la experiencia nos regresa con paciencia a compensar nuestros yerros, pues el tener hijos no nos convierte en padres, como el que posee un piano no lo hace pianista, con los nietos aprendemos a ser verdaderos padres. Son tan diferentes nuestros hijos, que es una bendición comprenderles y cuando crees entenderles, cambian abandonando la infancia, en cambio el padre nunca deja la paternidad. Que equivocado estaba, al pensar que el trabajo justificaba alejarme de mis hijos, Dios me envió un ángel que día y noche veló por ellos sin queja alguna, llegaba a la una de trabajar, para continuar con el trabajo pendiente antes de irse a trabajar, jamás faltó su comida, la ropa limpia, la tarea de la escuela, sus desvelos cuando enfermaban, los cuatro disfraces de primavera, nunca enfermaba y cuando lo hacía, al hospital iba a dar, mi compañera de toda la vida, de dos generaciones ha sido formadora, abuela consentidora, estandarte de la familia.

Orlando y Alejandro. Ángeles benditos, desde el primer día que los vi, los contemplaba fijo, frágiles y encantadores, que a cualquier llanto movían un ejército completo. Como no recordar la primera sonrisa, su primera palabra, sus lágrimas derramadas cuando la salud se quebrantaba, le pedía al Señor ser el enfermo y no mis peloncitos. Que sabios son los viejos años, nos dan el privilegio de ser abuelos, regresa la juventud olvidada, nos hace viejos por fuera y jóvenes por dentro, somos dueños de nuestro tiempo, nos vuelve indulgentes con los nietos y divergentes con los hijos cuando amagan a tus nietos. Les queremos tanto, que cuando están bajo tu regazo le das descanso, a su entrañable ángel de la guarda.

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