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EL MEJOR BOXEADOR MEXICANO DE TODOS LOS TIEMPOS

RODOLFO CERPA ROBLES

Siempre que llega agosto, es necesario para mí, tocar un tema del cual nunca hago mención como es el boxeo, porque en un día 12 de ese mes pero del año de 1982, sólo la muerte pudo vencer al que para mi gusto, ha sido el mejor boxeador de nuestro país como lo fue el originario de Santiago Tianguistenco en el estado de México Salvador Sánchez Narváez quien, en la división de peso pluma, nadie le pudo hacer ni siquiera cosquillas y ejerció una hegemonía que permanece aún en el recuerdo de todos aquéllos que nos aficionamos por el pugilismo.

Siempre fue considerado uno de los mejores libra por libra pero es evidente de que, para la mayoría de los aficionados de este deporte, Julio César Chávez se mantiene en la parte más alta de todos los peleadores (Con el debido respeto para mí no) pero tal vez por la fugacidad de su maravillosa carrera, es normalmente olvidado por los conocedores de esta disciplina.

Reconocido por una gran condición física, se aventaba corriendo cerca de ocho a diez millas por las montañas en seis días de la semana y en su juventud, fue aficionado de la lucha libre pero su gran amigo José Sosa, lo llevó en una ocasión al gimnasio donde empezó a sentir afecto por el box y ya a la edad de 13 años, comenzó a tirar trompadas como aficionado.

Su forma de pelear y su apariencia, no tenía comparación ya que, en su rostro, se le notaba el aspecto de un niño que cantaba en el coro de la iglesia y se perfeccionaba con una quijada de gran tamaño como para abrir las latas de refresco y después de que todos los que se le ponían en el ring, bailaban las calmadas, le llegó la gran oportunidad de disputar el título de peso pluma el dos de febrero de 1980 frente a Danny López conocido como “El Coloradito” y que fue criado entre los Pieles Rojas.

Sin que nadie diera un cacahuate por Salvador Sánchez, el hasta ese entonces campeón pluma, cayó derrotado por KOT en 13 asaltos lo que representó una agradable sorpresa debido a que el méxico-norteamericano, se había mantenido estable en la división de las 126 libras. Aunque su complexión no era de tal poder de destrucción y sobre todo teniendo un arte en la manera de pelear, Sal Sánchez poseía una pegada con una potencia increíble y se caracterizaba por ser un contragolpeador excelente que, de acuerdo a esta virtud, muchos cayeron vencidos con esta característica que tenía el mexiquense.

Y de repente, le llegó el momento más sublime de su carrera ya que, en la división inferior, a saber, súper gallo, había otro peleador que siempre se sintió el “papá de los pollitos” como lo fue el puertorriqueño Wilfredo Gómez que, con el coraje que teníamos en aquella ocasión cuando vimos la pelea en contra de Carlos Zárate y que, con la complacencia del tercero sobre la superficie después de mandar a la lona al popular “Cañas”, todavía le seguía golpeando ya en la lona.

Y el 21 de agosto de 1981 (aún recuerdo que estábamos pendientes en la radio porque la pelea fue por señal cerrada), se consagró en lo más alto cuando venció en 8 rounds al boricua que, desde que se firmó el combate, solo se dedicó a decir puras burradas a lo que único que acertó, fue precisamente en que asalto se acabaría la pelea nada más que fue al revés volteado.

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