Columnas Social

Ensayo sobre la cultura

Sin agua, nada

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Tradicionalmente, el agua, en Torreón Jardín, no había sido problema. De repente, se han secado los pozos y tenemos que conformarnos con pequeños chorros que no tienen presión y que no cumplen con satisfacer las necesidades de los colonos.

Todo el mundo ha puesto tanques enterrados que antes no eran necesarios y como la presión es insuficiente, uno que otro, cuenta con bombas para jalar el agua y así llenar sus tanques, aunque dicen que eso está prohibido. A cada quien le interesa resolver su problema, porque sin agua, nada.

Estoy seguro que muchos pensarán que la colonia es privilegiada y estoy de acuerdo con ello. Se vive tan a gusto aquí,se disfrutan los jardines y los servicios, las áreas verdes y las mejoras que en algunos aspectos se le han hecho. No se puede tapar el sol con un dedo, pero el gravísimo problema es que sin agua, los jardines particulares no se alcanzarán a regar porque ahorita el agua ni siquiera alcanza para llenar la lavadora.

Saltan a mi mente muchas preguntas: ¿cuál es la causa de que no se hayan adelantado al problema los responsables? Eso indica ineptitud. Las explicaciones que se puedan dar no convencen a nadie. Si durante setenta años el agua no había sido problema, ¿cuál es el motivo de que hoy si lo sea? Los pozos se secaron, ¿hay manera de rehabilitarlos o de encontrar nuevos pozos o conectarse a la red municipal? Los problemas se resuelven y si no pueden los responsables, que se les pida la renuncia para buscar gente capacitada que pueda afrontar el problema y darle solución.

Existen muchos rumores, de que si los gobernadores desearon nuestra agua, de que si se la vendieron a alguna institución, de que si esto de que si el otro. Para que el chocolate esté espeso, las cuentas deben ser claras. Lo más importante del mundo es que nos digan cómo y cuándo se va a resolver este problema.

Pero lo del agua es general en la región. Hay formas de hacer negocios sin afectar a terceros. No es tan fácil acabar con la cuenca lechera que consume mucha agua para satisfacer el abasto humano. Deben de existir en alguna parte, personas inteligentes capaces de ofrecernos soluciones: soltar al agua de las presas para que los mantos acuíferos se repongan, traer agua de otras partes, tratar los residuos para ciertos usos. No sé, a los tontos se nos ocurren muchas cosas inviables, por eso existen los especialistas que deben contratarse para resolver el problema que ya es urgente.

Otro de los rumores que se escuchan es que Simas ha sido la caja chica de la presidencia. Dinero para enfrentar el problema puede existir, puesto que por el servicio se cobra.

No hay nada más prioritario que resolver el abasto de este líquido. ¿Cómo es posible que no haya para la ciudad y sin embargo el garrafón que solicitas para hacerte de agua potable si exista y lo compres a 25 pesos? La botella de a litro te la venden en cinco o diez pesos. ¿De dónde sale esa agua? ¿Quién controla la industria?

Si no hay solución, la gente comenzará a emigrar. Se producirán colonias fantasmas y terminaremos siendo una ciudad con las mismas características. El desierto nos habrá vencido; o a lo mejor, perdónenme los mal pensados, habrá enriquecido a ciertos personajes a costa del crecimiento regional.

En el artículo pasado, decía que cuando uno viaja se da cuenta de que nuestra ciudad se está quedando atrás. El movimiento económico se resiste por la falta de industria. Lo que se ha hecho, como la Morelos, es copia de lo que en todas partes se ha hecho, lo que también implica falta de imaginación.

Nuestra ciudad necesita empuje, promoción industrial, fuentes de trabajo, implementar la cultura de compromiso con la ciudad, como siempre la había habido. Pero antes que todo, necesita agua. No podemos dejar de usar la regadera para bañarnos con una tina como en el siglo XIX. No podemos dejar que nuestros árboles mueran.

Los responsables cobran, pues que resuelvan; y si no, que renuncien.

A estas alturas, con tanta corrupción y tan poco civismo, con tan poquísima credibilidad política, religiosa y social, no hay a quien acudir.

Pero, sin agua, nada.

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