Reconocido. Joybacks fungió como juez en la Expo Tattoo Panamá 2019, celebrada en mayo pasado en el país caribeño. (EL SIGLO DE TORREÓN/ SAÚL RODRÍGUEZ)
El ser humano busca con esmero registrar sus experiencias. Los medios son diversos, pero es quizá el arte la forma más común de representar lo vivido. Jorge Cruz Morales Ortíz, también conocido como Joybacks, es un artista del tatuaje que se encarga de plasmar historias sobre las pieles de sus clientes.
Sentado sobre un sofá en el interior de su estudio (ubicado en el centro de Gómez Palacio), Joybacks declara que tuvo su primer contacto con el tatuaje hace seis años y medio. Aquel encuentro fue natural, ya que antes había recorrido las artes visuales a través del dibujo y del grafiti.
A sus 24 años es reconocido en el país. En una pared cuelgan enmarcados algunos diplomas provenientes de convenciones en urbes como Mexicali o Ciudad Juárez.
También ha visitado Costa Rica y el mes pasado viajó a Panamá, donde fungió como juez de un certamen. "No es tan simple como decir 'quiero tatuarme' y ya. Esto es algo que se queda para siempre, a veces no lo entendemos de tal forma, estamos acostumbrados a tener algo y desecharlo cuando cumple su tiempo".
Su trabajo aborda diversos métodos, pero es el realismo con el que más se le relaciona. "El realismo es algo que todos vemos y a veces no notamos. Es una fotografía".
Su realismo no es opaco. Sus obras poseen un brillo singular, se notan vivas, resaltan los detalles. Joybacks explica que ve al color como una luz que da forma a los objetos, para lo cual emplea mucho tiempo y estabilidad emocional. "Esto es un hambre desde adentro. Son ganas de superarte a ti mismo, de saber hasta dónde llegas y cuál es tu límite. Es como el bien y el mal, si no hay esa dualidad, no existe el realismo".
ENFRENTAR EL DOLOR
En esta línea, afirma que el artista del tatuaje tiene la responsabilidad de cuidar la salud de su cliente, emplear materiales higiénicos, revisar la idea del tatuaje y fungir como una especie de psicólogo al entender el trasfondo del mismo. "Yo los escucho, llegan y me cuentan la historia. Trato de familiarizarme con esa idea y con esa persona, de hacer una conexión entre tatuador y cliente. Es más fácil realizar el trabajo cuando se tiene una idea concreta de lo que se está buscando".
Recuerda a una clienta que tuvo en Mexicali. La joven le comentó que quería tatuarse porque había tenido un suceso muy fuerte años atrás. El artista le recomendó algunos tipos de tatuajes, mismos que ella rechazó porque no tenían qué ver con lo que había vivido. Fue hasta que la joven se sinceró y le confió que había perdido a su bebé. Joybacks tomó respetuosamente su dolor y comenzó a representarlo. El resultado final fue un pequeño bebé, con un par de alas, una aureola y una fecha. "Le sugerí que se lo pusiera en las muñecas. A medio tatuaje comenzó a llorar porque se acordó de todo lo que había pasado".
Plasmar aquella perdida en la piel de la joven fue muy significativo porque, asegura, se fue agredecida. Un ejemplo de cómo el arte emerge en una representación del dolor emocional y se complemente con el dolor físico. El tatuaje también simboliza una expresión de transformación personal, como un antídoto que fluye contra el olvido y lo desborda. "Hay historias en las que aguantaron el tatuaje porque sienten menos dolor que lo que ya sintieron. Dicen: 'No se compara este dolor con lo que ya sentí, con lo que siento. Eso no es nada'".
Por ello, Joybacks se declara agradecido con quienes le enseñaron a insertar aguja y tinta en la dermis y así, plasmar historias a través del arte.
