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Origen, antecedentes históricos y desarrollo de Gómez Palacio, Durango (Segunda parte)

CRÓNICA GOMEZPALATINA

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ (CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO)

Decíamos en la crónica anterior que nuestro terruño había sido protagonista de primera línea de los importantes acontecimientos históricos sucedidos en el país a fines del Siglo XIX, mismos que le permitieron figurar destacadamente en la construcción de una región que se incorporaba por caminos de modernidad y progreso, transformando la estéril estepa, en un vergel productivo y fértil, gracias a la bendición de las aguas del río Nazas y al trabajo esforzado y tenaz de sus laboriosos habitantes, que aportaban esfuerzo y sacrificio en aras del bien común, en busca de mejores metas de supervivencia y progreso, mismo que llegó a través de las vías del Ferrocarril Central Mexicano que en las direcciones norte y sur se venían construyendo de algunos años atrás, para unir la frontera norte del país, desde la población entonces llamada Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, hasta la capital de nuestra nación la ciudad de México.

Nuestra comunidad, surgida de la visión de su Fundador don Santiago Lavín Cuadra, que advirtió la gran oportunidad que significaba estar en un lugar estratégico para las comunicaciones y los negocios, tomó determinaciones sumamente acertadas para propiciar la creación de un centro de población que gradualmente se convirtió en una importante ciudad norteña

La creciente importancia de la llamada Comarca Lagunera había sido tomada muy en cuenta para asegurar el éxito de la empresa ferroviaria, instalando una estación de paso que los habitantes conocían como Estación Santa Rosa, en razón de hallarse en la Colonia del mismo nombre, de la comunidad conocida como Gómez Palacio, y anteriormente hacienda de Santa Rosa de Lima. En la cual se embarcaban los miles de toneladas de algodón, a los centros fabriles del centro de México, las cuales anteriormente eran transportadas en carros de mulas, en travesías que duraban meses, con altos costos y riesgos de toda índole, como robos y asaltos a la preciada carga. Esa situación se terminó definitivamente, con el uso de góndolas y vagones de ferrocarril, que en dos o tres días llevaban los cargamentos a su destino e igualmente traían a nuestra comarca las materias primas que se requerían para las nacientes industrias que se instalaron y los productos de la tecnología extranjera como: arados, rejas y discos agrícolas, bombas de agua, calderas, motores de combustión interna para norias, llantas, armas y toda clase de herramientas, plantas eléctricas y cableado de cobre, entre otros muchos materiales, que vinieron a darle a nuestra tierra la vocación industrial de que siempre hemos estado orgullosos y que todavía conservamos, solamente que con un gran crecimiento y desarrollo mismos elemento que son base de nuestra economía, en paralelo a la gran producción agrícola y ganadera, que nos hace líderes en muchas de las ramas agropecuarias y de producción de lácteos.

EL surgimiento de grandes empresas como la textilera "La Amistad", que ocupaba 3 mil trabajadores, en tres turnos. La Industrial Jabonera "La Esperanza", la más grande en su género en América Latina, los importantes talleres de los Ferrocarriles Nacionales de México con miles de operadores ambas, para dar servicios de mantenimiento integral a sus factorías. Equipos especializados y un numeroso grupo de pequeños talleres, como fundidoras, herrerías, hojalaterías, soldadura y mecánica en general, ladrilleras con constructores y albañiles que entre todos integraban la fuerza de trabajo complementaria, para soportar las necesidades de ese emporio de progreso.

Fue tan dinámico el crecimiento que llamó la atención nacional e internacional, arribando miles de personas a buscar su propio progreso en las ciudades laguneras, llegando a instalarse más de una docena de etnias extranjeras tales como: Norteamericanos, Ingleses, Franceses, Árabes, Españoles, Chinos, Griegos, Italianos, Holandeses, y Alemanes, contribuyendo con sus costumbres y tradiciones a fortalecer nuestras culturas de por sí bellísimas, grandiosas y firmes, fundidas en el hermoso crisol de nuestra identidad, espléndida, sólida y diferente, que nos identifica con el patronímico grandioso que tanto nos enorgullece como "Laguneros".

Como consecuencia lógica llegaron a establecerse los pobladores originarios, que se constituyeron por derecho propio en pioneros. Gente que arraigó sus propios valores como esforzados trabajadores, de buenas costumbres, audaces y luchadores, compartidos en épocas de prosperidad y de infortunio, de sanas intenciones, determinados siempre para llevar a buen término todas sus iniciativas y proyectos. Más adelante esa noble y generosa herencia, les permitió superarse y soportar los tiempos de contiendas bélicas que asolaron estas tierras, donde ellos defendieron los derechos sociales y marcaron la huella de sus acciones con el sello que ahora llevamos los gomezpalatinos, que dice: nadie tiene derecho a la abundancia sin participar en el esfuerzo.

Del cumplimiento de esa certera máxima, se valieron las siguientes generaciones para promover el avance, la superación y el logro de mejores satisfactores de vida, que dieron a ésta, nuestra patria chica, mejores campos de progreso, dignidad y esperanza, a pesar de las inmensas problemáticas que tuvieron que resolver. Recordamos el sacrifico supremo de aquellos en su mayoría héroes anónimos que en los combates de la Revolución Mexicana sucumbieron por sus ideales, iniciando la lucha armada en Gómez Palacio el 20 de noviembre de 1910 y protagonizando ellos mismos, el 15 de mayo de 1911, el triunfo de las fuerzas maderistas en la plaza de Torreón, contribuyendo a derrocar al tirano Porfirio Díaz, prosiguiendo su compromiso de libertad incorporados en las tropas de la División del Norte comandada por Francisco Villa, para combatir al usurpador de la Presidencia Nacional, el Chacal Victoriano Huerta en las Batallas de la Laguna, con sus cruentos combates del Cerro de la Pila del 20 al 26 de marzo de 1914, que causaron más de 6 mil bajas, en las fuerzas combatientes de ambos bandos.

Superadas temporalmente las circunstancias aciagas, los compromisos que imponía el desarrollo se fueron atendiendo gradualmente. Se atendieron las necesidades de centros de recopilación y venta de alimentos básicos para los habitantes creándose el primer mercado, llamado Santiago Baca Ortiz, en honor del primer Gobernador Constitucional del Estado, hombre honesto y diligente de firmes convicciones liberales, buena actuación y grato recuerdo para el pueblo, inaugurándose en el mes de diciembre de 1901, en la manzana sexta, espacio destinado a ese efecto en el trazo oficial de la autoría del ingeniero Laureano Paredes. En el proceso de su construcción, algunos comerciantes se inconformaron con el cobro de las rentas y se instalaron en las calles aledañas a la Plaza de Toros del barrio llamado "El Parralito", ubicado al centro norte de la población, que contaba con el vecindario más numeroso debido a su cercanía con las fábricas más importantes y poco a poco colocaron sus negocios por la calle Morelos y alrededores, donde permanecen hasta la fecha.

Lamentablemente el mercado Baca Ortiz envuelto en una serie de conflictos y falta de higiene debido a lo inadecuado de sus instalaciones, por más de cinco lustros estuvo convertido en amenaza para la salud pública y foco de atención para la sociedad, con arreglos parciales que solamente eran paliativos temporales. El gobernador de Durango de esos tiempos ingeniero Pastor Rouaix (Rue) Méndez, en su visita a la ciudad el dos de diciembre de 1931, anunció la reconstrucción del citado mercado para terminar con las condiciones insalubres con las que operaba. A partir de esa fecha el local remodelado funcionó de manera regular hasta el día 13 de agosto de 1947 en que un devastador incendio destruyó 240 locales de un total de 280 que existían. Durante varios años "El Mercado del Parralito" se fortaleció, a costa del problema de imagen e higiene. El nuevo gobernador interino substituto don José Ramón Valdez se hizo cargo de la reconstrucción integral del mercado la cual duró aproximadamente tres años y el jueves 7 de septiembre de 1950 se inauguró con el nombre del gobernante, en agradecimiento al apoyo brindado y a la palabra cumplida a los comerciantes. Llegaron a la región lagunera los modernos establecimientos denominados supermercados, desplazando al comercio tradicional, pero nuevamente surgió el espíritu progresista de los gomezpalatinos tratando de acortar la gran desventaja que tenían con los establecimientos de la vecina ciudad de Torreón y con las grandes cadenas comerciales nacionales y al impulso de la Cámara Nacional de Comercio de Gómez Palacio se inició la lucha para la construcción de un Mercado de Abastos, como el requerimiento necesario para el desarrollo del municipio y después de un trabajo incesante y una estrategia de venta de bodegas y locales, el 27 de agosto de 1992, fueron inauguradas las instalaciones del Mercado de Abastos de Gómez Palacio con inicio oficial de operaciones el 11 de diciembre de 1992, la bendición de las instalaciones y de una imagen de la Virgen de Guadalupe proclamada "Patrona del Centro de Abastos" de acuerdo a la fe católica, Este notable acontecimiento ha permitido a Gómez Palacio equipararse con otros grandes centros de abasto del país, en beneficio de sus habitantes y de los productores locales de bienes y servicios agrícolas.

En la próxima crónica tomaremos otros aspectos del crecimiento de nuestra comunidad, para dar la mayor información a nuestros estimados lectores sobre los procesos de avance que se han tenido en esta entrañable población gomezpalatina, en las últimas décadas. [email protected]

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