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Al Larguero

Alejandro Tovar

Mañana, los Dodgers repletarán su hermoso estadio ante Atlanta en lo que han dado en llamar “Noche de la herencia mexicana”, que es una promoción estelar, que se ha venido ofertando con éxito inusitado desde hace tiempo. Los compradores tendrán el ingreso al inmueble, con regalos y una camiseta alusiva, con los colores de la bandera mexicana, puesto que cada cinco de mayo en LA se festeja la independencia de los países de América latina y los nuestros, son pasionales y consumidores bajo publicidad que lleve la nostalgia de la tierra y el sentimiento patriota.

En estos tiempos del imperio tecnológico que invade personas, ideas e impone nuevas formas de vivir, de pensar y de actuar, las nuevas generaciones se mueven hacia donde la mercadotecnia ordena y a donde los medios le imponen, al desconocer razones que han llevado a su dominio permanente, como es el pasado reciente, ese que olvidan los jóvenes y hasta sus mayores, que suelen mirar de reojo la historia o simplemente, como por desgracia es común, la ignoran. Cerca del centro de Los Ángeles y desde principios del siglo pasado, sobre un monte olvidado, se fueron asentando familias mexicanas en diversas etapas, porque el avance de la gran urbe californiana se movía por sus enfoques raciales y conforme fueron incrementándose los migrantes se acomodaron en grupos, en barrios, de acuerdo a una segregación urbana que privilegiaba a la raza blanca por encima de “las minorías”, que ahora mismo ya no lo son tanto.

En 1950, sobre esas lomas de Chávez Rabine, le llamaban, estaban los mexicanos en sitios como Bishop, La Loma y Palo Verde. Ellos mismos tenían, dentro de su pobreza, sus diferencias pues algunos poseían empleo y buena construcción, mientras que otros, sobrevivían y poblaban casuchas en calles sin pavimentar. Decían los locales que eran “pequeña y carismática comunidad”.

Ideó el gobierno angelino realizar una limpia total, la urbe necesitaba modernidad, la idea era comprarles a los moradores, hacer condominios y pequeñas viviendas, darles un crédito que les diera oportunidad de entrar en el cambio en una ciudad donde crecía también el racismo, hasta que en 1953 se decidió cancelar el proyecto por considerar que no era factible, aunque los observadores políticos notaron que era un movimiento propio al socialismo. Algo inaceptable.

Les compraron a los mexicanos al precio que ellos señalaron y luego entró la maquinaria para barrerlo todo, así como los temas de tantas películas donde los villanos se apoderan de ranchos y luego llegan los héroes a salvar al pueblo. Solo que aquí no hubo un Llanero Solitario en acción y el predio fue vendido a un magnate de NY y el resto se dedicó y fue la excusa, a construir la Academia de la Policía, junto a enormes viveros que ya habían iniciado los nuestros.

Ese hombre era Walter O’Malley que con todas las facilidades levantó el Dodger Stadium y mudó a su equipo de costa a costa, con el formidable Sandy Koufax como estandarte.

Ahí se festeja mañana con nuestra gente, que olvida fácilmente o que desconoce, por gusto, lo que sus hermanos sufrieron. Nadie puede detener el avance urbano pero todo hombre debe ser tratado con justicia se dice en las crónicas de múltiples pesares. Porque las ideas viajan; las emociones, no.

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