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2016: Acaban los días de Sergio Vitier, compositor y guitarrista versátil cubano

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AGENCIAS-EL SIGLO DE TORREÓN

El talento lo llevaba en la sangre, de ahí que fluyera con naturalidad y con el tiempo convirtiera a Sergio Vitier en un músico excepcional, que supo hacer confluir la guitarra española, con la percusión africana, combinando ritmos populares cubanos con elevadas composiciones clásicas.

A tres años de su muerte, que se cumplen este jueves, Sergio Vitier es recordado como uno de los más grandes músicos de la isla, digno heredero del talento y la sensibilidad de sus padres, los escritores Fina García Marruz y Cintio Vitier.

Sus biógrafos consideran a Sergio como un profundo conocedor de las tradiciones populares de la Isla, creador de música para diferentes disciplinas, desde la danza, el teatro y el cine, pero también partituras para orquestas sinfónicas.

Nacido el 18 de enero de 1948, Sergio Vitier, quien fue sobrino del pianista Felipe Dulzaides, hermano del también pianista y compositor José María Vitier y ahijado del escritor José Lezama Lima, estudió guitarra con Elías Barreiro e Isaac Nicola, pero también recibió enseñanza de Leo Brouwer y Federico Smith, entre otros.

Una nota del diario español El País detalla que en 1968 fundó el grupo Oru, con músicos de la talla de Jesús Pérez, Guillermo Barreto, Merceditas Valdés y Orlando López, Cachaíto, con quienes exploró las esencias y límites de la música negra en su simbiosis con los ritmos populares cubanos y otros géneros.

Algo que, señaló la misma fuente, también hizo como compositor de música culta, en la que introdujo células rítmicas de origen yorubá fusionadas con la guitarra española.

El Diario de Cuba lo recuerda, por su parte, por su trabajo como compositor y ejecutante, como un artista que ahondó en las raíces y tradiciones de origen africano y español de las sonoridades cubanas.

Entre su repertorio, expone en un texto biográfico publicado tras su muerte, Vitier escribió música para muchas películas cubanas, como De cierta manera (Sara Gómez, 1974), El brigadista (Octavio Cortázar, 1977), Maluala (Sergio Giral, 1979), Capablanca (Manuel Herrera, 1986), Plácido (Sergio Giral, 1986), Caravana (Rogelio París, 1990), Che (Miguel Torres, 1997), Quiéreme y verás (Daniel Díaz Torres, 1997) y Roble de olor (Rigoberto López, 2002).

También escribió música para el teatro y al lado de su hermano José María Vitier compuso la que puede considerarse su obra de mayor circulación: la banda sonora de En silencio ha tenido que ser (Jesús Cabrera, 1979), serie televisiva dedicada a enaltecer el trabajo del Miniesterio del Interior cubano.

Un rubro que no puede dejar de ser mencionado es el de la danza, en el que irrumpió en 1978, cuando el panorama cultural cubano dejaba atrás una etapa de intolerancia y desafueros burocráticos.

Sergio Vitier entraba a los salones del Teatro Nacional para enrumbar los caminos de lo que es hoy Danza Contemporánea de Cuba. Al fin un artista regía los destinos de la compañía fundada por Ramiro Guerra y la danza volvía al centro de la vida, reseña la revista cultural cubana La Jiribilla.

Su obra discográfica recibió en varias ocasiones los más altos galardones nacionales y su persona fue merecedor en 2014 del Premio Nacional de Música.

Un accidente cardiovascular acabó con su vida la mañana del 2 de mayo de 2016, dejando un profundo vacío en la cultura cubana y del resto del mundo.

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