Columnas la Laguna

A MISA DESDE LA CANTINA

ANÉCDOTAS

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

Aquel lejano año la sequía llevaba ya más de trece meses castigando a la Comarca Lagunera. Los cultivos se perdían y el intenso calor agobiaba a los habitantes del sector urbano que si se movían se caían a causa de la deshidratación provocada por la resolana. Los recién nacidos por lo mismo tampoco gateaban.

El obispo de Torreón no se cruzó de brazos ni tampoco salió a la calle. Desde el púlpito y a través de los periódicos, la televisión y la radio convocó a una misa de rogativas en el lecho del río Nazas ¡a las seis de la mañana! y una peregrinación por las tres ciudades.

Nuestro director respondió de inmediato al llamado de colaboración. Ordenó a su fotógrafo consentido Ramón Sotomayor Woessner -el compañero siempre presumió ante los amigotes su presunta ascendencia germana- que imprimiera gráficas de los eventos y se llevara a dos reporteros como voluntarios forzados. -Higinio y Rodrigo están disponibles don Antonio, dijo insidiosamente. -Que vayan pues, contestó el director y selló nuestro rumbo en aquella jornada religiosa.

Ramón fue el primero en aclarar las cosas la noche anterior: -si nos vamos a casa a dormir, yo no voy a despertar ni a las cinco, ni a las seis, ni a las siete de la mañana. Tampoco a las ocho y las nueve. ¿Y ustedes podrán hacerlo?, si despiertan antes me llaman, no sean gachos -Estamos en iguales circunstancias. Generalmente abrimos los ojos al nuevo día a las ocho y media de la mañana y las madrugadas sólo las conocemos al salir de la cantina. -¡Esa es la solución! saltó un alegre Sotomayor. -Buscaremos un bar cercano y ahí esperaremos a que den las seis de la mañana.

A medianoche y con previa cita, nos anclamos en "La Capital", una cantina de la extinta zona de tolerancia que nos permitía observar desde puertas y ventanas el árido cauce del Nazas, particularmente el lugar donde ya se levantaba el altar para celebrar el oficio religioso. Entre brindis y gracejadas, trazamos el trabajo a desarrollar. -Tú te encargas de la misa y tú de la marcha, yo los cubro a los dos, ordenó el estratega periodístico. -Pide las otras, el reloj avanza, le advertimos. Y llegaron otras tres rondas sucesivas de cerveza y tequila con limón.

Los primeros rayos de un sol rojizo entraron por la ventana y entonces nos dimos cuenta de por qué nos hallábamos en ese lugar. ¡Cinco para las seis!, gritó Ramón; tiramos sillas y damiselas sentadas en nuestras rodillas y salimos corriendo al cumplimiento puntual de nuestras obligaciones. Por las prisas no le pagamos la cuenta a don Fernando del Moral, el propietario del establecimiento. La cobertura de las plegarias a Dios para que hiciera llover en la región, no tuvo fallas de origen etílico. Por el contrario, el profesionalismo se impuso y el director del diario nos felicitó. Ese día y los subsiguientes no llovió ni gota pero las reuniones en "La Capital" se hicieron más frecuentes. El pretexto: rehidratarnos con cheve a fin de atenuar más cerca del Nazas los efectos de la larga sequía. Don Fernando, un clarinetista excepcional, amenizaba las tertulias que como la misa en el río, atrajeron a más adeptos agobiados por la resaca ambiental.

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