Columnas la Laguna

Pequeñas especies

YA VOY A DESCANSAR

M.V.Z. Francisco Núñez González

Llevaron a "Princesa" a consulta, se trataba de una perrita Husky Siberiano de trece años de edad, su dueño le ayudaba a bajar del automóvil con cuidado y delicadeza como si se tratase de una persona senil, sus movimientos eran lentos y vacilantes, ya no contaba con la energía de los perros jóvenes que tiran de la correa de su amo y quieren olfatear todo lo que encuentran a su paso. Al hablarle, no surgía el movimiento de cola que distingue el estado de ánimo de las mascotas. Después de haber dado los mejores años de su vida con sus amos, ahora era ella quien recogía los frutos de su lealtad, que siempre le caracterizó, "Princesa" no pudo haber tenido mejores dueños, con quienes personalmente guardo una gran amistad de años. Tenía algún tiempo de ser mi paciente, en esta ocasión, el apetito había mermado, presentaba vómito y diarrea; al auscultarla, noté inflamación del intestino, le suministré algunos medicamentos para problemas gástricos. A la siguiente semana, al revisarle presentaba fiebre, había cesado el vómito, pero seguía con inapetencia, también notaron un aumento en el consumo de agua, mandé a realizar estudios de laboratorio, temía alguna falla renal o algún problema con la glucosa, descarté infección en útero por encontrarse ya operada. Los estudios de laboratorio sólo indicaban una infección, me incliné hacia una úlcera duodenal, principalmente por el color del excremento. A la siguiente semana, "Princesa" había evolucionado satisfactoriamente, había cesado el vómito y diarrea, ya presentaba algo de apetito. Volvió a recaer la siguiente semana, el poco excremento que evacuaba era oscuro y fétido. Pasaron algunos días y uno de sus dueños, tal vez desesperado por no ver mejoría en su mascota, mencionó la eutanasia, esto hacía que me sintiera ineficaz al no poder hacer más por "Princesa" y tenía razón, hasta que en un comentario hizo mención del color oscuro de la orina, vi una pequeña luz en la oscuridad, palpé por enésima vez en lo más profundo del vientre tratando de buscar algo más que me diera alguna pista de su malestar, buscando alguna anomalía en riñones, vejiga, y fue cuando logré palpar una masa extraña, así que me afiancé de esa nueva patología y les dije a sus dueños que necesitaba operar, era el único recurso que nos quedaba y por cierto muy riesgoso, era muy probable que fuese un tumor intestinal, además ya no había tiempo para estudios y era necesaria la cirugía al día siguiente. No muy convencido, uno de ellos, quien se angustiaba al ver a su mascota, callaba y con su silencio me decía que no quería más sufrimiento para "Princesa", mientras la otra opinión era con un optimismo que verdaderamente contagiaba y sin dudarlo ni un segundo aceptó inmediatamente la operación. Les dije que lo pensaran, de cualquier forma se haría hasta mañana. Al día siguiente, a primera hora, se encontraba "Princesa" y sus dueños en la clínica, volví a explicar las probabilidades de la cirugía, el post operatorio y lo primordial, la capacidad de respuesta del organismo que por la edad era un factor muy importante.

No dejaba de influir la excelente amistad que tenía con los dueños y sentir una presión extra de querer aliviar a como diera lugar a mi paciente, incluso les llegué a comentar con anterioridad que podían buscar otra opinión, en ningún momento dudaron de lo que había estado haciendo con su mascota y con esa fe ciega continuaron con un servidor. Inmediatamente la intervenimos, tenía como asistente a mi hija Alejandra, que se encontraba a tan sólo unos días de convertirse en un anhelado colega. Al introducir mi mano en cavidad abdominal y localizar aquella masa que estaba seguro que era el origen del problema, no me equivoqué, tenía en mis manos un tumor intestinal que había estado obstruyendo durante meses el alimento y ahora lo hacía de manera total. Sólo imaginaba el dolor de "Princesa" y el sufrimiento sin causar a sus dueños alguna molestia. La cirugía consistía en extirpar el tumor junto con esa parte del intestino y volver a conectarlo una vez más (resección intestinal). Después de extirpar el tumor, al momento de comparar los extremos de intestino que había cortado, había una gran diferencia de diámetros, el tumor había ocasionado que aumentara tres veces el tamaño de un extremo, mientras que el otro que se atrofió, había disminuido su diámetro, seguía comparando los extremos del intestino observando la gran diferencia, y fue entonces cuando mi hija Alejandra me dijo: "corta en diagonal el extremo del intestino más pequeño hasta darle el mismo diámetro que el grande para unirlos", excelente idea, le dije, confieso que no se me había ocurrido. Ella manejaba los clamps y mantenía los extremos juntos del intestino para yo suturarlos y unirlos, al comprobar que no existía fuga de líquido intestinal, procedimos a cerrar cavidad abdominal, la cirugía fue cuidadosa y limpia, sin ninguna complicación. "Princesa" despertó en unos minutos, le llamé a sus dueños dando excelentes noticias de la cirugía, del resto se ocuparía su propio organismo. A los pocos minutos, vinieron a verle, aún recuerdo aquella estampa de amor y cariño del dueño hacia su querida mascota, con su mirada y el movimiento de su cola ella le agradecía haberle quitado el sufrimiento, pues estoy seguro estaba pasando por un martirio, él sin articular alguna palabra sólo le acariciaba la cabeza. Al darse cuenta que era tarde, se disculparon por el tiempo, realmente disfruté ese momento de alegría, pensando en que hace unas horas todo era tristeza y hasta pensaban en la eutanasia. Se despidieron muy contentos con la idea de llevarla a casa al día siguiente completamente reestablecida.

Al marcharse sus dueños, "Princesa" se encontraba muy inquieta y sus constantes fisiológicas empezaron a alterarse: temperatura, respiración, ritmo cardíaco, lo cual no me dio buena señal, permanecí a su lado hasta estabilizarla y me fui a descansar. Volví a pasar mala noche pensando en mi paciente; al día siguiente, antes de amanecer, fui a revisarla y lamentablemente el corazón de "Princesa" no resistió, había fallecido.

Aún conservo esa bella estampa en mi memoria donde "Princesa" se despide alegremente de su amo con el movimiento de su cola que volvió a recuperar, diciéndole; ¡No te preocupes amo, me siento bien, ya voy a descansar!

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