"Desierto cautivo" le llama a su proyecto. Descansa en la historia y la cultura del desierto, su autor se encarga de contar los antecedentes que se desprenden de plantas y objetos recuperados en una trayectoria de más de 25 años y se propone con sus afanes de siempre darle continuidad, un comportamiento similar al de los juglares, pues recorre pueblos y actualiza información a la manera de aquellos personajes del medioevo, comenta el licenciado Simón Álvarez, uno de los más de diez "amantes de la vida" que el sábado pasado conocieron la casa que forma la base esencial de los planes de Javier Leyva González. Tres colecciones de cactus, avíos agrícolas, rocas y billetes nuevos y viejos le dan forma al museo ubicado en la calle Sánchez Álvarez 506 oriente entre Madero y Urrea de Gómez Palacio.
Los juglares -explicó el maestro Simón Álvarez- iban de pueblo en pueblo, de reino en reino, transmitiendo en verso o en canciones las noticias recientes con viva elocuencia. "El doctor Leyva es un hombre culto que sabe expresarse muy bien", justificó quien es a su vez un excelente narrador.
Guardadas las proporciones con los juglares, es lo mismo que hace Leyva González, médico veterinario zootecnista egresado de la UJED, no en verso sino en prosa, arrancando y difundiendo historias de cada uno de los objetos a su cargo. La exploración y conocimiento de estos recursos termina en una granja didáctica para relajar las tensiones y aquietar a los niños nerviosos. Entre los billetes antiguos figura un papel moneda por 50 millones de dólares expedido por el gobierno de Zimbuabe, en Rhodesia del Sur.
Sus relatos son interesantes, y muestra con sabiduría los elementos a su cargo, producto -los aperos y molinos- de una tecnología que operaba hace cientos de años en el campo y le dan fuerza al museo, un recinto peculiar porque fue creado con el esfuerzo personal de Leyva González, el apoyo de su familia y de particulares, sin intrusiones ni intrigas de carácter político como sucede con el museo de la Casa Jacinto Faya, congelado desde sus inicios por esos motivos. -Este trabajo me mantiene activo en la investigación y recuperación de piezas en riesgo de perderse, ofreciendo a los ciudadanos adultos la oportunidad para recordar épocas y ascendencias y a los niños el aprendizaje y la convivencia con la naturaleza, dijo el profesionista.
Una roca de colección de tres toneladas de peso denominada "Raíz del Cerro de Calabazas" extraída a 20 metros de profundidad en el lecho de río Nazas, por el rumbo de colonia "El Huarache" da la bienvenida a los visitantes a las tres salas que componen la muestra museística dedicada al desierto y a las cosas antiguas: una sala mirador superior con los cactus típicos de la región y abajo cientos de pertrechos de uso agrícola usados en haciendas, ranchos y latifundios con los metates y molcajetes como hijos de aquella cultura. Los objetos ferrosos adornan cuatro paredes de la sala principal -guadañas, azadones, rastrillos, arados, escardas, básculas, cacerolas, herraduras, martillos, lámparas y entre los más significativos, una criba para descascarar y moler el maíz con una tecnología ancestral: Como "novedad" presenta al fondo del patio solariego una granja de aprendizaje y relajamiento para niños y mayores. La entrada a la colección es gratuita. No hay cobro porque un "Museo que cobra se queda solo", advirtió el profesionista, miembro de una conocida familia que también es raíz de Gómez Palacio.
Pero hay un reproche: "Gómez Palacio y sus alrededores tienen un gran potencial en historia, arte y cultura que no ha sido aprovechado todavía y cuyo rescate urge. Todavía quedan muchas cosas por contar", fue el mensaje a las autoridades, instituciones culturales y la misma sociedad del médico veterinario que inventó un sistema para ahuyentar del comedor contiguo a la granja a los insectos voladores: puertas con malla y un letrero que dice: "cierre para que no se metan las moscas".
