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Ensayo sobre la cultura

El ingenio humano

José Luis Herrera Arce

En épocas de decadencia, como la que vivimos, tenemos que recordar lo grandioso que puede ser el ingenio del hombre para resolver problemas. Desde el principio de los tiempos, en su cabeza ha tenido las herramientas necesarias para enfrentarse a la naturaleza y salir victorioso. Ha impuesto su voluntad, y a pesar de los problemas que pudieran surgir, siempre ha salido adelante.

Lo primero que nos ayuda es la imaginación. En la prehistoria, hubiera sido imposible resolver muchos de los problemas si no hubiésemos tenido la capacidad de imaginar que detrás de los fenómenos había alguien que los producía. Les llamamos dioses y se establecieron relaciones con ellos a través de los innumerables rituales que comenzaron a forjar la cultura de la civilización. Por lo menos, hubo la creencia que por medio de tales acciones, los ritos, podíamos intervenir para que la voluntad de los dioses nos beneficiara. El imaginar, el idear, funcionó; por ello, mantuvo este tipo de acciones en su vida cotidiana.

Las historias se fueron forjando. Son los principios de la literatura que se construyen por medio de la tradición oral. Una generación le cuenta a otra una historia que a su vez, la nueva generación enriquece y traspasa a la siguiente, hasta que llega un momento que, cuando se descubre y desarrolla la palabra escrita, se plasma en un documento. Los inicios de muchas de esas historias se encuentran también en los monumentos que nos siguen impresionando. Nada más como un dato, las pirámides egipcias, mayas y toltecas tienen orientaciones astrales. Lo que pasa en los cielos tiene mucho que ver con este tipo de construcciones y ahí es donde moran estos dioses de los cuales nos han llegado sus fantásticas historias; lo mismo de Isis y de Osiris, que de Quetzalcóatl, Huitchilopoztli, o los gemelos mayas y su relación con los juegos de pelota.

La imaginación fue el punto de partida que inventó las historias y que desarrolló las construcciones a las que dotó de los elementos simbólicos necesarios para que fueran funcionales en la vida cotidiana. No había otra manera de conocer puesto que la ciencia tardó mucho tiempo en desarrollarse.

Pero aparte de la imaginación, nuestro cerebro nos sirvió para desarrollar sistemas mediante los cuales pudiésemos comprobar lo verdadero y separarlo de lo falso; en el paso anterior, las dos cosas convivían y aunque fuera una delicia su resultado, los sistemas mitológicos antiguos, el hombre precisó de tener más seguridad en sus conocimientos.

La filosofía fue el segundo modo de acercarse a la verdad. Durante mucho tiempo, utilizó la lógica para hacerlo. A partir de la época moderna, Descartes, se buscaron nuevas metodologías emparentadas con las matemáticas o ciencias afines, Kant, y siempre parece que la verdad se nos escapa. No hay la conclusión final rotunda que demuestre el límite entre lo que es verdad y lo que sigue perteneciendo a la ficción.

La ciencia ha tenido que venir en el auxilio, pero en su camino ha encontrado muchos impedimentos, sobre todo, cuando sus descubrimientos iban en contra de lo que planteaba el mito, la religión o la filosofía y la sociedad tenía miedo de negar lo que siempre había aceptado como realidad; cambiar el sistema geocéntrico por el heliocéntrico, por ejemplo. O cambiar la creación bíblica por la teoría de la evolución.

Con los siglos, la ciencia se ha venido a imponer porque su método es el más apropiado para acercarse a la realidad y nos ha servido de mejor manera para imponernos a la naturaleza, aunque muchas veces sea en forma negativa.

Otra manera de interpretar la realidad ha sido el arte. La visión del hombre en un tiempo y en un espacio concreto se nos representa por medio de esta manifestación. No es lo mismo el Renacimiento que el siglo XIX. Como tampoco son lo mismo las construcciones góticas que las barrocas.

Nuestra conciencia se expande, desde un big bang lejano hasta nuestros días que se proyectan en un futuro apocalíptico. No hemos podido desprendernos de ninguna de nuestras manifestaciones culturales, ni de los rituales ni de los mitos ni de los sistemas filosóficos ni de los descubrimientos científicos, ni siquiera del arte. Todo son herramientas que nuestro intelecto puede seguir utilizando para profundizar en su conciencia de ser por un motivo. El hombre es capaz de seguir solucionando problemas, aunque existan los tontos que sólo piensan en el aquí y en el ahora y en el ahogar la conciencia universal que poseemos.

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