Soy el cero.
Así dijo con admirable laconismo.
Me habría alegrado verlo, pero no lo vi: era el cero. El cero representa la nada, y la nada es invisible. Aun así le dije:
-Me da gusto conocerlo. Sé muy bien lo importante que es usted. De no ser por su existencia las matemáticas no podrían ser, y las matemáticas están en todas partes, incluso en aspectos insospechados de la vida. Se dice, por ejemplo: "Fulana -o fulano- se casó por cálculo".
-Es usted muy amable -agradeció el cero-. Seré sincero: vengo a pedirle un consejo.
Respondí:
-Con los años he aprendido a no darlos, pero usted dirá.
Me dijo:
-No quiero ser un cero a la izquierda, Sucede, sin embargo, que ahora está de moda esa postura. ¿Qué debo hacer?
Quise decirle que no se preocupara; que los que hoy son de izquierda mañana serán de de derecha y viceversa. Pero no se lo dije. Me sentí un cero a la izquierda.
¡Hasta mañana!...