Columnas la Laguna

ME TRAEN UNA DE MORONGA (CONTINUACIÓN)

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

(En el quirófano del IMSS, preparan al paciente para la operación entre pecho y espalda):

-Le vamos a poner el oxígeno, avisó la asistente y le metió en los orificios de la nariz un gancho con dos tubitos. El pecho del viejo se agitó y manos y piernas se tensaron pero prontamente se aflojó porque no quería ponerse nervioso ni tieso en el momento en que ocurriría la intrusión.

En esos momentos llegó el médico ejecutante, precedido por un radiólogo y colegas en calidad de observadores. El ambiente cobró animación con voces, comentarios y activación de computadoras.

De repente se escuchó una orden que rompió la solemnidad de la aséptica sala:

-Vete por las gorditas, 16 por lo pronto. Que te las den bien llenitas: las pides variadas: chicharrón prensado, picadillo, papas verdes y rojas, huevo con chile, frijoles con queso y mole. De maíz, no de harina porque hacen daño y te llevas mi maletín para que las metas a escondidas. Ya sabes, está prohibido introducir alimentos, advierte el demandante en jefe a la enfermera asistente.

El paciente abrió los ojillos que apenas se le veían entre gorro y cubre boca y con voz pastosa pidió, engañado por el recurso médico para relajarlo: -A mi me traen una de moronga porque me vine en ayunas, por favor. -A mi me encantan, coincidió el galeno, -a ver si hay. -Entonces que sean veinte gordas. ¿Cuánto llevas? Cincuenta pesos. Toma 100 para que completes…

Se abrió un silencio de varios minutos por causas que el doliente no pudo explicarse pues le pidieron que volteara la cabeza hacia el lado contrario y prefirió apretar los ojos. Hubo manipuleos en las mesas del instrumental y se escucharon voces breves y discretas, como de duda. El bip bip se aceleró, los puños se crisparon y los tubos fosforescentes alcanzaron intensidad. Los susurros revelaron que el proveedor de los artefactos -el coordinador de la clínica- llevó el aparato equivocado, un error detectado en el momento de proceder al recambio.

Ignorante aún del equívoco administrativo, el cardiólogo tomó su puesto a un costado del cuerpo yaciente, aplicó anestesia y minutos después ejecutó la incisión debajo de la clavícula derecha para extraer el desgastado dispositivo arraigado bajo la piel y sustituirlo por un modelo del año. Entre forcejeos y estrujones -sensibles pero no dolorosos- advirtió al afectado: dolerá un poquito, no se mueva.

Manipuló con sus guantes blancos de látex, desatornilló, removió y jaló:

¡Es un niño! exclamó en broma y descansó las manos enguantadas sobre el pecho rígido del encamado en esa primera fase de la maniobra quirúrgica realizada con impresionante destreza en un doliente.

El intervenido -anestesiado localmente- soltó una risita pastosa, respiró profundamente y también se relajó.

-Abra su mano izquierda, le pidió el especialista y enseguida le colocó tiernamente en la palma el "producto" de la excavación intra pectoral: la pila del marcapasos en vías de agotamiento marca Acme, "para que la use como llavero".

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Escrito en: Higinio Esparza Ramírez

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