¿A que dedicaría mis últimos tres días de vida? En relación con Dios, en relación conmigo mismo, con mis familiares directos, en relación con mi patrimonio y mi trabajo o negocio, en relación con mis semejantes y en relación con la naturaleza.
Desde un punto de vista meramente físico, no espiritual, sino sólo como cuerpo y no como alma, somos seres mortales. En el proceso inexorable de la vida, nacemos, nos reproducimos y morimos. Habrá algunos que se reproducen más que otros y seguramente algunos que no se reproducen. Algunos viviremos más tiempo que otros, pero todos moriremos. Esto lo sabemos y sabemos también que no podemos cambiarlo.
Pero todos tememos a la muerte, porque por lo general es imprevisible. Imprevisible, porque cometemos muchos errores y descuidos de previsión, conservación, cuidado, alimentación y ejercicio y también porque todos estamos expuestos cada día a una acción de la naturaleza o del destino que nos quite la vida.
También tememos a la muerte que llamamos "natural", porque conlleva un proceso natural de degeneración orgánica con el paso de los años. Aunque a esta muerte "natural" se le teme menos, también se le teme porque en la tercera edad aprendemos a observar y reconocer las bellezas de la vida y de la naturaleza y nos da miedo el momento de partir y dejar de disfrutarlas.
En la tercera edad aprendemos a darle más importancia a la familia, al amor, a la amistad, a la solidaridad con nuestros semejantes y también a nuestra responsabilidad con la naturaleza. Aprendemos a vivir, a disfrutar y a valorar muchos aspectos de la vida y de la relación y socialización con nuestros semejantes. Nos damos cuenta de muchas cosas que antes no disfrutamos o que no hicimos y que ahora disfrutamos.
Como la muerte es el fin de nuestra existencia en este mundo, el temor a la misma nos evita planear con cuidado y de forma integral nuestra preparación para partir. Si estamos conscientes de que la muerte es un acto inevitable de nuestra vida, también debemos estar conscientes de que es indispensable planearla y prepararla.
En los procesos de capacitación y desarrollo de recursos humanos hay un ejercicio muy interesante que se utiliza para motivar a las personas para el cambio. Quizá algunos de los lectores ya lo experimentaron, se le conoce como "La Fantasía de la Muerte".
El ejercicio consiste en reflexionar y hacer un autoanálisis profundo, a conciencia, suponiendo que sabemos con toda seguridad que moriremos inminentemente dentro de 72 horas y que eso es todo el tiempo que nos queda de vida, sin posibilidad de alargarlo. Estas 72 horas se vuelven preciosas y en el ejercicio debemos analizar, evaluar, pensar, decidor y escribir la respuesta a las siguientes preguntas:
La utilidad de este ejercicio hecho con honestidad y la seriedad debida, es que los resultados obtenidos son los mejores motivadores para provocar cambios profundos, honestos internos y personales. Después de haber hecho el ejercicio nuestra vida cambia en muchos sentidos y de muchas formas.
La planeación y preparación para partir de este mundo, se inicia con la realización, guiada o no, de este ejercicio, pero ahora tomando en consideración que nuestro tiempo de vida no esta limitado a tres días. Lo más probable es que tengamos más tiempo, aunque no sabemos cuánto más. Si en términos de probabilidad tenemos más tiempo, también debemos estar ciertos y convencidos de que debemos planear y programar urgentemente la realización de todo eso que nos gustaría hacer antes de irnos.
Este ejercicio de introspección nos enseña que el tiempo es un elemento muy importante, escaso y no renovable, que no debemos desperdiciarlo o perderlo inútilmente. El producto de este ejercicio debe ser la absoluta convicción y decisión de los cambios y acciones necesarias en nuestra vida y en nuestra preparación para la muerte.