Durante la Revolución Mexicana, miles de mexicanos cruzaron la frontera hacia Estados Unidos en busca de seguridad, paz y trabajo. Desde entonces, aunque ha habido oleadas más o menos intensas según el período que hablemos, en general se ha mantenido una salida recurrente de mexicanos, atraídos por los relativamente altos salarios y mayor riqueza con relación a los bajos salarios y mayor pobreza en México.
Que la población se mueve de las zonas de bajos salarios a las de altos salarios es una condición natural en las economías de mercado.
En años recientes, la inmigración desde el sur se ha incrementado con centroamericanos, no sólo por las dramáticas brechas salariales, sino por la violencia que azota a la región. Así, la caravana de hondureños que acampa hoy en la frontera norte de México y cruzó el territorio con apoyo tácito del nuevo gobierno, contribuyó a desatar la histeria antiinmigrante del gobierno de Trump. Esta histeria sirvió de contexto para la ofensiva diplomática encabezada por el canciller Marcelo Ebrard y aparentemente secundada por EU, en el sentido de que la respuesta para detener el flujo migratorio debe orientarse a fomentar la inversión en el sur. El cerrojo no es el muro, sino la inversión, se argumenta. De ahí surgió el anuncio de una posible inversión de 10 mil millones de dólares. Diversas fuentes han indicado que mucho de esta cifra es demagogia mediática, pero aun si fuera una cifra real, nos permitimos sugerir que este plan es un remedio ridículo frente a la magnitud del desafío.
Pero no nos malinterpreten. Estimular el desarrollo y el crecimiento en México y Honduras es positivo, pero mientras existan dramáticas diferencias en la calidad de los empleos y los salarios, alguna gente habrá de optar por emigrar de los bajos a los altos salarios, y de empleos precarios o la falta absoluta de empleo, a mejores empleos.
Este es el problema. En EU, el salario mínimo federal es de 7.25 dólares la hora. En México, el salario mínimo por ocho horas fue de 88.36 pesos al día en 2018, aproximadamente 55 centavos de dólar la hora ó 7.5% del salario estadounidense. Honduras tiene un sistema de salario mínimo complejo en que las empresas grandes pagan 43 lempiras por hora, ó 1.77 dólares. Pero esta cifra es engañosa. Acaso sea más acertado pensar en que dos terceras partes de la población en Honduras vive en la pobreza y una quinta parte en la pobreza extrema, debajo de 2 dólares por día. Puede uno cambiar ciertos números sobre comercio exterior, tipos de cambio o la deuda externa, lo que no cambia es el hecho de que EU es un país rico, México pobre y Honduras extremadamente pobre.
¿Y qué hay del plan de inversiones hacia el sur? Desde luego, si dicha inversión elevara el PIB per cápita de México o de Honduras, al de EU, la emigración ilegal a este país cesaría. Pero ¿puede lograrse? Ni remotamente. La economía de EU está ya cerca de los 20 trillones de dólares (según la denominación estadounidense). México tiene una economía relativamente grande, que alcanza 1.15 trillones de dólares. La inversión de 10 mil millones de dólares (que no lo es) tendrá un impacto minúsculo en el tamaño relativo de estas tres economías.
¿En qué áreas habría posibilidad de inversión? ¿Computadoras?, ¿software?, ¿automóviles? Difícilmente. ¿Aguacates? Hay un mercado para los aguacates en EU y Europa, pero ¿piensa usted que el nivel de los salarios en la agroindustria del aguacate mantendrá a los trabajadores rurales hondureños en sus aldeas? En todo caso, la inversión en el sur es un pequeño paso en la dirección correcta, a leguas de distancia de un Plan Marshall, como se refirió el presidente López Obrador.
¿Y el muro? Aunque éste no es un artículo acerca de muros, podemos decir que los muros son "estúpidos". Los muros no piensan. Las personas son inteligentes. Las personas sí piensan, así que las personas buscarán la forma de superar los muros, como lo han hecho por bastante tiempo y en distintas zonas del mundo. No todos, pero sí algunos. Muchos. Los más inteligentes y audaces, lo harán. Esa gente, por cierto, será muy recomendable para cualquier economía.
Profesores de la Appalachian State University, Carolina del Norte, y la UAM Xochimilco, en la Ciudad de México, respectivamente
