Columnas la Laguna

EN BUSCA DEL SUEÑO LAGUNERO

Higinio Esparza Ramírez

No son migrantes; son campesinos de Oaxaca forzados a abandonar su tierra en busca de trabajo y aunque temporal y callejero, lo han encontrado en la Laguna donde su gente es amable y compartida. Algunos perdieron sus viviendas de adobe por el terremoto de 2017 pero hasta ahora no han recibido ayuda del gobierno para su reconstrucción. Ese mismo gobierno los discrimina hasta con las despensas, se las regala sólo a los tarahumaras y no a los necesitados como ellos "porque no tienen papeles" pero no se quejan ni tienen "malos pensamientos", lo platican sólo como anécdota.

Es el sentimiento de Baltazar Osorio, un cuarentón originario de Oaxaca que forma parte de más de la docena de familias de aquella entidad mexicana que deambulan por las calles de las colonias citadinas con su música instrumental algunos y otros con su comercio informal que por cierto tienen prohibido ejercer en las cercanías de los centros comerciales.

-Lejos del terruño, nuestra vida es sufrida y triste y sólo hay alegría cuando obtenemos los ingresos necesarios para enviar a casa y pagar a nivel local los gastos de hospedaje, luz, agua y comida, agrega resignado. Inclina la cabeza y suelta: -me siento solo, lejos de mi familia, ya quiero volver con los míos y contiene las lágrimas. Vino por una temporada armado sólo con sus dotes musicales y en enero próximo cumplirá un año de permanencia en la Laguna. Su casa de adobe en Oaxaca la derribó el terremoto reciente y su esposa, dedicada a la venta de leña y tierra para abono junto con sus cuatro hijos, levantó un cuarto de madera y carrizo porque no hubo ayuda del gobierno para la reconstrucción. También cultivan maíz y frijol pero con penurias, pues no hay programas rurales para ellos.

Cumple jornadas musicales con un saxofón rentado de las nueve de la mañana a las cinco de la tarde y come donde se pueda. Tanto Osorio como sus demás paisanos no se dedican a la mendicidad, pues esa no es su forma de vida y tampoco les atrae la idea de emigrar a los Estados Unidos. Vive en la realidad y sabe que sin papeles de identidad y estudios de primaria básica, no tendrá ninguna oportunidad de que le den empleo.

Estoico como el prócer don Benito Juárez, su paisano, es orgulloso dentro de la pobreza que lo envuelve y prefiere el trabajo honrado a cualquier forma de delincuencia, el mismo comportamiento que tienen sus compañeros de desventuras. Solitarios día y noche -señala a continuación- para ellos es reconfortante encontrar personas que los comprenden y los apoyan. -Tenemos amigos en esta colonia (El Campestre), se ufana Osorio mientras descascara unas mandarinas sentado en el jardín de mi casa, en la calle Budapest del mismo sector. Son vísperas de navidad pero al oaxaqueño sólo lo acompañan sus mochilas de caminante que no puede dejar en el cuarto arrendado por el riesgo de sufrir un robo. Luce orgulloso los zapatos tenis negros que le regaló una familia vecina. (Enfrente, un "santoclós" sonriente lo saluda con su regordeta mano de algodón).

Con más de 470 melodías en su repertorio -todas las tengo en mi memoria- Osorio recorre las colonias citadinas en toda la comarca lagunera, de 9 AM a 5 PM y su instrumento preferido es el saxofón -porque es el que menos cansa- También sabe tocar clarinete, trombón, trompeta y acordeón y ejecuta lo mismo rancheras, corridos, boleros y cumbias que las llamadas "movidas" tales como El Sinaloense, Juan Colorado, y La Loba del Mal -compuesta en Gómez Palacio, asegura a sabiendas de que su entrevistador es un ignorante musical. Las marchas militares y los valses igualmente forman parte de su extenso archivo.

Inquieto por continuar con su tarea de músico callejero, finalmente se levanta y se va con su carga a cuestas, saxofón por delante. -Volveré pronto, promete.

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