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EL SÍNDROME DE ESQUILO

UNA NAVIDAD DE LOS MIL DIABLOS

VICENTE ALFONSO

El viernes pasado se estrenó “Diablero”, serie original de Netflix filmada por un equipo 100% mexicano. La serie está basada en la novela “El diablo me obligó”, de F.G. Haghenbeck. Publicada en 2011 por el sello Suma de Letras, la novela está ambientada, entre otros territorios, en los barrios bajos de Los Ángeles y en las cavernas de Afganistán, mientras la serie está filmada por completo en la Ciudad de México y contiene muchas y muy oportunas referencias a nuestra cultura popular.

No obstante esa diferencia, ambas historias coinciden en el protagonista: Elvis Infante, un hombre con extraordinaria habilidad para moverse en el mundo donde confluyen lo sobrenatural y lo terrenal.

Infante es un “diablero” en el sentido en que los indios yaqui usan el término: un hombre que se dedica a atrapar demonios para venderlos. Eso es sólo el arranque.

Un inicio que llena nuestra cabeza de preguntas: ¿quién querría comprar un demonio y para qué? Poco a poco se van desgranando las respuestas.

Para no incurrir en spoilers adelantaré sólo que tanto Haghenbeck como la serie de Netflix plantean la existencia de una mafia internacional involucrada en peleas clandestinas de demonios.

Gente poderosa que paga muy bien por manifestaciones del mal como Belzebú, Aza-zel, Lilit o bien Satanás.

Así, orbitando ese circuito, sobreviven personajes de muy distinta índole: sacerdotes que forjan su propio credo dispuestos a todo, pistoleras disfrazadas de Lolita gótica, soldados rasos que sueñan con grabar un disco, prostitutas especializadas en atraer al maligno.

Mezcla de novela negra y relato de terror, “El diablo me obligó”, de F.G. Haghenbeck es un poderoso thriller que destaca sobre todo en dos aspectos: en el nivel de la forma por su lenguaje corrosivo; y en el nivel del fondo porque se trata de una ficción muy

bien sustentada en la tradición literaria que admite la existencia de Satán.

Ninguna de las dos características es de extrañar, dado que su autor es bien conocido por novelas que mezclan Historia y novela negra como Trago Amargo (Planeta, 2006), El Código Nazi (Planeta, 2008) y La Primavera del Mal (Suma de letras, del año 2013).

“Este mundo ya no es el mismo que creó Dios. Ya no necesitamos ni ángeles ni demonios, son piezas de decoración obsoletas”, dice un personaje en la página 92 del libro y así mete el dedo en la llaga: quien crea en Dios necesariamente cree en el demonio.

Si algo queda claro a estas alturas del mundo es que tanto ángeles como demonios son figuras de pastorela, y que el verdadero peligro reside en los humanos.

En el libro esta idea se resume en una frase: “El bien y el mal poseen el mismo código postal: el hombre”.

Con abiertas alusiones al Mallevs Malleficarvm y al Diccionario Infernal de Colin de Plancy, “El Diablo Me Obligó” es una novela que, sin pecar de falso erudito, acusa la intensa investigación que emprendió Haghenbeck.

Es también una novela que nos hace pensar, pues no son pocos los conflictos éticos que propone al lector, situación que también está presente en la serie.

Desfilan por aquí lo mismo los principios del zoroastrismo que las ceremonias yaquis, lo mismo los procedimientos del ejército norteamericano que las fantasías forjadas por los cronistas de indias en sus cartas a la corona española.

No se piense, sin embargo, que estamos frente a un libro pesado y lleno de datos. Una de las virtudes de Haghenbeck es arreglárselas para darnos antecedentes históricos con una prosa tan fluida que, sin saberlo, asistimos a una lección de Historia.

Así sucede, por ejemplo, con el capítulo II, “Así habló Angra Mainyu”, que contiene en tres o cuatro páginas la crónica de las invasiones que ha soportado Afganistán en los últimos diez siglos.

Como el propio Haghenbeck ha comentado, la idea surgió una noche en que Edgar Clement, el creativo Francisco Ruiz Velasco y el propio Haghenbeck comenzaron a fantasear con la posibilidad de organizar peleas clandestinas de demonios.

Era una noche de apuestas y desafíos. Sobre la mesa quedó un reto de la misma naturaleza que el que hace doscientos años se impusieron, en una noche de tormenta, Lord Byron, Percy Shelley, Mary Shelley y además John Polidori.

Los resultados están sobre la mesa: una novela poderosa, que en su versión de Netflix, es una fábula perfecta para este día de nochebuena en que, reunidos en familia, celebramos un round más de la pelea más antigua del mundo: la que libran Dios y el Diablo. Hagan sus apuestas.

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Escrito en: El síndrome de esquilo

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