Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

UN ACERCAMIENTO A LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL

MARÍA GUADALUPE PUENTE MURUATO
Nos sentamos juntos, la montaña y yo, hasta que sólo está la montaña.— Li Po

La primera vez que escuché el término “inteligencia espiritual” me pareció chocante, pues el concepto de inteligencia lo identificaba en dos vertientes, primero como el cociente de inteligencia racional conocido como IQ que utilizamos para resolver problemas lógicos y el segundo, como inteligencia emocional identificado como EQ, que fue difundido por Goleman (1996) por medio de sus libros que describen cómo las emociones que sentimos se relacionan con la autorrealización de la persona.

Sin embargo, la inteligencia espiritual ha estado presente a través del desarrollo de las culturas, en la India, Buda lo definió como la capacidad de visión penetrativa para comprender la realidad profunda de los fenómenos. O también en Asia, el Apóstol Pablo de Tarso, lo señaló en una de las cartas a los Colonsenses, como la capacidad dada por Dios para vivir plenamente en congruencia con la fe cristiana proclamada.

En la actualidad, la inteligencia espiritual cobra vigencia ante el gran vacío que dejó el siglo XX con la idea falsa de la lógica materialista y consumista como el camino de plenitud y satisfacción humana. Ante esta desazón, la sociedad se encuentra en una búsqueda interna, con un deseo de trascendencia que va más allá de la simple saciedad externa.

Según Zohar (2002), estudioso de la materia, define la inteligencia espiritual (SQ) como la que usamos para resolver problemas de significado y valor. Sucede cuando en un proceso de discernimiento la persona analiza su vida para encontrar su significado y posteriormente determinar cuál será el camino a seguir. Entonces la inteligencia espiritual se encuentra en todo el ser y trabaja armónicamente con la racional y emocional.

Por lo tanto, la inteligencia espiritual se fortalece en el conocimiento interno, es un camino que las religiones orientales trabajan con la meditación, por medio de mantras y ejercicios de respiración, mientras que en el occidente se presenta por medio de la oración contemplativa, como sucede en el cristianismo. Thomas Merton (1968), menciona que el hombre en el silencio se encuentra a sí mismo, advierte que su libertad funciona espontáneamente para orientarse al propósito que ansía alcanzar en su profundo centro espiritual, una vida que no es individual, sino que se desborda a lo Absoluto.

Javier Melloni SJ (2014), explica que primero el hombre hace oración, buscando hablar con Dios, posteriormente procura escuchar lo que Dios le responde y finalmente se presenta el silencio, en donde el hombre y Dios son uno mismo lo que Ignacio de Loyola describe como la contemplación para alcanzar amor.

Si el siglo XX se caracterizó por privilegiar la inteligencia cognitiva, ahora se abren las posibilidades de interiorizar y desarrollar una inteligencia espiritual que permita crear en nuestra sociedad un horizonte más alentador para las siguientes generaciones.

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